El legado

Estamos obligados a reconstruirnos, reencontrarnos y recuperar nuestros espacios de análisis y deliberación interna.



La realidad en datos indica a todas luces que el gobierno de López Obrador y Morena es el más desastroso de la historia moderna de México. Baste ver la multiplicación de personas en situación de pobreza, el aumento de la inseguridad y el desempleo, el desmantelamiento de las instituciones de salud, así como el clima de polarización y de resquebrajamiento social, que se refleja en un gran número de municipios en el país. Esto obliga al Partido Acción Nacional, como el principal partido de oposición, a ofrecer alternativas que den respuesta a los problemas cotidianos de las y los mexicanos.

Don Manuel Gómez Morín entendió perfectamente el momento y las circunstancias de su tiempo; se atrevió a fundar un partido político que evitó edificar figuras “liberadoras” de caudillos, porque precisamente a ese mal nacional se enfrentaba en 1939. Sin prisas pero sin pausa, trabajó por el fortalecimiento de las instituciones y apostó por la formación de cuadros para transmitir la mística y la doctrina de Acción Nacional. Un texto de Enrique Krauze describe con mucha claridad el legado de nuestro fundador.

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Justo por eso, en el marco del 82 aniversario del nacimiento del PAN, vale la pena cuestionar a nuestros expresidentes de la República, expresidentes de partido, exgobernadores, exsecretarios de estado, entre otros muchos destacados militantes, qué tipo de legado han dejado a las nuevas generaciones luego de sus encargos. No demerito los logros en política pública ni las buenas acciones de gobiernos municipales, estatales y federales, como tampoco omito reconocer los equívocos en nuestra práctica gubernamental, lo cual nos obligaría a ofrecer una disculpa pública al país. Pero eso, lo abordaré en otro momento.

Me refiero específicamente a la formación de cuadros y la ruta política por la cual tendría que transitar el partido, bajo los principios de responsabilidad en el servicio público y la trascendencia de su democracia interna.

Mi recorrido por el país en este proceso interno que recién vivimos, me enfrentó a esta realidad que es urgente y necesario cambiar.

Por un lado, se encuentran liderazgos de reconocidas trayectorias, que mientras se inconforman por lo que sucede y añoran el pasado, se niegan a dar pasos hacia adelante, algunos silenciosos, otros más activos, pero todos observando a lo lejos prácticas que no comparten, pero que con su silencio escandaloso, voluntaria o involuntariamente convalidan. Algunos más, no han reconocido que la falta de legado o incluso el impulso de figuras de notable inteligencia y astucia es en parte lo que nos tiene así.

En el otro extremo, que ahora predomina están los cuadros que ven con extremo pragmatismo las formas para acceder a los cargos, una gran parte más preocupados en cargar portafolios para que después haya quien se los cargue a ellos, que en reconocer nuestro origen y no olvidar nuestra historia democrática. En este grupo también hay quienes piensan que la militancia es un mero trámite y que el diálogo, el debate, la discusión interna, no son necesarios, “porque los acuerdos están en las cúpulas sociales y/o económicas” y la militancia sólo es para mantener el registro.

¿Qué le estamos dejando a las nuevas generaciones? ¿Por qué no hemos sido capaces de entusiasmar y mover las almas de los jóvenes y las mujeres? ¿En qué momento nos olvidamos de que la cultura del esfuerzo no se mide solo por el parentesco? ¿Cuándo el trabajo, los méritos y los resultados en el ejercicio público y partidista dejaron de ser importantes? Son solo algunas de las preguntas que nos deberíamos estar respondiendo, para la construcción de un mejor partido, de un mejor instrumento ciudadano que esté al servicio de la patria.

El momento tan complicado que vivimos como país no se puede reducir a que las mexicanas y mexicanos nos otorguen un voto solo por castigar a quien gobierna, porque tarde que temprano ese modelo se agota. Estamos obligados a reconstruirnos, reencontrarnos y recuperar nuestros espacios de análisis y deliberación interna.
La democratización de nuestro partido es tarea obligada de todos los que militamos y también de los panistas sin credencial. Hoy los convoco, en un ejercicio de sensatez, a mirarnos al espejo y seamos capaces de reconocer que no basta ser oposición. México requiere una alternativa sólida.

Si como en el 2000 con decisión dijimos que sacaríamos al PRI de Los Pinos, en el 2024 no basta con sacar a Morena de Palacio Nacional, si no se está dispuesto a vivir en congruencia política.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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