Unidad UNAM, una raza y un espíritu

Lo sucedido últimamente en la Universidad Nacional Autónoma de México es un triste ejemplo de lo que sucede en nuestro país a nivel de caos, violencia y división.


 


El pasado 3 de septiembre hubo un ataque de un grupo de “porros” a estudiantes de preparatoria y universitarios de la UNAM; esto sucedió enfrente de la torre de Rectoría. En esos hechos hubo estudiantes golpeados y acuchillados que terminaron en hospitales, hubo también autobuses tomados que multiplicaron la delincuencia, y un sinfín de dudas en torno a la responsabilidad de quienes ya sea por lo hecho, o por sus omisiones, lastimaron con dolo a inocentes.

Los porros son grupos de choque al interior de las universidades públicas que ejercen la violencia contra los estudiantes. Parte del tiempo lo dedican a ir a eventos deportivos (de ahí el término de porro, ya que pertenecen a las “porras” o grupos de animación de los equipos) a la vez que se dedican a la venta de drogas y a extorsionar estudiantes.

Desde agosto, alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades protestaban porque las autoridades del plantel les habían quitado espacios estudiantiles, borrado murales que habían dibujado y, principalmente, reclamaban por la falta de profesores, salones saturados y la presencia de los porros, que hace imposible una vida estudiantil libre de violencia.

Cualquier espacio educativo merece vivir sin ningún tipo de violencia, es un atentado contra su esencia, contra su misión, contra su sustancia. ¡Vaya!, desde el maternal hasta los estudios de posgrado. Las escuelas están destinadas a la paz.

Una universidad tiene en su ADN la defensa de los valores que permiten que una persona se desarrolle profesional y vocacionalmente, ¿por qué entonces se lastima de esta manera el corazón mexicano de estudios superiores?

De la UNAM se espera academia, pero también humanismo, pues su lema encamina a una vivencia profunda de fraternidad: “Por mi raza hablará el espíritu”. No solo basta condenar los hechos delictivos, necesitamos crear espacios donde impere sabernos hijos de una misma nación, compañeros del mismo anhelo.

Porque todos los que hemos pasado por aulas y atrios universitarios sabemos del impacto y el cambio que genera en nuestra vida, ya que no solo hay especialidades en las ciencias, sino que se especializa el carácter, el consejo, el entendimiento, la fortaleza, la sabiduría.

Nadie puede decir que la UNAM no es suya, ya que no solo se necesita ser estudiante de esta emblemática institución; la UNAM le da al país un aporte muy significativo que trasciende fronteras todos los días. La UNAM es al país lo que la savia al árbol, es forjadora de egresados que a lo largo y ancho del país siembran dones de esperanza de un país más justo y menos arbitrario.

Sumémonos a la voz de nuestra raza que tiene un espíritu que une. Sumémonos a los que consideramos la Universidad como un recinto privilegiado de concepción de cambio positivo. Denunciemos con valentía y con elocuencia las heridas que vienen a veces desde la incompetencia de las autoridades: civiles, educativas, sociales. Denunciemos los atentados contra la vida, ningún estudiante merece incurrir en la delincuencia.
Pero anunciemos con gozo los buenos ejemplos y los ecos de alegría que en su cotidianidad nos definen colegiadamente como comunidad.

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@yoinfluyo

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

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