En estos tiempos, en la espera de la elección de un nuevo Papa, surgen una serie de comentarios y de explicaciones sobre el legado del difunto Papa. Algunos están tratando de clasificar a los posibles candidatos, como aquellos que buscan la continuidad del legado de Francisco, mientras otros piensan que hay que darle un frenazo y cambiar las situaciones creadas por él. Lo cual no deja de ser un juego de politiquería. Vale la pena ver algunas ideas sobre a qué le podemos llamar su legado, porque es fácil hacer evaluaciones superficiales.
Por ejemplo, decir que Francisco deja un legado de tipo progresista, mientras otros dicen que fue un legado conservador. Lo cual es una clasificación arbitraria. Y muy al gusto de los que analizan a la Iglesia como si fueran equipos de fútbol, o partidos políticos. Vale la pena tener alguna claridad para no caer en esa confusión.
Podríamos hablar de un legado organizacional. Cambios en las estructuras, simplificación de la Curia vaticana. Otro método de trabajo, otra estructura, buscando darle a la Curia una visión más internacional, así como incluir laicos y religiosas, que no estaban incluidas en la época anterior. Pero esto no es más que una modernización, que tiene que ver con buscar eficiencia en una organización, como la del Vaticano, que difícilmente puede sostenerse de una manera sencilla.
Otra parte de este legado es un conjunto de documentos dirigidos a la Iglesia Universal y, en muchos casos, también a todos los hombres de buena voluntad, como lo dicen a veces en su propio título. Uno de ellos, por ejemplo, el documento llamado La Alegría del Evangelio, donde se toma distancia entre la desconfianza de los europeos hacia la teología de la liberación y, por otro, de conceptos filosóficos y teológicos, más al estilo europeo. Habla de la conversión personal, pastoral y comunitaria. Un documento interesante se llama La Alegría del Amor, donde habla de la escucha en la familia, los valores familiares, los conceptos de fraternidad que se requieren en la convivencia familiar.
Muy famosa y en cierto modo novedosa, un tema al que los Papas no habían entrado ampliamente, es la encíclica Laudato Si, con un concepto fundamentalmente de tipo ecológico. Hablando ahí de las necesidades de mejorar, de respetar el ambiente, y también evitar los efectos empobrecedores para la humanidad, del capitalismo extremo. Un llamado para todos.
Otra muy interesante, que tiene conceptos ya tratados en la doctrina social de la Iglesia, la Todos Hermanos, donde habla de la solidaridad con todos. Usa aquí algunos neologismos del propio Papa, como el verbo “samaritanear” (actuar como el buen samaritano), que se trata de portarnos todos a favor de los demás. Habla también de otro concepto, de los “callejeros de la fe”: dejar de ser personal de oficina, sean laicos o sean clérigos. No ideologizar, no izquierdizar o derechizar, sino tratar a todos con amabilidad. Un concepto sumamente importante en un momento en que nos encontramos con que las divisiones entre países como en la Iglesia, se vuelven complicadas.
Muy interesante, la que se titula Predicar el Evangelio, donde habla de las complicidades y los abusos que puede haber, que ha habido y que todavía forman parte de las dificultades que tiene la Iglesia. Donde se habla también del clericalismo y del modo como afecta a los laicos, aunque también habla de que los laicos a veces operan como si fueran clérigos. Este es un tema muy interesante. En esta encíclica también se habla, aunque ya se había tratado anteriormente, de que la Iglesia no es una ONG, no es una organización, sino que es una familia, un grupo que se cuida los unos a los otros. Sobre todo, en su acción hacia los pobres.
Una encíclica muy importante, Cristo Vive, muy orientada a la pastoral hacia los jóvenes, a una escucha activa que permita conocer mejor los unos a los otros. El concepto de quitar el individualismo en la acción de la Iglesia y actuar como familia, como una comunidad. Estos son sus documentos más relevantes, aunque escribió más de dos mil discursos: una tarea impresionante. Pero estos documentos son los que han tenido mayor impacto.
