Muchas páginas de la historia de México se esconderán, si no defendemos la verdad de la historia y, con ella, nuestras libertades.
A quienes se sienten dueños del poder y de la verdad, la historia les estorba, a menos que se puedan servir de ella para sostenerse en el poder. Vista así, esta puede ser un instrumento más para perpetuarse al mando. Sin embargo, fragmentar, despreciar, enterrar, olvidar y manipular la historia de un país significa robarle su identidad y dejar al futuro sin la protección que sólo el pasado y sus enseñanzas pueden ofrecer. Los mexicanos podremos ver las cosas desde distintas perspectivas o tendremos distintas maneras de plantarnos frente a los acontecimientos, pero negarlos y, peor aún, sustituirlos para olvidarlos, genera un enorme daño a nuestro país.
Cada sábado, por la mañana, México Libre organiza conferencias que se imparten en línea. Llevamos cuarenta. Este sábado recordábamos el Plan de Iguala. Mi maestro de Historia, José Manuel Villalpando, señala que nos han hecho separar la historia del inicio de la lucha independiente de aquella de su culminación, lo que ha permitido fragmentarla y, al mismo tiempo, utilizarla para hacer expulsar, por motivos políticos, a quien consumó la Independencia.
Agustín de Iturbide fue el protagonista principal de este acontecimiento. El Virrey Apodaca le había encargado terminar las rebeliones que aún resistían en el sur del país. Pero Iturbide compartía, junto con la gran mayoría, la idea de que la Independencia era inevitable. Todos lo sabían, el propio Iturbide alguna vez escribió: “Los americanos deseaban la Independencia; pero no estaban acordes en el modo de hacerla…”.
Iturbide hizo un verdadero trabajo político y diplomático, presentó el Plan de Iguala el 24 de febrero y el 1º y 2º de marzo se levantaron las actas correspondientes, quedando Iturbide como primer jefe del Ejército de las Tres Garantías. Así iniciaba el camino de la culminación de la Independencia.
El Plan de Iguala es la expresión última de una difícil y larga lucha por la Independencia de México. Al final, con menos balas y con mucho diálogo, triunfó el acuerdo con base en las tres garantías que después estarían representadas en la bandera de México: el verde se identifica con la Independencia, en este caso de España; el blanco con la religión, la católica; y el rojo con la unidad tan necesaria en nuestro país y que permitió dar paso a la Independencia.
Además del sistema de gobierno del Imperio Mexicano (que, por cierto, sí era de una extensión que justificaba que así se le nombrase); así como de la creación del Ejército al que se le nombró como el de las Tres Garantías, la redacción obedece también a un principio de igualdad debido a la presencia de Vicente Guerrero. Este último principio está expresado desde el primer párrafo del Plan de Iguala:
“Americanos, bajo cuyo nombre comprendo no sólo a los nacidos en América, sino a los europeos, africanos y asiáticos que en ellas residan”.
Y más adelante, sin referencia a descripciones físicas, establece en el numeral 12 del Plan: “Todos los habitantes de él sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos idóneos para tener cualquier empleo”.
Si festejáramos menos los hechos violentos de nuestra historia, le daríamos mucha más fuerza a momentos como este. Del Plan de Iguala se habla poco y mucho menos de Iturbide porque no acabamos de reconciliarnos con nuestra historia. Este acontecimiento refleja el triunfo de la paz y del diálogo.
2021 también será un año de conmemoraciones, debemos verlo desde la perspectiva de la unidad y la libertad. Sin embargo, los últimos acontecimientos nos han hecho imaginar la historia polarizante que aquellos en el poder pretenden presentar para este año. Muchas páginas de la historia de México se esconderán, si no defendemos la verdad de la historia y, con ella, nuestras libertades.
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