Ricardo Anaya p político

Anayinas

Ricardo Anaya está resultando un caso en todos los sentidos. Indudablemente se trata de un político joven y talentoso, que sorprende de entrada. Acostumbrados a políticos rancios, con un leguaje arcaico, y a políticos jóvenes que envejecen prematuramente, y que a la edad de Ricardo ya estuvieron en varios puestos y no hicieron nada memorable más que volverse burócratas, el actual presidente del PAN resulta una sorpresa. Un país en el que la clase política era dominada por adultos mayores, tiende a sobrevalorar a los jóvenes que arrancan, por eso los echan a perder tan rápido. Diego Fernández tenía un dicho para eso: “los pandean porque los montan potros”.



Anaya de pronto salió de las sombras y tuvo un crecimiento vertiginoso. Innegable el estupendo debate que dio contra Manlio, en el que le ganó con astucia y preparación. Y como todos, tienen un triunfo y se engolosinan con el modelo hasta que rápido lo desgastan: Anaya se ha convertido en el Capitán cartulinas, y de sus apariciones públicas hace un episodio de Plaza Sésamo, en el que muestra fotos, gráficas y dibujos. Es claro que su imagen no miente: el tipo hace su tarea. Pero está comenzando a cansar, ya no es novedad. Si cree que alguien le va a competir debatiendo, se equivoca. Si cree que el triunfo le llegará por un debate, también se equivoca. Las elecciones presidenciales no se ganan en un debate. Ni en dos. Ya se sabe cómo es, sus capacidades, su desenvolvimiento en las presentaciones que hace, su manejo en inglés y francés, que lo hacen un sólido candidato a dirigir Harmon Hall si algo le pasa en política, pero también se empieza a conocer su otra cara: la de su capacidad para dejar atrás lo que promete, el poco apego a la palabra, su descuido del partido por conservar sus posiciones intocadas, su ceguera para ver los plazos, su pobreza para interpretar ciertos hechos. Todo eso pesa, porque, como es bien sabido, de la mano de las virtudes llegan los vicios. 

Anaya se queja en corto de que no le toman en cuenta sus epopeyas. Sus seguidores las repiten sin cesar: le ganó a Manlio, le ganó el partido a Madero, a Calderón (imagino que la salida de Margarita la ven como un triunfo) y parece que no lo toman en serio. El drama de la falta de reconocimiento que termina por exigir pleitesía –de ahí sus excesos de compararse en redes con Macron y con Trudeau. 

Ricardo pasó por encima de todos, les ganó a todos, traicionó a medio mundo y está en la cúspide de su carrera. Por supuesto, en esa medida ha generado un cada vez más numeroso grupo de detractores. En su fulgurante trayecto ha llegado solo a donde quería. Ahora será candidato del Frente o no habrá tal. Ahora será candidato del PAN o ese partido no tendrá competitividad. Él solito se cerró las salidas. 

Anaya se ha tenido que defender de una andanada por la situación patrimonial que tiene su familia política. Se ha defendido correctamente en las precisiones, pero ha exagerado el asunto al llevarlo a todos los medios y a disponer de los spots del partido para aclarar situaciones personales. Un desplante propio del Peje en el presidente del PAN. 

El exceso, la disposición del partido como oficina personal, la palabra sin valor, el egocentrismo, la eliminación del que no está de su lado, son características de este personaje que bien podrían ser llamadas las anayinas.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

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