Hay otra parte importante en su legado, algo difícil de copiar, porque se trata básicamente del fruto de su carisma, de su manera de ser, son lo que en otro momento se les llamaron “ideas fuerza”. Son conceptos que buscan tener un impacto significativo en el discurso, en el trato, en el modo de actuar. Por ejemplo, cuando habló con los jóvenes y hacia los jóvenes, les encargó que “hagan lío”. En otras palabras: “arriésguense”. Aunque se pueda enojar algún obispo, aunque se puedan enojar otras personas. Eso les pide a los jóvenes: hagan lío, hagan cosas que suenen, que no sean lo más conocido, lo aceptable, que nazcan de su propia fortaleza, de su propia iniciativa.
Otro concepto interesante fue el asunto del descarte. Habló de que en la sociedad vivimos esa cultura. Se descarta a quienes ya no son productivos desde el punto de vista económico, o a los que nunca lo han sido. Se descarta a los ancianos, que ya no agregan nuevos valores a la sociedad, según algunos. Se descarta a los enfermos, se descarta a los pobres, se descarta a los ignorantes. Se buscaría una sociedad casi perfecta. Y esa cultura la estamos viviendo diariamente.
Otro punto interesante es hablar de que los pastores, los obispos, los clérigos, deben “oler a oveja”. Dicho de otra manera, que deben estar tan mezclados con su pueblo, que huelan como ellos. Que sean parecidos. Estas ideas tuvieron muchísimo impacto. Y en algunos momentos hasta se usaron como una especie de eslogan. También son interesantes sus conceptos sobre el papel de los abuelos en la familia, aunque tal vez esto no ocurra en forma automática, sino que tiene que haber también una reacción de la sociedad para un trato diferente a los ancianos. Son cosas que poco a poco hay que ir construyendo, y que forman parte, precisamente, de los conceptos que él manejó sobre la cultura del descarte.
Es interesante también ver cuál es el concepto de las prioridades en este Papa donde, claramente, los jóvenes forman una parte muy importante de ellas. Sobre todo, pensando en que estamos viviendo en una sociedad que se ha ido envejeciendo, en buena parte por considerar que tener hijos es un costo y una complicación. Habló sobre el clericalismo, donde dijo cosas fuertes; incluso habló de que le repugnaba, lo que no es algo común en un religioso y mucho menos en un Papa. También creó el término de “Iglesia de salida”, una Iglesia que no se queda entre los muros del templo, sino que sale a la vida diaria.
Finalmente, el asunto de fondo no es el legado del Papa Francisco. El legado importante es el del Señor Jesucristo. Un legado rico y tan complejo que no es fácil imitarlo de modo sencillo. La Iglesia Católica les propone los santos a sus fieles, como modelos de maneras diferentes de imitar a Jesús. Actualmente, la Iglesia les señala a sus seguidores más de diez mil santos. ¡Diez mil maneras diferentes de seguir el legado de Jesucristo!
Esa es la tarea fundamental de los cardenales que tienen que elegir al siguiente Papa. No se trata de buscar quién seguirá el legado de Francisco, o el legado de Benedicto XVI, o el de San Juan Pablo II. Lo importante es encontrar a quién seguirá el legado de Jesucristo. Para lo cual habrá que discernir los signos de estos tiempos. Tiempos complejos, a veces contradictorios. Donde 700 millones de personas dejaron de ser pobres, pero hay muchos que emigran huyendo de la pobreza y de la violencia. En los que las cristiandades, en países tradicionalmente católicos, están en declinación, mientras que la Iglesia crece en las tierras de misión. Donde la ciencia y la tecnología crecen a pasos agigantados, mientras que vivimos “el ocaso de la razón” y el triunfo del sentimentalismo. Tiempo de invierno demográfico, tiempo de credulidad y, a la vez, de falta de esperanza. Toda una tarea para el conclave y para el nuevo Papa.
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