El presidente y su guía ética

El proyecto de constitución quedó en una especie de folletín con veinte consejos moralizantes para tener una vida ética y lograr la “recuperación de los valores morales y culturales” del país.



Se supone que iba a ser una especie de constitución moral. Un documento de proporciones bíblicas para guiar la vida pública y al gobierno de la cuatroté. Para tal efecto el presidente juntó a personas que considera –uno imagina– inteligentes, con capacidad intelectual y de impecable conducta. Entre estos próceres destacan Enrique Galván –un pobre hombre que balbucea cuestiones económicas y que está habitado por el rencor, la amargura y la polilla–, y Jesús Ramírez, su operador de prensa, un hombre de una pavorosa mediocridad y cuya máxima representación de creatividad es Lord Molécula. ¿Qué podía salir mal?

El proyecto de constitución quedó en una especie de folletín con veinte consejos moralizantes para tener una vida ética y lograr la “recuperación de los valores morales y culturales” del país. Un folletín dominical. Un minicatecismo del padre Ripalda, para lograr “la transformación del país”. Los temas son diversos: el pasado y el futuro, el placer, el perdón, la gratitud, la redención, la fraternidad, la igualdad, la verdad y varios más. No deja de llamar la atención que gente que se dedica al esparcimiento del odio, como los arriba mencionados, hablen de perdón, amor al prójimo y respeto a los demás. De risa loca.

Pero tomemos en serio el asunto y veamos algunas aplicaciones prácticas para el propio promotor de la guía ética: el presidente López Obrador. Dice la guía ética: “De la dignidad. No se debe humillar a nadie. (…) Defiende tu dignidad incluso en las peores condiciones y respeta la dignidad de los otros porque, de no hacerlo, pierdes la tuya propia”. Bueno, pues, al parecer, al presidente no le pasaron ese capítulo o no lo discutieron con él previamente. Si alguien se ha especializado en humillar a los demás es el presidente de la República. Utiliza no solamente los medios de comunicación, sino su cargo de la persona más poderosa del país para insultar a los demás procurando la humillación del prójimo en cada intervención. Es un hombre que se solaza poniendo apodos, fabricando culpables, señalando imaginarios enemigos de la patria y ofendiendo a los demás. De ser cierta la guía, el presidente ya perdió su dignidad al no respetar la de los demás.

Más de la guía: “Del perdón. El perdón libera a quien lo otorga y a quien lo recibe. Pedir perdón y perdonar son dos de las cosas más difíciles en nuestra relación con los demás. (…) Quien perdona se deshace del rencor, de la sed de venganza e incluso del odio, y puede de esa forma superar la ofensa y seguir adelante. (…) Perdónate a ti mismo. Los errores propios suelen conducir a un padecimiento interior de difícil salida. Comprende la motivación de tu conducta indebida, conviértela en aprendizaje y enmienda el daño causado”. Estamos, sin duda, ante una enorme área de oportunidad para el señor presidente. Ojalá preste atención a los textos que difunde y que patrocina. Hay formas de deshacerse del rencor, “incluso del odio”, no son malos consejos para practicar en Palacio Nacional.

Si alguna vez se dijo hace ya meses que las conferencias de prensa presidenciales tenían un tufo a sermón dominguero, lo presentado el jueves en la mañanera fue sin duda un momento estelar en los programas de superación personal, en la promoción de los “artículos milagro” y una especie de promoción del optimismo profesional y de la falsa trascendencia. Pero bueno, tenemos un curita de pueblo en la presidencia, un “preacher”, un líder de secta que, mientras la tragedia se dispersa por el país, distribuye folletines para dirigir la conducta de los demás. Todo un fiasco.

 

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