El avance del socialismo en América Latina

En el ámbito económico, la elección de pueblo colombiano no ha contado con el aplauso de los mercados, pues el peso colombiano para el lunes ya había sufrido una fuerte sacudida frente al dólar.



El domingo 19 de junio, por la vía democrática en segunda vuelta, Colombia eligió a su nuevo presidente, Gustavo Petro. En México, las reacciones han sido variadas, pero se pueden resumir en tres, dos muestran su beneplácito, por razones aparentemente diferentes y una tercera que encuentra preocupante la noticia.

Entre las reacciones de beneplácito es notoria la explosión de alegría protagonizada por el titular del Ejecutivo que ya a las 9 de la noche del domingo había felicitado al ganador y con él sus corifeos se unieron al festejo aduciendo que “los conservadores” habían sido derrotados, al día siguiente puso “cumbia” en la mañanera para mostrar la alegría de que Colombia se une a los “gobiernos progresistas” que desde 2018 (¡nadie vaya olvidar que su arribo al poder en México cambió el eje gravitacional de la región!) han crecido en América Latina, citando a Argentina, Chile y ahora Colombia. En este grupo han decidido ignorar que apenas hace un par de años, en diversos mensajes, el mismo Petro criticó al presidente por su blandura en el combate al narcotráfico. Hoy todo es felicidad y sin que haya confirmación del lado colombiano, se dijo que Petro apoya con todo entusiasmo la “integración económica” que ha venido planteando desde hace un tiempo.

La segunda reacción de beneplácito la protagonizan los mismos que se congratularon por la llegada de Gabriel Boric al gobierno de Chile, pero sí critican a los regímenes actuales de Cuba, Venezuela o Nicaragua. Ellos aducen que Petro y Boric son representantes del “socialismo genuino” que es democrático, que es respetuoso de las instituciones, que es ecológico, que es incluyente de las minorías… son el grupo más proclive a próximamente usar la frase “no podía saberse” si Colombia y Chile se hunden económicamente, si comienza la represión o si se vulneran las instituciones democráticas.

Será entonces cuando tengan que fingir demencia ante sus actuales argumentos para apuntalar a Boric y a Petro, que los han llevado al extremo de decir que no se trata de gente sin estudios fueron a la universidad y que no les tomó 14 años acabar la carrera. Pero además, dicen que sí es cierto que Petro estuvo en la guerrilla; pero que “no mató” a nadie. O sea, en el caso hipotético de que su involucramiento de verdad no lo hubiera llevado a mancharse las manos personalmente, queda “reducido” a que le detuvo la pata a la vaca para que otros la mataran. Sólo que los muertos eran víctimas inocentes, en su mayoría.

Entre los que encuentran la noticia de la llegada de este personaje de 62 años como una mala noticia también matices. Hay quienes vaticinan que Colombia ha emprendido sin retorno el camino trágico de Venezuela con Chávez y Maduro. Estos pasan por alto que, por el momento, Petro no tiene al Congreso de su lado y que el Poder Judicial colombiano ha mostrado, por lo menos hasta ahora una fortaleza y dinámica autónoma, según dicen algunos expertos. De cualquier manera, en el ámbito económico la elección de pueblo colombiano no ha contado con el aplauso de los mercados, pues el peso colombiano para el lunes ya había sufrido una fuerte sacudida frente al dólar.

Lo ocurrido en Colombia sí pinta hoy a llevar un escenario inédito en América Latina, pues por la vía democrática en la mayor parte de los países hoy están al frente personajes que se dicen a sí mismos de izquierda o socialistas. Aunque esa etiqueta en el ámbito latinoamericano resulta un poco difícil separar de otras como el populismo pues la mayor parte de estos gobernantes han llegado al poder básicamente por ofrecer opciones fáciles, emocionales y sustentadas en representar “al pueblo”. No se puede soslayar, por otra parte, que el mundo entero está en una época de transición donde las etiquetas de derecha e izquierda no son tan claras como alguna vez lo fueron, y hay más bien un hambre de “salvadores” y un ansia por soluciones fáciles más que motivaciones ideológicas.

Por otra parte, la historia, la demografía y la dinámica interna de cada país latinoamericano seguramente marcarán la diferencia en los resultados en el corto y mediano plazo. En cierto modo, el problema no radica tanto en que se denominen socialistas sino que ya en el ejercicio del poder tomen medidas buscando un efecto emocional (populismo) pero que socaven los pilares económicos del libre mercado, la propiedad privada, lo cual irremediablemente los llevará a un estancamiento económico peor que el que haya motivado su llegada. Pero puede ser todavía peor, si esos personajes (hoy en su mayoría autodenominados de izquierda, pero igualmente condenable si lo hacen desde la derecha) toman medidas que vulneren las instituciones autónomas y democráticas para transitar al autoritarismo reprimiendo la libertad de expresión y de prensa e impidiendo a sus ciudadanos ejercer nuevamente el voto para librarse de ellos.

Por ahora, lo importante es analizar sin miedo ni prejuicios qué dicen los socialistas y populistas que lleva a millones de latinoamericanos cerrar los ojos ante el potencial daño que esas promesas fáciles encierran y son evidentes en los sufrimientos de las naciones que apostaron por ese camino hace varias décadas. Entenderlo será el primer paso para consolidar opciones que no ignoren la realidad del flagelo de la pobreza y que sin ofrecer soluciones fáciles (e inexistentes) sí partan de sus necesidades para que mostrar a los electores que sí hay opciones reales a través de la generación de oportunidades y el respeto a la libertad individual y comprendan que la oferta de soluciones fáciles en realidad son espejitos donde sólo el líder se refleja y que acaban rompiéndose en mil pedazos creando todavía más problemas.

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