La furia tuitera de la embajadora

Vemos personajes del gabinete con ánimo de bronca –como Rocío Nahle o “Virgilia” Sandoval–, que nunca encuentran cómo salir bien de lo que empiezan.


Estilo de pelar


Fiel heredero del PRD, Morena es un partido en el que el pleito interno es casi estatutario. Ventilar los problemas en una entidad de interés público, como lo es un partido, puede resultar sano para la institución e interesante para la ciudadanía, pues se entera de lo que se debate al interior de los grupos que gobiernan y legislan. Pero hacer de la bronca una actividad cotidiana genera temor, desconfianza y no hace más que minar la imagen de los participantes en las “discusiones internas”.

Andrés Manuel López Obrador fue fundador y presidente del PRD, así que sabe navegar entre los pleitos internos sin mayor problema y sabe cuándo animarlos, castigarlos o suspenderlos. A él nunca le hacen mella. Quizá porque él los ha organizado siempre a nivel nacional y contra el gobierno que estuviera en turno. De bronca en bronca, fue construyendo su imagen de luchador, hasta que ganó la pelea. Claramente es polarizador, lo ha admitido públicamente, y parte de su estrategia es provocar a los contrarios para tener con quien mantener un pleito vigente.

Ese es el estilo de Morena. Pero eso no significa que quienes lo siguen pueden igualar el modelo y el éxito del líder. Al contrario, en el intento pueden quedar simplemente acabados, pues carecen del liderazgo y de las herramientas del jefe. Así vemos personajes del gabinete con ánimo de bronca –como Rocío Nahle o “Virgilia” Sandoval–, que nunca encuentran cómo salir bien de lo que empiezan, o a la líder del partido, la inigualable Yeidckol Polevnsky, siempre dispuesta a realizar “el oso” que sea necesario para llamar la atención y que lleva meses protagonizando un pleito con sus compañeros de partido. Si alguien asimiló rápidamente las formas del partido en el gobierno es la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena. La embajadora Bárcena no duda en entrarle a un pleito o en iniciar alguno. Ha demostrado una vocación real por el reclamo y la pendencia que bien puede preocupar a más de uno por lo que haga en el país vecino mientras no la vemos. El día de ayer, en plena reunión de embajadores con el presidente, tuiteó una foto del lugar que le asignaron, el cual consideró muy por debajo de la categoría que ostenta. Se necesita ser ingenuo –por decirlo elegantemente– para pensar que en la cuatroté respetan el protocolo, cuando de lo que presumen es, precisamente, de romper todo protocolo posible. Funcionarios de la Cancillería se acercaron para cambiarla de lugar ante el escandalito que ya había desatado la diplomática, a lo cual se negó en un par de ocasiones.

Todo parece indicar que la señora Bárcena está permanentemente ofendida. Y a la mejor tiene razón. Todos hemos visto la manera en que fue relegada de las negociaciones del T-MEC. No la llevaban a nada, casi todo se hizo a sus espaldas, no le dieron ni de los cacahuates que se empujaba a la boca el asistente de Ebrard, ante la atónita mirada de los negociadores norteamericanos. Se ve que no participó ni siquiera en la compra de las pipas de la ignominia. Los últimos toques al tratado los realizó, como pudimos atestiguar, el subsecretario Seade a solas y la embajadora a la mejor puso el arbolito en la embajada u organizaba el intercambio, pero a las negociaciones no fue.

Resulta novedoso que una diplomática de carrera consiga que la cambien de lugar en una junta porque arma un drama en las redes sociales. A la mejor es una nueva forma de la diplomacia mexicana para arreglar problemas internos. Hace un par de meses, en un debate sobre las reelecciones de Evo Morales, Claudia Sheinbaum había puesto un tuit –ciertamente ridículo– comparando las reelecciones del boliviano con las de Angela Merkel. La embajadora, desde Washington, D.C. fue, para sorpresa de todos, de las primeras personas en enmendarle la plana a la gobernante de la CDMX en un tuit que decía que no eran comparables.

Es claro que la embajadora Bárcena está furiosa por “la peluseada” que le ponen en el gobierno y ante eso ha desatado su furia tuitera.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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