Nacionalismo de pacotilla

Con el afán de trascender en la historia, junto a los personajes que eligió como trasfondo de sus mañaneras e imitando en lo posible sus acciones, el presidente ya no sabe qué hacer y cómo llamar la atención. Quizá un psiquiatra pudiera desentrañar las profundidades de su subconsciente que lo llevan de aquí para allá. ¿Cómo es que descendiente de españoles, los aborrece tanto?

Empujado, quizá, por su esposa e ignorando la historia de México, en un arrebato de indigenismo fuera de lugar, se dedicó a despotricar contra la conquista que, liderados por Hernán Cortés, realizaron los pueblos originarios que se aliaron para poner fin a la opresión de los aztecas. Se ha dicho hasta la saciedad que un puñado de hispanos no podrían haber vencido, de no haber mediado la habilidad de Cortés para hacer alianzas y el odio indígena que impulsó a masacres vengadoras.

Y si bien es cierto que en el virreinato (que no colonia) hubo españoles abusadores entre los miembros de la Primera Audiencia, encabezados por Nuño de Guzmán, y algunos encomenderos, también hubo españoles justos como los de la Segunda Audiencia. Vasco de Quiroga, entre ellos, no sólo impartió justicia, sino que a partir de los pueblos-hospital de Santa Fe de México y de la Laguna, favoreció el tejido social, evangelizó, generó economía, política, civilización y cultura. Eso sin contar a los frailes franciscanos, los agustinos, los dominicos y los jesuitas.

Todo lo anterior viene a cuento a propósito de la “segunda nacionalización de la industria eléctrica”, según expresión del Presidente, por la compra de parte de las instalaciones de Iberdrola de generación combinada de electricidad, ya antiguas y contaminantes, mientras la empresa se quedó con las modernas y no contaminantes.

Analistas de España y México han coincidido que en esta operación comercial, quien resultó ganadora fue Iberdrola, pues la operación resultó una jugada de tres bandas que le ayuda en el redireccionamiento del negocio para fortalecer sus inversiones en Estados Unidos, se deshizo de instalaciones obsoletas, evitó pagar las multas que se le habían aplicado y podrá enfocarse a la tecnología sustentable.

Por otra parte, se afirma que los 6 mil millones de dólares que se pagarán por dos terceras partes de las plantas de la empresa española (13), tienen una antigüedad de entre 10 y 25 años, y la tercera parte restante se construyeron entre 2017 y 2019, son un alto precio. De acuerdo con esa información, con 2 mil millones de dólares más se podrían haber construido otras tantas plantas nuevas.

Además, las plantas no pasarán a ser propiedad de la CFE sino del Fondo MPI, donde el gobierno tiene socios, aunque conserva la participación mayoritaria, así que la paraestatal que dirige Manuel Bartlett seguirá siendo cliente de las empresas que ya la abastecían anteriormente. Y la gran “nacionalización” significará que, según el Presidente, la CFE pasa de tener el 39 por ciento del mercado, al 55 por ciento, cosa inexacta, pues el Fideicomiso que adquirirá los desechos de Iberdrola, es privado con mayoría del Estado. Es la misma gata, pero revolcada.

Envolverse en la bandera para invocar una reivindicación nacionalista de pacotilla, es no tener una idea clara de la economía contemporánea y la composición de la inversión extranjera en los países. Pero, al mismo tiempo, con esos desplantes propagandísticos con los que pretende engañar a la sociedad mexicana, se está proyectando una imagen negativa de nuestro país. Los mensajes que se transmiten son contrarios a la inversión extranjera en nuestro país, cuando hoy por hoy, se reconoce que ésta es necesaria para generar más empleos y más riqueza, pues los recursos y la tecnología propia no son suficientes para ello.

El amor a la nación, sin los ismos demagógicos que han provocado graves problemas, consiste en generar condiciones de desarrollo consistente y estable, favoreciendo a las pequeñas y medianas empresas que estamos en condiciones de crear y desarrollar. Se trata de construir, no de destruir, de cancelar o frenar lo que pudiera llegar para fortalecernos.

El antihispanismo de quien nos gobierna, se parece al comportamiento de los “pochos” (norteamericanos descendientes de mexicanos), que se avergüenzan de sus antepasados y quieren ser más gringos que los gringos, lo cual manifiestan maltratando con más saña a los mexicanos que se les ponen enfrente. Son problemas del subconsciente.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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