La inteligencia artificial (IA) es la dimensión informativa de las máquinas electrónicas cuyos contenidos son elaborados por diversas personas expertas en sus respectivos campos. Ofrece la oportunidad arrolladora de obtener datos científicos muy variados o elaboración de respuestas en temas de especialidad, modificar imágenes, voces y crear escenarios inéditos fácilmente confundibles con los auténticos.
El nombre de inteligencia artificial (IA) es retador, sugestivo o desconcertante para el público en general, debido a la incapacidad de una buena parte del colectivo social para dar respuestas centradas. La valoración errónea de la IA tiene distintas causas: un desconocimiento casi absoluto del ser humano, un abandono del interés por desarrollar las capacidades intelectuales y volitivas de las personas debido a la posibilidad de obtener respuestas con rapidez y facilidad.
Todo ello ha debilitado el proceso de enseñanza-aprendizaje. Los maestros se sienten desplazados y los alumnos obtienen respuestas rápidas y pueden ocuparse en sus intereses variados y desarticulados, pero ingeniosos, accesibles y breves. Las consecuencias están a la vista las personas no saben quiénes son y mucho menos cómo actuar. La consecuencia es el desconocimiento de la Antropología y de la Ética.
Entre otros efectos, el más grave es que las personas ya no saben quiénes son, a consecuencia del abandono de la antropología, tampoco captan cómo comportarse, por la ignorancia de la ética. Es lógica también la valoración errónea sobre todo lo referente a la IA y por tanto darle poderes humanos. Se deslumbran y ven humana a la IA.
Hace algunos años se buscaba el “eslabón perdido”, un ejemplar dentro de los simios con capacidad de evolucionar para dar origen a la especie humana y así aseguraban haberse producido su presencia en la Tierra. Ahora, ante la tecnología y las respuestas de la IA hay expectación ante la posible sustitución de lo humano por la tecnología, o si llegará el momento de que lo artificial se independice y se vuelva autónoma.
Si un animal no evoluciona para hacerse humano, menor es la posibilidad de la evolución de lo artificial. La IA solamente procesa la información recibida pero no piensa. Procesa y articula datos, pero no resuelve cuestiones éticas. Articula datos, pero tampoco es capaz de advertir si concuerdan con la verdad. Sin embargo, sí es posible que los seres humanos pierdan el rumbo y se degraden actuando mecánicamente. La educación deficiente puede ser una causa.
Ahora se ha debilitado tanto la argumentación y la capacidad de observar para relacionar causa y efecto que es frecuente pasar por alto el hecho de que son personas quienes alimentan los datos solicitados a la IA. Obviamente los efectos y las combinaciones se derivan de las estructuras humanas. Lo artificial es meramente enlace de un contenido producido por los humanos y solicitado para resolver una carencia humana.
No nos damos cuenta que los productos de la IA no subyugan por lo artificial sino por la inteligencia de quienes están detrás de los contenidos. Si alguien se deja esclavizar no es por la tecnología sino por la inmadurez de quien descuida su capacidad de perfeccionarse. Desgraciadamente si esto sucede a muchos, el impacto de la tecnología puede ser contraproducente.
El auténtico problema está en la desubicación de las personas. Los instrumentos pueden ser aliados si se consideran como lo que son: instrumentos al servicio de los seres humanos. Los problemas son ocasionados también por los humanos si no hacen buen uso de ellos o si delegan en ellos una finalidad que no les corresponde.
La complejidad de los sistemas de la IA pueden confundirse con explicaciones místicas. En muchos casos, la superstición sustituye a la lógica y se dan poderes sobrenaturales a los instrumentos. Al deificar estas actividades es fácil sustituir a la religión. Llegan a asegurar que la IA puede independizarse y actuar por sí misma o alcanzar su autonomía.
También se percibe una influencia de las operaciones artificiales en los modos de proceder de las personas. Por ejemplo: en bastantes casos, las personas imitan el lenguaje de la IA, perceptible en el modo de hablar o de preguntar que ahora es más lacónica o con nuevo vocabulario. Esto muestra la admiración y la mimetización con el mundo artificial.
Ahora es fácil considerarse un “ciborg”. Esto es un organismo cibernético al estar constituido por elementos biológicos y tecnológicos. Estos últimos abarcan variedades como prótesis, implantes cocleares, marcapasos, o tecnología de asistencia como son los dispositivos para minimizar distintos tipos de incapacidad.
El auténtico peligro consiste en que el ejercicio de la libertad correspondiente a cada persona se delegue en los instrumentos o se provoque un obsesivo control sobre las actividades diarias. Concretamente inicia con sometimientos a una cuantificación de las actividades realizadas cada día: kilómetros recorridos, calorías quemadas, horas de sueño, ritmo cardíaco, etc.
Lo importante es saber aprovechar los beneficios que ofrece la tecnología, mantenerse actualizado y usar los productos del modo adecuado. Por ejemplo, ChatGPT que responde preguntas no es una amenaza si se cotejan los resultados con otras fuentes para advertir los enfoques, antes de adoptar esos datos.
Lo más adecuado frente a los avances de la tecnología es aprender a aprovecharla. Utilizarla dentro de su área de conocimientos, asesorándose para verificar la pertinencia de los datos.
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