México; feminismo, mujer

El feminismo, ¿a favor de la mujer?

Como mujer, seguramente en algún momento de tu vida has sentido frustración y enojo por no ser tratada con justicia, acorde a tu naturaleza, misión y realidad, y en más de alguna ocasión has pensado que el feminismo es la solución. Pero, ¿realmente lo es?



Desde hace 42 años, más de 190 países en el mundo celebran el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, logro indiscutible cuyo propósito es obtener mejores condiciones de vida que a lo largo de la historia le han sido negadas, descalificadas o ignoradas.

Si bien es cierto que el origen del día internacional sólo contemplaba la lucha por los derechos laborales de las mujeres en 1911, estos se han ido ampliando en todos los ámbitos de desarrollo: personal, familiar, social y político, precisamente por el estancamiento, subordinación y maltrato a la mujer.

Poder estudiar la universidad, votar en una elección o ser votada, ser propietaria de bienes, ganar un salario justo, ser responsables de sí mismas y no vivir como menor de edad aun teniendo 50 años, eran sólo algunas de las demandas, que llevaron a las mujeres a formar en el siglo XIX agrupaciones sociales.

Sin duda, muchas de esas demandas han sido satisfechas, y otras aún quedan en el tintero para ser conquistarlas.

Matilde Petra Montoya Lafragua se convertirse en la primer medico en México, quien para serlo tuvo que intervenir Porfirio Díaz, el entonces presidente de la República, solicitándole a la escuela de San Ildefonso una excepción para incluirla como alumna, ya que este derecho estaba reservado sólo al varón.

En 1953, las mujeres en México acudieron por primera vez a las urnas para decidir mediante sufragio sobre aquello que les afecta, logrando con ello, no sólo el reconocimiento de un derecho civil, sino la aceptación de la capacidad intelectual para tomar decisiones más allá de un ámbito privado.

Está claro que las mujeres eran consideradas incapaces, personas de segunda; por tanto, su crecimiento estaba limitado y habría de regresarles lo que por justicia correspondía.

San Juan Pablo II en su Carta a las Mujeres en 1995, pide perdón por la responsabilidad de muchos de sus hijos en dificultar el camino de la mujer. Y nos recuerda que “por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud¨.

Pero también resulta claro que no todas las demandas corresponden al ámbito de lo justo y necesario para desarrollarse, sino a un planteamiento erróneo de ser más que el hombre, negando su naturaleza, misión y vocación, exigiendo postulados que incluso atentan contra ellas.

Así encontramos feministas radicales, que aseguran que para ser tratadas con justicia hay que liberarse del yugo de la sexualidad, que las subordina al hombre, tomando ellas el control de los métodos de reproducción, es decir, sexo sí cuando y como se desee, pero sin consecuencias; por tanto, anticoncepción, aborto, homosexualidad y género son sus demandas.

Por su parte, las feministas social-marxistas atribuyen la situación de injusticia de la mujer al abuso de los hombres y, por tanto, hay que declarar una guerra inconciliable entre ambos sexos. La familia es el enemigo a destruir, la maternidad es un lastre, los hijos una carga, el hogar un lugar de estancamiento.

Las feministas liberales afirman que la subordinación de la mujer se debe a las costumbres y roles que la sociedad las ha obligado a desempeñar, y que no le son propias, sino asignadas, y que, por lo tanto, no tienen porqué ser femeninas, madres, educadoras, negociadoras, embajadoras de la paz, cuidadoras, etc., sino que hay que reinventarse culturalmente.

El feminismo teológico es aquel que nace en los años 30 del siglo XX en iglesias protestantes del Reino Unido, demandando y logrando que la mujer se desempeñe como sacerdote. Católicas, por su parte, hacen lo propio, sin que se les autorice.

Finalmente, existe también el feminismo católico, aquel cuyo fundamento está en reconocerse criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza, por tanto con una naturaleza espiritual y trascendente, que le recuerda actuar conforme a lo que es, para lo que fue hecha y en función de alcanzar la vida eterna.

Entonces, ¿el feminismo está a favor o no de la mujer?

Sólo el feminismo católico está a favor de la mujer en todas sus dimensiones: cuerpo y alma trascendente.

El resto de los feminismos NO SON COMPATIBLES, pues disocian el cuerpo del alma, es decir, que pueden hacer con el cuerpo lo que se quiera, sin que exista una conexión moral entre las acciones y la salvación.

Pero también resulta incompatible en la convivencia social, pues buscan la lucha permanente entre varón y mujer, en lugar de la unión y complementariedad, pretendiendo reinventar roles personales y sociales alejados de su naturaleza.

En la salud, resulta utilitario, pues no sólo se mutilan órganos sanos y consume químicos dañinos, sino que además se trata a la mujer como objeto de enriquecimiento y poder manipulable al servicio de unos cuantos.

Y en la naturaleza resulta devastador, alterando el orden natural, disponiendo de la vida humana a placer, alterando procesos biológicos irreversibles y destruyendo toda posibilidad de remplazo generacional.

Humanicemos el feminismo.

@yoinfluyo

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* Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen necesariamente la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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