Padres también lloran

Los padres también lloran

Cuando leí esta frase, me cuestioné si como mamá les había yo demostrado mis emociones a mis hijos, o más bien, los eduqué bajo la creencia que los “padres no lloramos”.



Al investigar la opinión de especialistas comprobé que ocultar las emociones negativas en una familia, es algo que les puede afectar a nuestros hijos cuando se presenten los problemas.

Es algo que como papás nos cuesta trabajo aceptar, ya que ante ellos somos fuertes y poco vulnerables.

Estamos en un grave error: los padres también lloran y deben hacerlo delante de sus hijos. Ahora que se ha estudiado tanto sobre las emociones, se sabe que todo niño tiene que estar preparado tanto para celebrar las buenas noticias como para digerir las malas.

El sociólogo Francesc Núñez, estudioso de las emociones afirma que los niños tienen que pasar por ese aprendizaje, ya que la “ocultación por parte de sus padres de estados de tristeza o miedo les hará estar menos preparados para afrontar después sus propias emociones”

Algunos consejos que nos dan los especialistas para lograr lo anterior son:

– Evitar transmitir la idea de que todo es perfecto, que no hay problema, que la felicidad dura, que en esta familia no pasa nada y todo está bien.

– Es un error pensar que el niño va a estar mejor si se le ocultan los problemas de su entorno.

– No se trata de que el menor participe en todos los problemas de los mayores, pero si explicarle, si su papá o mamá están tristes, a que se debe esa situación. Claro está, siempre con un lenguaje que el pequeño entienda.

– Buscar el momento y la forma de decírselo a cada uno de los hijos ya sea separados o juntos de acuerdo a su edad, madurez y contexto familiar.

– Trasmitir a los hijos la idea de que los problemas se pueden resolver, que no son una amenaza sino un reto, y que casi todas las situaciones pueden superarse; se puede aprender y crecer con estas experiencias.

– Las emociones no tienen una base biológica, son principalmente sociales y hay que aprender a sentirlas y a reconocerlas. Por mucho que se intente no llorar o mostrar tristeza ante los hijos, jamás se podrá proteger a esos menores de las emociones. Mejor enseñarles a sentirlas, canalizarlas y saber como responder ante ellas.

La principal razón por la que los padres actuamos de esta manera, es un mal que actualmente estamos viviendo en la infancia y se llama “sobreprotección”. Las familias son más pequeñas, uno o dos hijos, que se convierten en la pieza fundamental de la familia.

Se piensa que hacer creer al niño que nunca hay problemas, hacerlo que viva en una burbuja de cristal, hace pensar al niño que el mundo es perfecto.

Con este comportamiento se crea una generación de niños con poca confianza en sus capacidades, con baja autoestima y tolerancia a la frustración, dado que no han tenido que esforzarse para conseguir nada.

Cuando se sobreprotege a un niño de las emociones negativas se le está transmitiendo el mensaje de que “no confiamos en él, en su fuerza, autonomía y capacidad para asimilar estas situaciones y adaptarse a los cambios”

¿Cómo debemos actuar los papás ante este tema de los “padres también lloran”?:

– La perfección: evitar transmitir la idea de que todo es perfecto, que la felicidad dura siempre. Es un error intentar ocultar al menor los problemas existentes en su entorno familiar. Eso no implica que haya que decirle todo, pero si hacerlo partícipe de lo que ocurre.

– La sobreprotección: la vida tiene momentos de felicidad, pero hay que asumir que ese estado no es perpetuo. Cuando se ocultan los problemas cotidianos, el niño acaba viviendo en un mundo irreal y no se le prepara para superar la frustración que padecerá cuando sea consciente de que no todo es perfecto.

– La resolución: si los padres comparten las emociones negativas, esos niños comprenderán que un problema no es una amenaza, y que pueden superarse.

– Ejemplo: los padres y hermanos mayores deben ser un ejemplo de gestión de emociones para los pequeños de la casa, para que todos se sientan con la libertad de expresar en público alegría, tristeza, miedo o rabia.

– Acompañamiento: de igual forma que los padres acompañamos a nuestros hijos en los momentos difíciles, éstos pueden ser de gran ayuda para que nos sintamos fuertes y acompañados.

Recuerda: como padres podemos llorar, y que mejor que sean nuestros hijos quienes nos entiendan y consuelen.

 

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Lucía Legorreta de Cervantes cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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