La cárcel daña la salud de familiares de presos

Los familiares de quienes están en prisión ven disminuida su calidad de vida no sólo por las consecuencias sociales y económicas, sino también se ve afectada su salud mental y física.


Familias enfermas


Las mujeres que mayoritariamente son quienes asumen todas las responsabilidades de sacar adelante a su familia, incluyendo a su familiar que se encuentra encarcelado, son quienes resultan más afectadas, de acuerdo con el estudio Family Member Incarceration, Psychological Stress, and Subclinical Cardiovascular Disease in Mexican Women (2012-2016). En esta investigación, dada a conocer por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), se analizaron casos en México y Estados Unidos.

En lo que corresponde a México, se entrevistaron a mil 849 mujeres, de las cuales alrededor de 15 por ciento tenía un familiar en prisión. De este porcentaje, 40 por ciento percibió que esta situación tuvo un efecto severo en su vida.

En su mayoría, las mujeres con un familiar en prisión eran fumadoras, tenían sobrepeso y diabetes, y habían estado expuestas a violencia con mayor frecuencia, que las mujeres sin un familiar en prisión. Además, tenían una posibilidad 41 por ciento mayor de tener aterosclerosis de la arteria carótida (endurecimiento de las paredes de las arterias) un indicador de enfermedad cardiovascular con respecto a aquellas que no han experimentado esta situación.

La investigación, publicada en la revista American Journal of Public Health, fue elaborada por investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” y varias universidades de Estados Unidos, Islandia y Alemania.

Mal y de malas

Según el análisis, el aumento del encarcelamiento en los Estados Unidos y México ha tenido un impacto desproporcionado en las personas desfavorecidas y marginadas quienes tienen un estado de salud más pobre antes, durante y después del encarcelamiento.

Añade que el encarcelamiento no sólo afecta a las personas privadas de su libertad y que permanecen encerradas, sino que también afectan el bienestar de su familia y comunidad. “Por ejemplo, el encarcelamiento de los padres parece afectar la salud de los niños y adolescentes. La evidencia inicial sugiere que el encarcelamiento también puede influir negativamente en la salud mental y física de miembros adultos de la familia que brindan atención a personas encarceladas y sus familias durante los períodos de prisión”, subraya la investigación.

El estudio destaca que la pérdida de un miembro de la familia por el encarcelamiento puede representar un evento de vida altamente estresante, lo cual puede repercutir en la salud cardiovascular a través de respuestas metabólicas alteradas y comportamientos de estilo de vida poco saludables como fumar, consumir bebidas alcohólicas o la mala alimentación.

De acuerdo al INSP, en México cerca de 163 personas por cada 100 mil habitantes se encuentran encarceladas, cerca de la mediana mundial. Sin embargo, la población carcelaria ha aumentado constantemente en las últimas décadas, indica el análisis.

Los investigadores sugirieron reevaluar las políticas públicas que contribuyen al encarcelamiento, asegurar una vida digna para las personas encarceladas y fortalecer el bienestar de las comunidades afectadas a través de un abordaje clínico en el modelo de atención primaria en salud integral e integrada que considere el encarcelamiento de un familiar un potencial determinante social de la salud.

El estudio señala que el encarcelamiento puede tener un impacto duradero en la salud física de las familias afectadas y puede desempeñar un papel en las disparidades de salud. Este estudio en México proporciona evidencia sobre el papel potencial de las vías de estrés-enfermedad en las consecuencias cardiovasculares del encarcelamiento en las familias.

Aunque los sistemas penitenciarios de los Estados Unidos y México difieren, la extorsión a las personas encarceladas, la falta de recursos y las malas condiciones de vida de las personas encarceladas son comunes en ambos contextos, indica el estudio.

 

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