Sin voz no hay democracia

La libertad de expresión es mucho más que una prerrogativa legal: es una de las manifestaciones más profundas de la dignidad humana. Sin ella, el pensamiento se encierra, la crítica se silencia y la democracia languidece. Este derecho fundamental, consagrado en múltiples constituciones y tratados internacionales, es el mecanismo que permite a las personas comunicarse, disentir, construir comunidad y transformar su entorno.

En palabras del jurista argentino Roberto Gargarella, “la libertad de expresión no es sólo un derecho individual, sino una condición de posibilidad para todos los demás derechos”. En una sociedad libre, nadie debe temer por opinar, investigar, denunciar o cuestionar.

Concepto y Alcance: mucho más que hablar sin miedo

La libertad de expresión abarca el derecho a emitir opiniones, acceder a información, recibirla y difundirla sin censura previa. Se extiende a medios de comunicación, redes sociales, manifestaciones públicas y todo tipo de producción simbólica. Está estrechamente vinculada con la libertad de prensa, la libertad de información y el derecho a la protesta.

Según el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ONU, 1966), el artículo 19 reconoce que “toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras”.

Democracia: cuando la palabra abre caminos

La historia muestra que cada avance en derechos y libertades ha estado acompañado de una expresión libre y valiente. Sin libertad de expresión no existirían movimientos por los derechos civiles, feminismos, denuncias de corrupción ni luchas por la justicia social.

En América Latina, medios y voces independientes han sido cruciales para documentar abusos durante dictaduras y procesos de transición democrática. En México, el caso de Lydia Cacho —quien enfrentó represalias por denunciar redes de explotación infantil— es testimonio de cómo la palabra puede incomodar al poder pero también proteger a los más vulnerables.

“La libertad de expresión no es un lujo de países desarrollados, es la única herramienta con la que los pueblos pueden cambiar su historia”, afirmó el periodista colombiano Javier Darío Restrepo.

En la sociedad actual: conciencia, creatividad y derechos

Hoy más que nunca, la libertad de expresión impulsa cambios sociales, innovación y reconocimiento de nuevas identidades. En redes sociales, medios alternativos o foros públicos, millones de personas participan en causas ambientales, derechos de género, inclusión digital o defensa de minorías.

Es también el derecho que permite visibilizar lo que duele: desapariciones forzadas, violencia de género, discriminación racial o colapso climático. Un entorno donde se fomenta el diálogo abierto genera ciudadanía crítica y soluciones colectivas.

María del Mar, activista de 27 años, comparte: “Mi generación creció hablando en redes, cuestionando todo. A veces nos dicen que exageramos, pero gracias a esa libertad se han derribado silencios que duraron décadas”.

Riesgos y desafíos: entre la censura y la manipulación

Sin embargo, este derecho enfrenta amenazas crecientes: censura gubernamental, concentración de medios, campañas de desinformación, discursos de odio y acoso digital.

En 2023, según Reporteros Sin Fronteras, más de 550 periodistas fueron encarcelados en el mundo por ejercer su labor. México se mantiene como uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, con al menos 15 asesinatos de comunicadores ese año.

La libertad de expresión no es ilimitada. Tiene límites legales para evitar incitación a la violencia, calumnias o discursos discriminatorios. El reto está en equilibrar protección y responsabilidad, sin caer en la represión ni en la permisividad destructiva.

Impacto en la vida cotidiana: el poder de decir “yo pienso”

Cuando la libertad de expresión se respeta, florecen la cultura, la ciencia, la educación y las relaciones humanas. Las personas pueden construir su identidad, dialogar con otros y participar en la vida pública.

“Poder escribir lo que siento sin miedo a que me despidan o me callen ha sido sanador. Escribo poesía, y eso también es libertad de expresión”, cuenta Mariana, profesora de literatura en Guadalajara.

Este derecho exige corresponsabilidad. No todo lo que se dice edifica, pero toda censura injusta destruye. Por eso, educar para la libertad con responsabilidad es urgente.

Proteger la palabra para protegernos todos

La libertad de expresión es la columna vertebral de sociedades democráticas, inclusivas y justas. Su defensa no es una causa de periodistas o activistas: es tarea de toda ciudadanía que quiera vivir en libertad.

Cada voz silenciada por miedo, cada crítica anulada por censura, debilita el tejido común. Defender la libertad de expresión es proteger nuestra capacidad de soñar, de disentir y de construir un mundo mejor.

Como dijo el Papa Francisco en 2014, “una sociedad libre necesita de medios libres, capaces de expresar la diversidad de opiniones y de promover el diálogo”. Que la palabra siga siendo camino, no trinchera.

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