Heredar la familia

No es sano ni habla bien de la especie humana tanto egoísmo y tanta incapacidad para desterrar los problemas graves que viven las familias.



Nos encontramos ante una experiencia que cada vez es más frecuente. Para un número considerable de jóvenes el matrimonio ya no es una opción. Además, en los registros de matrimonio contraídos la tendencia es a la baja.

Habría que conocer las causas para tener evidencias y afrontarlas con realismo. Esta es una tarea que urge investigar. Pero mientras se tienen los datos duros, es posible pensar en casos reiterativos que conocemos, aunque nuestro universo sea reducido.

Durante muchos siglos, los roles de la familia estuvieron totalmente delimitados. A la mujer le correspondían los trabajos domésticos y al hombre el trabajo externo para proveer los recursos necesarios para sostener la casa, el vestido y el sustento. Así de modo natural la educación de los hijos, especialmente en la niñez, correspondía a la madre.

Este sistema se conservó, e incluso se acentuó con la revolución industrial, el padre entraba temprano a trabajar y regresaba tarde y cansado a la casa. O se desplazaba al sitio donde estaba la industria y regresaba a casa los fines de semana. La mujer era prácticamente la única autoridad presente: administra la parte que recibe del salario de su marido y educa a los hijos. Ella conserva las tradiciones, colabora en las fiestas populares, transmite las creencias y cultiva el amor al terruño.

Todas las familias -de todas las épocas- tienen sus fortalezas y sus carencias, sus momentos buenos y sus dificultades. Pero para todos era importante la familia, allí estaban los suyos, actuaban con espontaneidad, eran conscientes de ser amados y de tener un lugar por quienes son. En general, la familia mexicana es acogedora y abren sus puertas con facilidad, especialmente a la familia extensa.

Actualmente un logro del reconocimiento a las mujeres es la inserción en el campo laboral con la previa apertura de la enseñanza superior. De este modo los matrimonios entre los jóvenes rompen con la tradición laboral doméstica. Ella puede desempeñar puestos en la sociedad civil y el hogar de algún modo resiente esa ausencia. Y las soluciones han llegado con rezago para ellas y para ellos. Se han dado pasos, pero aún faltan muchos aspectos que resolver desde la casa y desde la sociedad.

La escuela ha ofrecido cierto apoyo, pero también es un aspecto que puede dar mucho más e incidir con mejores propuestas si desde los hogares hubiera una comunicación más cercana y creativa. Son campos sin trabajar o con sistemas rezagados, y por eso, no ofrecen soluciones a la problemática contemporánea.

Además, el divorcio y la facilidad para establecer nuevas uniones ha minado algunas de las seguridades propias de la familia tradicional. Por ejemplo, las rivalidades entre los hermanos ahora se agravan porque hay otro papá u otra mamá que prefiere a los suyos. Tampoco la acogida es igual, e incluso, los progenitores prefieren alejar a los hijos e inscribirlos en internados mientras deciden su nuevo estilo de vida. Con lo cual ya no es una casa sino dos y ese tipo de decisiones tienen consecuencias devastadoras. Y si hay más rupturas los problemas son exponenciales. El hogar así ya no es el idílico lugar al que se vuelve, ya no es el único.

Ante tantos problemas, es lógico cortar con la tradición. Personalmente, los jóvenes, buscan disfrutar la vida sin cargar con ese tipo de responsabilidades, por lo tanto, las elecciones van por uniones “amigables, temporales y sin incluir a terceros, por eso, obviamente sin prole. Pero sí con mascotas, con un adecuado entrenamiento acompañan y no sorprenden con propuestas desconcertantes.

En los jóvenes cada vez se difunde más este estilo. A esa edad es difícil pensar en enfermedades o ancianidad. Llegarán, y los problemas impactarán seriamente en la sociedad pues se está diluyendo el grupo social más importante y más propio para el bienestar y el bien ser de las personas. La familia, pero la verdadera familia es el grupo propio e indispensable para toda persona. Ninguna otra agrupación la sustituye.

Juan Pablo II en múltiples ocasiones alzó la voz para decir “familia sé lo que eres”. Es tal la dignidad del ser humano que no cualquier sitio le es propicio. La respuesta está en la familia. Ahora, es preciso redescubrir la capacidad de toda persona para vivir un modo sencillamente heroico con la finalidad de hacer amable la existencia de los demás.

Animar con buenos ejemplos. Buscar esas personas con intimidad heroica que hacen grata la existencia. Los hay de todas las edades y así recuperaremos la esperanza en la humanidad. La sorpresa puede darse si descubrimos a alguien en nuestro propio hogar que vive así y no lo habíamos advertido. Son aquellas personas que el papa Francisco llama los santos de la puerta de enfrente. Lo más importante es animarnos a imitarlos. Y descubriremos la experiencia de vivir la alegría empeñándonos en que los demás vivan bien.

No es sano ni habla bien de la especie humana tanto egoísmo y tanta incapacidad para desterrar los problemas graves que viven las familias. Es urgente redescubrir el modo personal de ser con los demás. Aprender a respetar a los demás con sus peculiaridades y tratar de ayudarles a mejorar no a mi gusto sino de acuerdo a su capacidad.

Después de familiarizarse con la vida de personas ejemplares, el paso más importante que cada uno ha de dar es descubrir el germen de heroísmo en la propia vida. Y decidirse a cultivarlo para beneficio de quienes viven cerca, de quienes esperan nuestra ayuda, de quienes desean mejorar y nuestra experiencia les puede abrir muchos horizontes.

El día a día bien vivido y en compañía espera el mejor diseño recíproco: buenos cónyuges, buenos padres, buenos hijos, buenos equipos de trabajo, buenos ciudadanos, buenos amigos, …

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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