Ni tragedias como la de Texas detendrán migración hacia EUA

Las muertes de migrantes a lo largo de la frontera sureste que Estados Unidos comparte con México siguen en aumento ante el cierre de vías migratorias legales, lo que lleva a las personas a buscar los servicios de los coyotes.



Tragedias como la sucedida en San Antonio, Texas, donde fueron hallados migrantes latinoamericanos, la gran mayoría mexicanos, que viajaban escondidos en un tráiler en donde perdieron la vida de 53 de ellos, seguirán ocurriendo en tanto continúe la imposición de políticas migratorias restrictivas, de militarización y cierre de fronteras, advirtió Andrea Margarita Núñez Chaim, coordinadora del Programa de Asuntos Migratorios de la Universidad Iberoamericana.

“Que la gente se vea orillada a ir hacinada dentro de tráileres para atravesar estados que en la actualidad registran altas temperaturas, es resultado de las políticas migratorias que hoy por hoy tienen a la frontera de México con Estados Unidos totalmente cerrada, específicamente para las personas mexicanas”, subrayó la catedrática.

En el contexto de este acontecimiento, la directora regional de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) dijo que “esta no es la primera ni será la última tragedia de este tipo, ya que los traficantes de personas siguen aprovechándose de los migrantes y otras personas vulnerables que sólo buscan una vida mejor para ellos y sus familias”.

A este respecto, un análisis de InSight Crime afirma que las muertes de migrantes a lo largo de la frontera sureste que Estados Unidos comparte con México siguen en aumento ante el cierre de vías migratorias legales, lo que lleva a las personas a buscar los servicios de los coyotes.

Datos de la OIM revelan que las rutas migratorias de las Américas, que tienen como principal destino la Unión Americana, han cobrado en lo que va de este año casi 500 vidas y de acuerdo a la Oficina para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) este año “es probable que sea un año récord de muerte de migrantes en suelo estadounidense”, en parte porque la política del país ha “cerrado las puertas de entrada a quienes buscan asilo, llevando a muchos a recurrir a caminos traicioneros”.

Asimismo, la OIM estima que en todo 2021 fallecieron al menos mil 238 personas, entre ellas 51 niños. Al menos 728 de estas muertes corresponden a la frontera entre México y Estados Unidos, considerada la más mortífera del mundo.

El miedo a morir no los detiene

La migración no para a pesar de que se cierren las fronteras, porque la necesidad de la gente de salir de sus países es mayor, siempre habrá redes de tráfico de personas del crimen organizado “que trabajan en total coordinación y colusión con diferentes autoridades en distintos países, no sólo en México, sino también en Estados Unidos”, advirtió Andrea Margarita Núñez, coordinadora del Programa de Asuntos Migratorios de la Universidad Iberoamericana.

 

Señaló que dichas redes criminales son las que de cierta forma facilitan la migración, pero a costa de exponer a los migrantes a situaciones de hacinamiento, a muchos riesgos para su salud e incluso para su vida, además de cobrarles cantidades altas de dinero. A final de cuentas, lamentablemente, la migración se vuelve un negocio para las redes criminales y autoridades, beneficiarias de que las políticas migratorias sean cada vez más restrictivas, porque “lucran con las necesidades de las personas por buscar un lugar seguro para poder hacer su vida”.

La especialista en temas de migración aseveró que a corto y mediano plazo no habrá ningún cambio en la tendencia al alza de la migración forzada –provocada, entre otros factores, por la violencia-, porque lo que se necesita es un cambio de políticas integrales de muy largo plazo, en términos de prevención de la violencia, de atención a la pobreza, de acceso a la salud y a la educación.

Mientras esas políticas de desarrollo no se implementen, las personas migrantes, que probablemente estén amenazadas de muerte o cuyas familias estén pasando hambre, estarán dispuestas a asumir el riesgo de morir en su tránsito migratorio, “porque los riesgos de quedarse en sus comunidades, en sus lugares de origen, son mucho más altos”, consideró.

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