Empleo y desempleo

El número de desempleados en México es similar al de otros países, pero… ¿qué diferencia hay con ellos?


 desempleo


A la clase política no le quita el sueño el desempleo. Sus medidas para los distintos gobiernos raramente incluyen el tema. Con gran galanura anuncian medidas políticas que ponen en peligro los ingresos de las familias. Esto, por supuesto, ocurre en todos los países, pero en países como el nuestro donde la seguridad social es limitada, el problema es severo.

Hay quien dice que en México tenemos suerte. “Solo” tenemos 1.9 millones de desempleados y probablemente el doble de este número está subempleado. Y de los empleados, se dice, aproximadamente el 60% están en la informalidad.

El número parece moderado, hasta que consideramos que en México hay aproximadamente 30 millones de familias de modo que 6 millones de desempleados y subempleados no son poca cosa. Sí, hay países europeos con desempleo de 20% de su población o más, como son los casos de España, Grecia y otros. Pero en esos países los seguros de desempleo alivian la situación. Algo que en México no tenemos.

Por eso, cuando oímos medidas que cierran fuentes de empleo por razones políticas, reducciones masivas de empleados gubernamentales, no puede menos que pensarse en la frialdad de quienes toman esas decisiones. No son los únicos ejemplos. La reubicación forzosa de empleados federales que pone en riesgo los empleos de sus cónyuges, y los generosos ofrecimientos de empleo a los migrantes deberían ir acompañados de planes concretos para generar empleos adicionales. Parecería que la clase política piensa que abundan los medios para emplearse y que el tema del desempleo provocado por sus medidas, de algún modo se resolverá solo.

El tema, por supuesto, no es solo económico. Por supuesto, el desempleo provoca migración, separando a las familias, a veces, para siempre. Y también contribuye a la violencia, aunque es de dudarse que sea la explicación de la mayoría de los casos. Para mi gusto, sin embargo, el daño mayor es para la dignidad de la persona. Hombres y mujeres desempleados que se saben incapaces para proveer para sus familias, se sienten menos que otros, se sienten dependientes de los apoyos de otros y sufren intensamente esa situación, padecen su incapacidad de poder dar a sus familias lo que necesitan.

Dar pleno empleo, debería ser una prioridad de la sociedad y de la clase política. Desgraciadamente no parece ser el caso. No es cuestión de dádivas, aunque estas muchas veces son indispensables. Generar empleo debería verse como un modo muy profundo de hacer bien a los demás. Y agradecerlo a quienes arriesgan su patrimonio para dar empleo a otros. Desgraciadamente, ideologías políticas estatistas logran poner toda clase de obstáculos a esa noble actividad del generador de empleos. El adoctrinamiento en una buena parte de las escuelas oficiales ha hecho casi un dogma el creer en la voracidad del empleador, en la maldad del patrón, al amparo de lemas como el de “la propiedad es un robo” y la “lucha de clases”. Mientras no cambie esta mentalidad, no resolveremos esta grave situación.

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