Consideraciones al lozoyazo

Lo dicho por el abogado de Lozoya, el licenciado Coello Trejo, de amenazar con citar al expresidente Peña Nieto es una amenaza que no se entiende en qué dirección va.


Fotografía de Lozoya


El caso sin duda se presta al morbo: ¿Qué pasará con Lozoya? ¿Qué dirá, a quién embarrará? ¿Cuándo lo aprehenderán? ¿Quién más caerá? Son las preguntas que pasan por el mundo informativo y político.

Este tipo de casos despiertan unas expectativas enormes. Una vez dado el primer paso lo importante para la autoridad es que las expectativas no se les desborden porque entonces todo sale mal. Ya ha sucedido aquí y en varios países.

Hay que destacar en este sentido la actitud prudente y seria del fiscal Gertz Manero que contrasta abiertamente con el afán protagónico de Santiago Nieto, que si bien ha realizado una labor encomiable, su debilidad por los medios, por ser el centro de atención, puede generar problemas no solamente a él y a la UIF, sino al propio caso.

Lo dicho por el abogado de Lozoya, el licenciado Coello Trejo, de amenazar con citar al expresidente Peña Nieto es una amenaza que no se entiende en qué dirección va. Si el gobierno actual fuera del PRI, se entendería, pero precisamente es un gobierno en el que muchos se quieren vengar del priismo y están más que felices con el asunto. ¿El señor Lozoya quiere empujar a sus compañeros de trabajo? Adelante, dirán las autoridades gubernamentales complacidas, de eso se trata: de demostrar que era una banda de pillos. Se debe recordar que el señor Coello Trejo fue un policía de mala reputación allá en las épocas de Salinas, un hombre con fama de brutal y de encabezar una banda de violadores que delinquían en el sur de la Ciudad de México. En algún momento de su vida como funcionario perseguía corruptos, ahora los defiende. Producto innegable del sistema, el abogado decidió amenazar con citar a quien fuera jefe de Lozoya, el presidente Peña Nieto. Salir con la amenaza de vincular más priistas afecta al PRI, y el gobierno actual sólo puede ver eso con buenos ojos (y por cierto la ciudadanía también).

Si Lozoya decide embarrar a sus compañeros para no jugar dominó solito en la cárcel, veremos como lo poco que queda del PRI se derrumba y lo habrán hecho ellos solos. Si Lozoya decide hablar y salpicar lateralmente a quienes fueron sus compañeros de gabinete –dudo mucho que alcance a Peña Nieto– será un juicio no en el que se vea la inocencia de alguien sino la suciedad de todo un gobierno. Desde donde se le vea, la estrategia de Lozoya tiene complicaciones para muchos porque posiblemente él ya se vea hundido.

Para la autoridad el problema viene en que el expediente esté bien armado. No basta con tener los indicios suficientes para aprehenderlo. Había un dicho hace años que decía: “Un vaso de agua y una orden de aprehensión no se le niegan a nadie”. Y es que lo complicado es la batalla ante el juez en la que normalmente el MP carece de fuerza y talento para mantener el caso con éxito frente a los abogados defensores. A la solvencia política y moral con la que todavía cuenta este gobierno habrá que ver que tenga la técnica y la pericia legal –cosas ambas, técnica y pericia, por las que ha demostrado un profundo desprecio.

Finalmente, el “lozoyazo” no solamente le da aire al gobierno –que él solito se estaba asfixiando con su galimatías de austeridad– sino que tendrá una acción concreta y relevante para presentarse en público y no solamente las problemáticas como salud, educación, centralización brutal –que esas seguirán corriendo– sino que también puede ser la primera piedra de su, hasta ahora, fallida transformación.

 

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