Examen de conciencia

Cuando se termina el año, las empresas acostumbran hacer un corte para revisar cómo marcha el negocio especialmente en el aspecto económico, rubro importantísimo para asegurar la supervivencia y para afinar la gestión o poner medidas en caso de necesidad.

Al terminar un año, San Josemaría Escrivá, recomendaba también revisar la marcha de la vida porque afirmaba que no había negocio más importante que ese. Para este asunto se habla de examen de conciencia. Pues sabemos que la conciencia es el reducto más íntimo, y si marcha bien marcharán bien las demás actividades.

Hay muchos modos de hacer esa revisión, pero por las características personales hay unos modos más adecuados que otros, por eso se recomienda acudir al consejo de una persona docta que nos conozca. O si no es posible, existen buenos textos sobre el tema.

La conciencia equivale al archivo donde se registran todos los movimientos de un negocio para comparar egresos e ingresos. El balance es fidedigno y siempre le hacemos caso para de inmediato diseñamos las estrategias y subsistir.

Compartimos con nuestros semejantes el hecho de poseer nuestra respectiva conciencia, y la conciencia siempre indica el bien, solamente está satisfecha con nuestros actos auténticamente buenos. Muchas veces llamamos bueno a lo que nos apetece, pero la conciencia nunca varía, siempre señala el bien, aunque no nos guste. 

Gracias a la conciencia siempre podemos encaminarnos al bien, ella nos lo señala, aunque estemos rodeados de personas o ambientes que nos confundan. Incluso aunque hayamos adquirido hábitos viciosos y los justifiquemos, la conciencia nos habla en lo más íntimo y nos dice la verdad, no pacta con nuestros argumentos equivocados. Este es el motivo por el cual nunca podemos perder la esperanza de que alguien muy mal portado se reencamine. Tiene dentro de sí esa voz de su propia conciencia. 

Pero volvamos al examen de conciencia. El examen de conciencia bien hecho se realiza cuando dejamos hablar a la conciencia, al escucharla sinceramente nos descubre nuestro modo de proceder. Nos dice si somos dóciles y buscamos la verdad. El siguiente paso es preguntarnos si con nuestro modo de proceder favorecemos o dificultamos las relaciones humanas. Sean familiares, laborales o de cualquier otro tipo. Obviamente los resultados nos alertan sobre fracturas o fortalezas.

El examen de conciencia bien hecho no paraliza ni asusta si lo aprovechamos con sinceridad porque podremos poner remedios a tiempo. En algunos casos se tratará de llegar oportunamente a salvar una relación conyugal, o laboral, o de amistad. Etcétera.

Debido a que el examen no termina con la aceptación de los resultados, sino que es el antecedente del diseño de un proyecto de vida realista, tiene la importancia de fortalecer nuestras acciones. En la terminología clásica se habla de examen de conciencia, manifestar lo encontrado, pedir perdón a quien se haya lastimado, reparar los daños ocasionados y elegir nuevos modos de proceder para no reincidir.

El diseño de las preguntas del examen tiene su importancia porque ha de ayudarnos de acuerdo a nuestro modo de ser y de)) . Por ejemplo, hay quienes tienden a los escrúpulos. Para ellos las preguntas han de ser positivas, estimulantes y pocas. Así se les impulsa a mejorar sin desanimarse.

Para quienes tienden a ser relajadas convienen preguntas muy concretas con metas exigentes, para despertar el sentido de responsabilidad, el afán de dar buen ejemplo y la responsabilidad de cooperar a la mejora de los cercanos. Así, quien se examina toma en serio la importancia de ser pieza clave para mejorar el entorno.    

Los padres y las madres de familia podrían orientar a sus hijos pequeños con preguntas -dos o tres- sencillas y accesibles para responder. Les estimularán a obtener buenos resultados. Y una vez alcanzados, cambiárselas por otras. Se acostumbrarán a ponerse retos personales y a dar respuestas. Se habituarán a la sinceridad, además de reconocer sus fortalezas y sus debilidades. Alcanzarán desde pequeños el adagio griego: “conócete a ti mismo”.

Desde luego, para muchas personas el examen de conciencia tiene una finalidad mucho más trascendente. No es sólo introspección sino encuentro y diálogo con Dios. De este modo no se trata de una rectificación subjetiva -que ya de por sí es buena- sino un modo de revisar si estamos poniendo en práctica, con nuestras acciones, todo lo debido para hacer realidad nuestra razón de ser.

No olvidemos que mantenerse en el bien es esforzado y tendemos a cansarnos. Es más divertido relajarse. El cuento de Pinocho refleja muy bien esta realidad experimentada por todos. Es más fácil seguir a los pseudo amigos que alejan al muñeco de la escuela y le ofrecen la vida relajada del circo.

Cuando el examen se realiza en diálogo con Dios resulta mucho más grato y estimulante. Se constata la personal debilidad y la inconstancia, con la paciencia de Dios, siempre esperando y siempre atento a nuestras necesidades, nunca nos dice basta. Siempre nos ayuda.  

Buen propósito para rematar este año que termina e iniciar el nuevo año de la mano del mejor Amigo.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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