Tlatelolco

Se reivindicó la autonomía universitaria, pero en su nombre hoy es común que se cierre la puerta a la tolerancia y se llegue incluso al extremo de confundir autonomía con extraterritorialidad.


2 de octubre


Se cumplen hoy 51 años de un episodio que, a no dudar, marcó un hito en la historia de México y que formó parte de un acontecimiento mundial, en el cual se involucraron las generaciones jóvenes de diversos países del mundo, en pleno apogeo de la llamada Guerra Fría.

El 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco, nuestro país se incorporaba de lleno y dolorosamente a un movimiento estudiantil internacional en el que se jugaban intereses preponderantes de los Estados Unidos y la Unión Soviética, así como de la Cuba de Castro, siempre sumisa a Moscú.

Ajenos a tales intereses, la mayoría de los estudiantes formó parte de una masa manipulada sin piedad por todos los bandos. Muchos de esos estudiantes, con toda la buena fe, la generosidad y la entrega que son propios de una juventud sana, se lanzaron en pos de un ideal.

Eso fue detectado por ciertos agentes extranjeros que, desde las embajadas, intentaron llevar agua a su molino ideológico a costa de los chicos mexicanos.

Hoy se cumplen 51 años de aquella fecha, y el lema “2 de octubre no se olvida” es proclamado a toda voz, como suele ocurrir con no pocas conmemoraciones del mismo corte.

A lo largo de todos estos años, sin embargo, parece que nos hace falta capitalizar otros frutos de ese lamentable episodio; en buena medida nos hemos quedado en la victimización de unos, la satanización de otros, el odio divisionista entre mexicanos y la raja política que los oportunistas siempre sacan de los hechos significativos.

En el ámbito estudiantil hay cambios evidentes, aunque no todos para bien. Hay en las escuelas más pluralidad y libertad, pero no pocas veces ello deriva en arbitrariedades y anarquía.

Se reivindicó la autonomía universitaria, pero en su nombre hoy es común que se cierre la puerta a la tolerancia y se llegue incluso al extremo de confundir autonomía con extraterritorialidad.

Sí, es deseable que nunca más se repitan en México episodios como el de Tlatelolco. Eso es tan deseable como lo es que seamos capaces de aprender de nuestra historia, que no nos estacionemos en el pasado cultivando sentimientos rencorosos y estériles y que, como nación, crezcamos en la unidad, en el trabajo creador.

 

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