La oposición está derrotada; la ciudadanía, no

La verdadera oposición mexicana es la ciudadanía que ha logrado mantener los ojos y el corazón despierto y alerta.


Primer informe


Durante su primer (¿o tercer?) informe de gobierno, el Presidente López Obrador, aunque no lo hizo para presumir, presumió que la “oposición está derrotada”. Esa frase podría sonar a mera fanfarronada en los labios de cualquier otro político, pero en esta ocasión y aunque equivale a un presagio de mal agüero, creo que los mexicanos debemos reconocer que AMLO, por primera vez, dijo algo que no está tan lejos de la verdad. El número de votos logrados por él en las elecciones, así como el número de curules ocupadas por sus partidarios -y por la cauda de legisladores lamebotas que lo apoyan en ambas cámaras federales-, corroboran la veracidad de tal alarde. Y como si la mayoría calificada en el Congreso no fuera suficiente prueba de que la objetividad del desplante de AMLO, los “partidos de oposición” se han encargado de perder cualquier derecho a ser considerados como tales, pues en este momento es evidente su precaria postración política.

¿Significa esto que todo está perdido? ¿Significa esto que para el país no hay esperanza de redención política y que tendremos que vernos avasallados por un régimen que no admite ser contrariado, anulando así cualquier asomo de democracia? Pues depende de qué entendamos por “la oposición”. Probablemente un análisis FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) de la realidad política actual de nuestro país nos ayude a responder a ese interrogante.

Las fortalezas de México en la actual coyuntura no están ciertamente, para empezar, en la Presidencia de la República. AMLO personalmente se ha encargado de debilitar al Poder Ejecutivo, al menos si por ello entendemos lo que la Constitución estipula y la ciudadanía normalmente conoce como tal. Él entiende la presidencia como una dictadura paternalista y con ello le ha dado muerte a su propia función en el aspecto político, diplomático, económico y social. Además, el Poder Ejecutivo nunca puede ser oposición a sí mismo. Tampoco se vislumbra una fortaleza en el Poder Legislativo. Ha quedado más que evidenciado que los legisladores de Morena y sus parásitos, quienes juntos, por su número, tienen poder casi absoluto sobre las decisiones de ese poder son o meros aficionados excitados por el poder que su líder les comunica, deseosos de derribar y enterrar todo lo que signifique vínculo alguno con el orden y la institucionalidad; o son meras marionetas inánimes movidas por ya saben quien. Del Poder Judicial tampoco se pueden decir muchas cosas buenas. Su desempeño reciente y el estar infiltrados por parentela de los colaboradores cercanos de AMLO difícilmente brindan a la ciudadanía certeza y confianza. De los partidos políticos diferentes a Morena, y no sojuzgados por este último, sólo se puede decir que apenas pintan en el paisaje político. En resumen, los órganos políticos oficiales no son una fortaleza.

Tampoco representan una fortaleza los miles de ciudadanos que en forma apasionada pero carente de toda capacidad crítica, incapaces de ver las ingentes debilidades del Presidente López Obrador y de su partido, lo han encaramado a un pedestal semidivino. No hace falta decir que estas personas nunca podrán ser oposición.

Son los demás ciudadanos, agrupados alrededor de organismos propios, intermedios, sin filiación partidista pero cimentados en valores comunes y principios rectores claros, quienes ahora están mostrando su fuerza. Ellos son la verdadera oposición en este momento. Su voz se está escuchando cada día con mayor claridad luego de décadas de silencio, y si los partidos políticos insisten en ignorar esas voces, atentos exclusivamente a sus metas partidistas, podrán experimentar un futuro poco favorable. El futuro inmediato de México como nación independiente y próspera está soportado por este sector de la ciudadanía. Evidentemente los jóvenes tendrán una responsabilidad muy grande en este rol de ser fortaleza.

La oportunidad para México es la misma circunstancia actual de limbo político. Es el momento de la ciudadania mexicana; momento de mostrar su madurez ciudadana. Los ciudadanos pueden participar de modo activo y positivo, llenando el hueco que dejan las entidades políticas (hueco que nunca debieron los ciudadanos permitir que existiera) en la definición de lo que México debe ser. Es el momento idóneo para que la política, en el auténtico y genuino sentido de la palabra, sea ejercida por los ciudadanos, no únicamente por ni sólo a través los partidos políticos. La accesibilidad de medios idóneos para transmitir ideas y motivar corazones es parte de esta oportunidad. La sociedad en general, gracias a los ciudadanos libres y conscientes, puede aprovechar esa oportunidad para convertirse en verdadero factor de cambio en la creación de educación y riqueza. El momento actual es propicio para que la universidad, la oficina, el taller, el campo, sean el campo del debate sobre México y desde ahí salgan las decisiones y las acciones requeridas para que México adquiera una fisonomía que hasta hoy no se ha definido del todo.

Entre las debilidades, por otra parte, se deben reconocer como importantes: la pobreza y la dependencia que ella crea en quienes la padecen. Si bien hay una gran fortaleza en algunos sectores de la ciudadanía, también hay en otros sectores un remanente peligroso de dependencia y posibilidades de manipulación por parte del gobierno y grupos de interés creados por la pobreza. AMLO y su gente buscan evidentemente mantener su base y su influencia a base de incrementar esa dependencia. La vandalización llevada a cabo por AMLO de las instituciones creadas para frenar y revertir esa dependencia son la más clara evidencia de lo anterior. La ignorancia de tantos mexicanos pobres y la deseducación premeditada (revertir la reforma educativa, cancelar las evaluaciones de maestros y dar carta abierta a la CNTE son las más claras señales de que AMLO cuenta con ella) juegan a favor de la dependencia. Otra evidente debilidad de la oposición es la ausencia de verdaderos líderes en el escenario nacional. Hay cientos de agrupaciones motivadas y listas para ejercer su papel opositor, pero cada una de ellas jala por su lado, sin coordinación y sin coherencia fuerte en torno a principios definidos. Entre la amenazas están las presiones externas, sobre todo las ejercidas por Donald Trump, la volátil situación económica internacional y el retorno del populismo radical a la escena sociopolítica mundial. Pero hay otra amenaza, silenciosa y mucho mas perniciosa: el relativismo y sus secuelas: la ausencia de valores definidos, la amoralidad, la desesperanza a la que se pretende engañar con todo tipo de gadgets y mercancías dadoras de satisfacción inmediata. Y es evidente que el gobierno planea utilizar esta realidad para apalancar su dominio. Todas las iniciativas de Morena para apoyar el aborto, la homosexualidad, las uniones entre personas del mismo sexo, etc., no tiene otro objetivo. La Cartilla Moral, ante este ataque a la familia y el matrimonio, es puro atole con el dedo.

La verdadera oposición mexicana es la ciudadanía que ha logrado mantener los ojos y el corazón despierto y alerta, pero esta oposición dista mucho de estar derrotada.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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