Tras conocerse los resultados electorales en los estados de Durango y Veracruz, militantes panistas de todo el país —entre los que se encuentran exgobernadores, miembros de la Comisión Permanente Nacional y consejeros estatales— decidimos presentar una carta abierta a la dirigencia nacional, después de escuchar con atención su mensaje. Observamos con profunda preocupación la superficialidad con la que se ha evaluado el desempeño institucional del partido, que nos coloca —en votación— en tercer e incluso cuarto lugar de las preferencias ciudadanas.
Es justo reconocer el esfuerzo de nuestros candidatos, pero no podemos ignorar que, en términos globales, los resultados reflejan una desventaja significativa rumbo al proceso de 2027.
Esta realidad contrasta gravemente con declaraciones que afirman públicamente que “el PAN está más fuerte que nunca”. Aseveraciones de este tipo no sólo resultan incongruentes con los hechos, sino que debilitan la credibilidad institucional al evidenciar una falta de autocrítica y desconexión con la ciudadanía.
A seis meses de haber asumido la dirigencia nacional, el discurso de renovación sigue sin materializarse en hechos concretos. Quienes suscribimos la misiva hemos advertido, en distintas reuniones de órganos y comisiones, la urgencia de un “giro de timón” en la dirigencia nacional y en las estatales para evitar el colapso institucional.
Desde la Comisión de Planeación Estratégica presentamos diversas propuestas para establecer una ruta clara de acción y no encontramos eco institucional. En la Comisión de Reforma de Estatutos hemos insistido en que, antes de cambiar las reglas, debe existir voluntad de cumplir las ya existentes. Nuestras posturas han sido claras, argumentadas y sostenidas.
Sabemos que los retos son complejos. El oficialismo ha capturado al Poder Judicial y utiliza recursos públicos, humanos y legales para inclinar la balanza electoral. Pero justamente por eso, nuestra respuesta debe ser proporcional al desafío. Y eso comienza por una dirigencia que hable con verdad, que escuche y que corrija el rumbo.
Nos parece una apuesta muy arriesgada construir una oposición competitiva sólo desde la premisa basada en los errores de Morena y sus aliados. Nuestra obligación es construir ciudadanía, formar estructuras electorales sólidas y presentar propuestas que mejoren la calidad de vida de las y los mexicanos. Lamentablemente, nada de esto ha sido prioridad en la estrategia nacional del PAN.
Si seguimos por este camino, la irrelevancia política será inevitable. Por ello, hacemos un llamado urgente a tomar decisiones de fondo, entre ellas:
1. Designación de secretarios y funcionarios nacionales de tiempo completo. Actualmente, varios integrantes de este equipo concentran múltiples cargos, lo que diluye su efectividad.
2. Reorganización en los comités estatales. Hay casos donde una sola persona funge como legislador, dirigente, coordinador de bancada y operador nacional. Esta acumulación impide una dirección efectiva.
3. División clara de funciones, plazos y metas. Como se propuso en el plan estratégico, el partido requiere una estructura con responsabilidad definida y metas verificables.
4. Construcción de cohesión partidista auténtica. La integración no se simula con fotos ni discursos. Liderar implica convocar, escuchar, incluir y construir consensos reales con todas las voces, incluso las críticas.
5. Recuperar la confianza a través de la verdad como base del mensaje político. En una sociedad saturada de propaganda y promesas rotas, la credibilidad es hoy el principal capital político. La ciudadanía ya no responde al discurso vacío ni a la estética sin contenido: exige resultados reales y coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Por ello, el nuevo mensaje del PAN debe partir de una premisa innegociable: la verdad como sustento del compromiso público.
Recuperar la confianza en el PAN también requiere deslindarnos de una alianza que ha comprometido nuestra identidad como partido. Es momento de romper definitivamente con el PRI: los convenios firmados en Durango fueron inequitativos, injustos y no tienen explicación.
Sólo un PAN que se asuma autónomo, transparente y fiel a sus principios podrá volver a ser una opción creíble para la ciudadanía. En este momento político, recobrar la credibilidad requiere que el PAN hable con verdad, actúe con verdad y rinda cuentas con verdad.
Reiteramos al presidente nacional que el liderazgo no se impone: se ejerce con autocrítica, diálogo y visión. Hoy más que nunca, Acción Nacional necesita una dirigencia valiente, abierta al escrutinio público y dispuesta a corregir el rumbo con determinación. México merece una oposición firme, responsable y creíble.
A él le toca encabezar ese esfuerzo. No hay más tiempo que perder.
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