El 10 de mayo en México el mundo detiene su paso para honrar a quien nos dio la vida: la madre. Desde flores y serenatas hasta cartas, comidas especiales o silencios que laten con gratitud, el Día de la Madre no es solo una fecha del calendario, sino un llamado a la memoria y al corazón.
Celebrar a la madre es celebrar la raíz más profunda de la humanidad, una figura que ha inspirado a poetas, filósofos, músicos y místicos, y que trasciende lo biológico para tocar lo espiritual, lo simbólico y lo cultural.
Como expresó el escritor mexicano Carlos Fuentes:
“La madre es la única mitología viva de nuestra cultura.”
Historia del Día de la Madre: del rito al homenaje moderno
El impulso por honrar a las madres no es moderno: desde la Grecia clásica, donde se rendía culto a Rea, madre de los dioses, hasta las celebraciones romanas en honor a Cibeles, las culturas antiguas asociaban la maternidad con la fertilidad, la tierra y lo sagrado.
En el siglo XVII, en Inglaterra, surgió el “Mothering Sunday”, cuando los sirvientes recibían permiso para visitar a sus madres. Pero el Día de la Madre moderno tiene sus raíces en Estados Unidos, gracias a Anna Jarvis, quien en 1908 impulsó una jornada nacional para honrar a las madres, en memoria de la suya. En 1914, el presidente Woodrow Wilson lo institucionalizó como día oficial.
En México, el Día de la Madre fue propuesto en 1922 por el periodista Rafael Alducin, con el apoyo del gobierno y de instituciones religiosas. Desde entonces, el 10 de mayo se volvió una tradición profundamente arraigada.
Significado y valorización: la madre como tejido de la sociedad
Más allá de los gestos comerciales o protocolares, el Día de la Madre debería ser una jornada de reconocimiento profundo. Las madres no sólo dan la vida: la sostienen, la nutren, la elevan.
“El mundo se cae a pedazos y mi mamá todavía encuentra la manera de cocinarme mi sopa favorita cuando estoy triste”, dice Estefanía, universitaria de 24 años, en un testimonio que encapsula lo cotidiano y milagroso del amor materno.
Diversos estudios, como el del Center for the Advancement of Women (2021), señalan que las madres —especialmente en contextos vulnerables— realizan en promedio el triple de trabajo no remunerado que sus parejas, sin reconocimiento ni protección social.
Reconocer su labor es, también, una cuestión de justicia social.
Celebraciones y tradiciones: un lenguaje universal con acento local
En México, el 10 de mayo se vive con intensidad: mariachis, flores, festivales escolares, misas especiales. La madre ocupa un lugar simbólico central, casi sagrado.
En Estados Unidos y Canadá, se celebra el segundo domingo de mayo, con tarjetas, llamadas, brunch y homenajes en medios.
En Tailandia, coincide con el cumpleaños de la Reina Madre, y se celebra con actos patrióticos y oraciones budistas.
En Etiopía, el “Antrosht” dura tres días de danza, canto y comida tradicional. En Serbia, las madres son “atadas” por sus hijos hasta que pagan su “rescate” con dulces o regalos.
Cada país expresa su amor de manera distinta, pero el mensaje es común: la madre es figura de unión, cuidado y memoria.
Reconocimiento a todas las madres: no hay un solo molde
El concepto de “madre” se ha expandido. Hoy reconocemos también a las madres adoptivas, abuelas, tías, cuidadoras, madres solteras y madres en duelo. Todas enfrentan desafíos únicos.
“Soy mamá de acogida desde hace seis años. Aunque no parí a mis hijos, los he amado como si lo hiciera con cada mirada”, cuenta Dalia, de Guadalajara, quien ha cuidado a cinco niños rescatados del DIF.
El amor materno no se mide por la genética, sino por la entrega diaria, la paciencia inagotable y la fe en el otro.
También debe reconocerse a las madres que enfrentan pérdidas: la maternidad en duelo necesita visibilización y respeto.
Llamado a la gratitud: no solo un día, sino una actitud
Decir “gracias” a una madre debería ser más que una rutina. Es un acto de conciencia. Las palabras tienen poder, y en la boca de un hijo, pueden sanar décadas de cansancio.
Un estudio de la Universidad de Harvard (2022) indica que los niños que expresan gratitud a sus madres tienen mayores niveles de empatía y bienestar emocional en la adultez.
Honrar a nuestras madres no requiere grandeza, sino presencia: un abrazo, una carta escrita a mano, un gesto de escucha, o simplemente compartir un rato en silencio.
Amar a la madre es amar nuestras raíces
El Día de la Madre no es solo una celebración sentimental: es una oportunidad para mirar hacia atrás y reconocer quién nos sostuvo cuando apenas podíamos caminar, quién nos abrazó cuando el mundo parecía demasiado grande, quién sigue ahí incluso cuando fallamos.
Como escribió Gabriela Mistral:
“El amor materno es el único que no se cansa nunca. Nadie como una madre sabe esperar.”
Y en lo más alto, en el plano espiritual, la figura de María, la Madre de Dios, ha inspirado a millones como símbolo de compasión, consuelo y presencia discreta. La teóloga Simone Weil escribió:
“Dios tocó la tierra cuando una madre dijo ‘sí’.”
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