La destrucción de las instituciones democráticas en México ya se ha consumado, desde que el INE y el Tribunal Electoral cedieron a conceder una mayoría ficticia en el Poder Legislativo la demolición del Poder Judicial era un hecho, lo que ocurrió el domingo era un mero trámite. Sin embargo, el trámite no resultó tan exitoso como el partido hegemónico esperaba.
La jornada transcurrió con una evidente ausencia de votantes en las casillas incluso en zonas donde se esperaba que el acarreo fuera masivo. Una constante en las casillas fue que los votantes eran en su mayoría de la tercera edad, que se puede presumir que fueron coaccionados activa o pasivamente para acudir. Además fue evidente la complejidad del proceso, incluso con fotos de algunos políticos que traían su “acordeón” o de la ayuda que la exesposa de López tuvo que dar a su hijo para votar (su primera participación como ciudadano), por lo cual arrojará además de las muchas (casi 20 por ciento se calcula) de boletas anuladas por los votantes, muchas otras mal llenadas en particular entre las de jueces.
Esta baja participación que el domingo por la noche se anunció del 13 por ciento, que al no existir PREP se trata de una estimación que el avance de los conteos ha bajado a 11 por ciento, sin ser una derrota fatal para el partido o para la titular del Ejecutivo, sí despierta una serie de preguntas: ¿Hubo ausencia de operación territorial para mover al electorado? ¿La operación se limitó a la distribución de los acordeones? ¿Fue una operación dejada en manos de los gobernadores y éstos no vieron ganancia en hacerla? ¿Se trata del primer fracaso del partido Morena bajo la dirigencia Luisa Alcalde y el hijo de expresidente o careció la titular del Ejecutivo de la visión electoral y movilizadora de su antecesor? ¿La titular del Ejecutivo en realidad no estaba tan interesada en un triunfo más claro que decidió no apostar más recursos para la movilización? ¿Confiaron en las megadifundidas cifras de aprobación del 85 por ciento para que la gente fuera por sí misma?
Esas respuestas quizá se vean con mayor claridad en el futuro próximo o quizá queden en incógnitas para siempre, no obstante, sí es necesario enmarcar estos resultados en el caso de las entidades que tenían elecciones de presidentes municipales: Durango y Veracruz. En el primero, el PRI en alianza con el PAN logra mantener importantes bastiones de zonas pobladas; y en el segundo, Morena con aliados o sin ellos, pierde posiciones a favor de Movimiento Ciudadano (que queda como segunda fuerza en este estado) y con resultados más o menos favorecedores para el PAN y el PRI.
Estos resultados a ocho meses del inicio de esta administración sin duda no son positivos para Morena; pero tampoco es que sean buenas noticias para el país en su conjunto pues la debacle de la impartición de justicia será imparable tanto por los que queden en los puestos, como porque no se ha tocado a las fiscalías que originan la mayor impunidad.
Asimismo, esta falta de participación tampoco es necesariamente un triunfo de los partidos políticos porque fue apenas días antes que alzaron voces apoyando el no votar (incluso dos gobernadoras panistas sí acudieron a las urnas y algunos otros diputados), y tampoco han encabezado de manera articulada ninguna resistencia a la aplanadora de Morena. El histórico abstencionismo fue sí en parte resistencia de sectores conscientes de la población que promovieron el no ir con un razonamiento de resistencia y de evitar aumentar la participación; pero en gran medida es fruto de la profunda indiferencia de la mayor parte de los ciudadanos que cada día divorcian más su situación particular de las acciones gubernamentales, y si ese divorcio continua sumado a la falta de vertebración y liderazgo de la oposición partidista, la permanencia de Morena no pinta para tener un final próximo. En la pirinola que ha sido esta elección, pocos ganan; más bien perdemos todos.
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