¿Por qué militarizar a México?

El ejército mexicano ha demostrado su apoyo al pueblo en varias ocasiones, ¿será buena idea el Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2022?


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Ramón Aguirre, entonces regente del DF, contó que apenas acababa de sacudir a la Ciudad de México el gran terremoto del 19 de septiembre de 1985, le habló por teléfono al presidente De la Madrid para ponerse a sus órdenes y recibir instrucciones para enfrentar la crisis.

De la Madrid (MMH) le espetó que se pusiera a las órdenes del general Juan Arévalo Gardoqui, secretario de la Defensa Nacional, a quien le había encomendado coordinar todas las labores de emergencia, seguridad y rescate en la capital.

A lo que Ramón le respondió a MMH que desistiera de ese gran error (no por desconfianza en Arévalo Gardoqui) porque les estaba entregando el poder a los militares y pensara si estaba seguro de que se lo devolverían.

Hoy, en el Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2022, López Obrador (que había sostenido siempre que las fuerzas armadas no debían cumplir funciones de seguridad pública, pues la creciente militarización no dio, ni dará resultados) encomendó esa tarea a la Guardia Nacional, integrada por el Ejército, la Marina y la Policía Federal, bajo la batuta del Gral. Luis G. Sandoval, secretario de la Defensa Nacional.

De inmediato surgieron desacuerdos y críticas: la militarización es una amenaza a los derechos humanos y un factor clave que contribuyó al drástico aumento de los homicidios, en los dos últimos sexenios, cuando fue decretada por los presidentes Calderón y Peña Nieto.

Se dice que será una centralización del poder que anulará el federalismo, pues las decisiones se tomarán desde la cumbre, sin dar lugar a gobernadores y presidentes municipales; tampoco al Poder Judicial, porque fiscales y ministerios públicos investigarán lo que les ordenen de arriba.

Será pues, una perversión de la impartición de justicia; además ignora los estudios y opiniones de los organismos sociales, en un ilógico contrasentido por provenir de quien se ostenta como luchador social.

Pese a ser una afrenta al régimen republicano y democrático, Amlo proclama una “militarización como nunca la ha conocido el país en su historia moderna; sostienen las organizaciones sociales que tendrá consecuencias profundas y romperá el equilibrio entre civiles y militares, “que ha prevalecido en México en las últimas décadas”.

En fin –concluyen– quiere volver a una de las herencias más lamentables de un pasado antidemocrático.

Esta centralización no impedirá abatir pobreza, desigualdad, desempleo, corrupción y no nos devolverá paz y seguridad pública, metas ineludibles que ya frenaron el cierre del Aeropuerto en Texcoco y las amenazas del senador Monreal de abatir las tasas usureras que cobran los bancos.

Valga insistir si Andrés habrá pensado qué haría si en un momento dado las fuerzas armadas no quieren devolverle el poder. La experiencia dice que los sátrapas que se montan sobre un país tiene que hacer una serie de concesiones a sus ejércitos para tenerlos gratos y que no los derriben. ¿Irá México hacia allá?

Lo más grave está en que el presidente electo se cree no sólo la encarnación de la democracia, sino de la patria misma y no hay quien lo haga recapacitar, porque las mayorías de Morena en el Congreso le hacen creer que es infalible.

Ojalá recapacitara y se bajara del pedestal, por su bien y el de los mexicanos.

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