El trabajo no es recurso, es vida

Cada 1° de mayo conmemoramos el Día del Trabajo. Pero más allá de banderas, marchas o discursos, esta fecha debe recordarnos algo esencial: el trabajo no es solo una actividad económica; es una dimensión profundamente humana, un acto creador que transforma el mundo y da sentido a la existencia. Desde el obrero en una maquiladora hasta quien atiende un pequeño puesto en el mercado, trabajar es una forma de amar, de cuidar, de servir y de crecer.

Por ello, el centro del trabajo no puede ser ni la utilidad, ni la eficiencia, ni siquiera el capital, sino la persona y su familia. En este marco, la conmemoración del Día del Trabajo debería vincularse de forma inseparable con otra fecha clave: el 23 de abril, Día de la Responsabilidad Social Empresarial, porque no hay justicia laboral sin empresas que coloquen la dignidad humana en el corazón de su modelo de negocio.

Contexto histórico: del reclamo por 8 horas a la lucha por condiciones humanas

El Día del Trabajo nace del coraje y sacrificio de los mártires de Chicago en 1886, quienes exigían algo hoy impensable de negar: una jornada laboral de ocho horas. Su protesta, que derivó en la Revuelta de Haymarket, encendió una lucha internacional que permitió que hoy existan derechos como el descanso, la seguridad social o la negociación colectiva.

Sin embargo, esas conquistas no han llegado a todos. En México, más del 55% de los trabajadores se desempeña en la informalidad (INEGI, 2024), sin acceso a prestaciones, pensiones ni estabilidad. Por eso, la fecha sigue siendo más que conmemorativa: es una urgencia ética y política.

El trabajo como medio de plenitud personal y social

“El trabajo debería ser la expresión de la dignidad de la persona humana, no su negación”, decía el Papa Francisco en una audiencia con sindicalistas italianos. Esa visión nos invita a replantear la relación entre empleador y empleado no como una lucha, sino como una colaboración entre personas con igual dignidad.

Todo aquel que genera empleo, desde una gran empresa hasta un emprendedor de barrio, es ya un agente de cambio. Pero ese cambio debe orientarse al bien común. La empresa, como afirma la encíclica Caritas in Veritate, es ante todo una “comunidad de personas”, no una simple organización productiva.

“En mi pequeño taller de costura somos tres mujeres. No tengo empleados, tengo aliadas. Si una falta porque su hijo está enfermo, entre todas le cubrimos. El trabajo es parte de nuestra vida, y la vida no se divide entre jefa y empleada.”
Rosa Isela Ávila, emprendedora en Iztapalapa

RSE: no adorno, sino columna vertebral del trabajo digno

Cada 23 de abril, se celebra el Día de la Responsabilidad Social Empresarial. ¿Pero cuántas empresas lo viven más allá del marketing? Hoy más que nunca, la RSE debe ser la política laboral de base, y no un accesorio cosmético.

Esto significa:

  • Remuneraciones que permitan vivir con dignidad, no solo sobrevivir.
  • Horarios que respeten la vida familiar y el descanso.
  • Ambientes de trabajo libres de violencia, discriminación y explotación.
  • Formación continua y oportunidades de crecimiento, incluso en el changarro más modesto.

“Los trabajadores no somos piezas reemplazables. Somos padres, madres, hijos, ciudadanos. Que una empresa te dé trato humano cambia tu vida.”
José Manuel Ramírez, operador de transporte en León, Gto.

Desafíos vigentes en México: más allá del discurso

  • Informalidad y precariedad: 32 millones de personas trabajan sin contrato, sin aguinaldo ni vacaciones (CONASAMI, 2024).
  • Brechas de género: las mujeres ganan, en promedio, 13% menos que los hombres por el mismo trabajo (IMCO, 2024).
  • Jóvenes sin oportunidades: el 22% de los jóvenes entre 18 y 29 años no estudia ni trabaja (ENOE, 2023).
  • Fatiga laboral y salud mental: México es el país con mayor nivel de estrés laboral según la OMS (2023).

Dignificar el trabajo es dignificar la vida

El trabajo no es un castigo, ni una transacción, ni un simple medio para sobrevivir. Es el espacio donde nos hacemos personas, donde servimos a otros, donde dejamos huella. Por eso, el centro del trabajo debe ser siempre el ser humano y no la ganancia.

Empresarios y trabajadores no son enemigos; son socios en la construcción de una sociedad más justa y humana. Desde el más humilde emprendedor hasta el CEO de una trasnacional, todos tenemos la responsabilidad de cuidar el trabajo como uno de los actos más sagrados que puede realizar el ser humano.

Y en esa misión, la Responsabilidad Social Empresarial no es una opción, es una obligación moral.

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