Mis problemas y mi familia

 La previsión del futuro no se puede conjugar en primera persona, porque volveríamos al egoísmo que deseamos desterrar. Se tiene que conjugar en primera persona de plural.


Seguridad y empuje


La mejor creatividad del ser humano se demuestra en el modo de solucionar sus problemas. Esta afirmación es un auténtico reto para sacarnos del letargo, si lo necesitamos, y para darle a nuestros pasos un ritmo con más empuje, alegría y esperanza.

El marco de referencia es el del aislamiento mundial por una pandemia, la interrupción de las actividades acostumbradas y la reorganización de la vida ante muchas incertidumbres, porque el encierro terminará.

Es necesario conocer los problemas para ver posibles soluciones. Para ello hacer una lista de los que conozco y, dejar una página en blanco para anotar los que surgirán. Pero, para no perder el tiempo, ocuparnos de la lista de los problemas que conozco y sólo cuando aparezcan los desconocidos me ocuparé de ellos.

Mencioné tres virtudes: el empuje o fortaleza, la alegría u optimismo y la esperanza. Como en ellas nos apoyaremos, será necesario incrementar su nivel. Para el empuje hace falta que aumente nuestra convicción de que el fin buscado es bueno y por eso, hemos de perseguir la meta a pesar de los obstáculos.

Para crecer en la alegría, tener el convencimiento de que no sólo preveo el bien personal, sino que ese beneficio tiene alcances sociales, y principalmente llega a las personas cercanas, a las personas más queridas. La alegría es un disfrute anticipado de lo que está por llegar. Esto imprime un tono de superación no exclusivamente personal sino como contagio estimulante para quienes están cerca.

Finalmente, y no por eso deja de ser la más importante, la esperanza es una virtud crucial para cualquier tipo de emprendimiento. Sin ella no caminaríamos, no vislumbraríamos el futuro. La esperanza es la virtud que con la memoria del pasado asegura, con bastante precisión, lo mejor para el tiempo por venir.

Después de colocar las tres columnas del edificio, sigue algo más incisivo e incluso doloroso pues depende de la sinceridad para aceptar que los problemas más importantes surgieron por un desajuste personal. Pueden ser explosiones de mal humor en los momentos más inoportunos, puede ser el afán de llamar la atención sin percibir que otra persona realmente es quien necesita ayuda, puede darse por culpar a los cercanos de problemas que ni de lejos han ocasionado. En resumen, es casi seguro que se debe a haberse dejado llevar por el egoísmo que insensibiliza e impide captar que los demás también sufren y me excluyo de prestarles la ayuda oportuna.

Estos problemas a uno le compete resolverlos, y de inmediato. Es preciso, antes de que termine el encierro, aprovechar la cercanía para arreglar las cosas. Si se deja pasar la oportunidad, las heridas se agrandarán por no haberlas curado cuando había tiempo. Es urgente pedir perdón, para que los demás sepan que reconocemos la culpa. Buen principio para subsanar las heridas, e insistir hasta conseguir el perdón solicitado. Obviamente debe haber promesas que aseguren la mejora de las relaciones. Pero los hábitos no se eliminan pidiendo perdón solamente, sino pidiendo que nos ayuden a eliminar los malos hábitos, nos detengan y nos impidan hacer lo que no queremos.

El retorno al mundo que nos espera tiene que partir de la seguridad de haber rehecho las relaciones íntimas. Estas relaciones son lo único realmente seguro, en donde nos apoyaremos para afrontar lo inesperado. Muchas veces, el entorno en que estábamos puede tener un rostro diferente, sorprendente y posiblemente muy agreste. Otras veces, ese entorno ya no existe y habrá que encontrar algo nuevo.

Esta previsión del futuro no se puede conjugar en primera persona, porque volveríamos al egoísmo que deseamos desterrar. Se tiene que conjugar en primera persona de plural. Cada uno de los miembros de la familia regresamos a un entorno que ha sufrido un cambio profundo, y eso puede hacerlo inhóspito, y habrá que dejarlo para buscar otro. Y, esa búsqueda puede ser muy prolongada. Pero el modo de perseverar, el modo de rehacernos es pensar cómo ayudar a los demás y después pedirles consejo para saber cómo proceder con mis retos.

Esa primera persona del plural ha de ser sincera. Acompañar y entender a los demás durante su dolorosa readaptación o su más dolorosa búsqueda de otra cosa, agravadas todas estas circunstancias por la carencia de lo elemental para subsistir. Carencias que pueden ser de uno o de todos los miembros de la familia. Estar preparados, porque lo peor es echar la culpa a quienes no la tienen.

También prepararse porque no siempre uno es quien pide perdón, sino otras veces a uno es a quien se lo piden y debo perdonar. Esto requiere mucha más energía y esperanza. Lo más nocivo es poner límites y con escepticismo decir perdonaré dos o tres veces, después ya no porque demuestran imposibilidad de cambiar… Por el contrario, lo debido es si los demás fallan demasiado, ofrecerles ayuda y paciencia para levantarlos tantas veces cuantas lo necesiten y, eso sí, deben comprometerse a aceptar siempre la ayuda.

En conclusión, de lo que se trata es de salvar el tesoro más grande, lo que todos necesitamos y redescubrimos en la pandemia: nuestra familia. Pero la familia renovada porque es el tesoro de cada uno, y es el tesoro de todos. Porque el compromiso de cuidarla es de cada uno y de todos en equipo.

De este modo, en conjunto llenaremos la página de los problemas que surgirán, pero como es una tarea en equipo, las soluciones se multiplican y el peso se comparte, todo se vuelve más llevadero. Y, si alguien se debilita darle la medicina adecuada y a tiempo para que no claudique. Todos son necesarios. La suma de la energía individual, de la alegría y de la esperanza se magnifican a un nivel exponencial, no lo dudemos. Pero hay que intentarlo.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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