Pablo el caminante eterno, capítulo XLIII. Éfeso

Pablo se planteó que debería llevar la enseñanza de Jesús.



Es muy importante que Pablo haya llegado a esta ciudad de Éfeso donde el culto al emperador era tan importante como el culto a la diosa Artemisa. Aquí se manifestaba el poder del Imperio Romano en toda en todo su esplendor, parecería Imposible que un culto de un Dios que muere crucificado pudiera ser más atractivo que el de los tradicionales dioses el poderoso imperio y su emperador que dominaba todo el mundo Conocido.

Recorriendo las calles y pasando por los principales edificios y monumentos de la ciudad como el gimnasio, el ágora, y el mercado que impresionaba con su gran bullicio y el movimiento de mercaderes y compradores, Pablo sentía latir su corazón en forma acelerada, pensando que tenía por delante la misión de convertir a muchos de esos hombres a la religión enseñada por Jesús y que él estaba convencido era la única verdadera, la única capaz de hacer cambiar a los hombres y llenarlos de amor.

Pablo escuchó con algo de asombro que ya existía en la ciudad una comunidad con un cristianismo un poco diferente al enseñado por los apóstoles, sin conexión alguna con la Iglesia y por lo mismo sin sacramentos.

El líder de este movimiento era un apóstol de San Juan que había estado en Corinto y en Alejandría, era un fogoso orador notable por su fuerza y su convicción, su nombre era Apolonio, pero le llamaban Apolo para simplificarlo, con este hombre entraría a la Iglesia una importante aportación filosófica que se usaría después para defensa de la Iglesia. Alejandría era entonces un importante foco de la teología judía trabajando por expandirla por todo el mundo.

Estos teólogos judío-alejandrino veían en la filosofía y en la lengua griega un medio para llevar el pensamiento judío a todas partes. Apolo por su parte era un entusiasta partidario de la moral enseñada por Jesús, pero carecía de la profundidad que viene del conocimiento sobre la resurrección de Jesús y la venida del Espíritu Santo.

Apolo conocía muy bien muchos pasajes de la vida de Jesús y los enseñaba con verdadera pasión, así era como una especie de guía espiritual para adentrarse también en el conocimiento de las Sagradas Escrituras.

Pero había también otro grupo interesante en Éfeso, solo que estos eran discípulos del otro Juan, o sea del Bautista, y por lo tanto cuando Pablo se encontró con ellos y les preguntó si estaban bautizados en el Espíritu Santo, éstos con extrañeza dijeron que no, es más enfatizaron en que ni siquiera habían escuchado hablas del Espíritu Santo.

Ya Pablo se encargó entonces de explicar que el bautismo de Juan había sido una señal para preparar al pueblo para recibir el bautismo pleno que era el de Jesús, por quien Juan había predicado que sería el que tenía que venir, entonces ellos le pidieron a Pablo que les explicase a fondo la doctrina de Jesús y pronto pudieron ser incorporados plenamente a la Iglesia.

Pablo se planteó que debería llevar la enseñanza de Jesús en un plano muy práctico para una ciudad tan activa, donde se aclarara que el creer en Jesús no significaba olvidarse de las actividades de cada quién, sino hacerlas de una manera diferente, de tal forma que con ello pudieran mantener a sus familias y al mismo tiempo dar Gloria a Dios.

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