El aborto y el PAN

Este no es un asunto de ganar o perder, es un asunto de mantenerse firme, defendiendo con lucidez y coraje principios y nociones básicos.


PAN


El mes pasado, a raíz de una serie de determinaciones legislativas, el tema del aborto regresó a la palestra pública; y lo hizo, con mayor fuerza, si cabe, tras las desafortunadas declaraciones del ministro de la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar, quien con manifestaciones sexistas, clasistas y prejuiciosas (evidentemente contrarias a la imparcialidad que debería regir su quehacer, pues es un tema que tarde o temprano le tocará a él resolver y ya sabemos cómo lo hará), señaló: “Las niñas ricas siempre han abortado sin ningún problema, sin consecuencias legales de ninguna especie”.

De ese sainete aborrecible –al fin de cuentas hablamos de un debate ocioso pues en el fondo se trata de una sola cosa: si se suprime vida humana o no (pensar que el debate se puede enfocar de otra forma es una imbecilidad)–destaco una sola cosa: el mutismo del PAN en el Poder Legislativo.

Corriendo los riesgos que deban correrse (que le llamen “partido confesional” es lo de menos), el PAN debería erigirse, a través de sus cámaras, con una voz vigorosa que se escuche fuerte: “No al aborto” y punto.

Resulta penoso tener que recordarles a los diputados panistas algunas nociones básicas de sus documentos de doctrina o de su historia, pero ni modo.

En primer lugar, la vigencia de los postulados del PAN nace de los principios de doctrina que proclama; de esta, don Manuel Gómez Morin señaló que era “sencilla, clara como la luz, como el aire, como el agua, como todo lo que da vida y es vida, y alimenta, y salva y eleva”. Así, para esos diputados que ensalzan, y votan a favor, modas que constituyen banderas de grupos “progres”, enquistados en el poder desde hace algún tiempo, sería bueno recordarles el artículo 1, inciso a), de sus Estatutos: el Partido es una asociación constituida con el fin de lograr: “El reconocimiento de la eminente dignidad de la persona humana y, por tanto, el respeto de sus derechos fundamentales y la garantía de los derechos y condiciones sociales requeridos por esa dignidad”. No habla de grupos, ni de sectores, ni de catervas, ni de masas, habla de seres humanos.

Y dentro del cometido fundamental, hablando estrictamente de “rescatar la dignidad humana”, los mismos principios establecen que: si una persona es equiparada a la materia, o degradada por otra, o esclavizada, u oprimida, es todo el orden de los valores humanos el atacado; no hay “deber de caridad más apremiante y obligatorio que el de restablecer, hasta donde las propias fuerzas alcancen, en el ámbito reducido o extenso en que la acción sea posible, la integridad y la dignidad del hombre”. ¿Dónde está la caridad de esos pseudopanistas que, en un tema tan álgido, tan delicado, tan apremiante, eligen posturas izquierdistas cuyas propuestas no solo repugnan al sentido común sino incluso, a los principios y creencias básicos que se obligaron a defender?

Hace justo 55 años, decía Adolfo Christlieb Ibarrola: “Luchamos por hacer realidad un concepto de vida fundado en el respeto a la Persona Humana”; ¿dónde quedó ese respeto? ¿Dónde la lucha?

En un párrafo memorable, Carlos Castillo decía: “En estos terrenos hay muchas cosas que se siguen, por ejemplo la postura radical —aquí sí radical del Partido Acción Nacional— en contra de la legalización del aborto. Acción Nacional ahí no va a dar un paso atrás”. ¿Dónde quedaron la valentía, la gallardía, la radicalidad, tan necesarias en esta hora?

El PAN se caracterizó por hacer oír su voz por encima de la algarabía del entorno; en la calle, no temía perder elecciones si ganaba con el ejemplo; en tribuna, no le importaba perder debates “arreglados”, si ganaba en el terreno de las ideas; ideas claras, sencillas, auténticas, necesarias, como es el respeto irrestricto a la vida y a la dignidad humanas. Este no es un asunto de ganar o perder, es un asunto de mantenerse firme, defendiendo con lucidez y coraje principios y nociones básicos. Triste su silencio cómplice, triste su inacción y triste su cobardía.

 

Te puede interesar: México retrocede 40 años

* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

@yoinfluyo 

redaccion@yoinfluyo.com

 

Compartir

Lo más visto

También te puede interesar

No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.

Newsletter

Suscríbase a nuestra newsletter para recibir nuestras novedades.