Ok, ya ganó AMLO, y ahora ¿qué?

AMLO solo no puede hacer el cambio, ni tampoco ningún otro funcionario.



La jornada electoral del pasado domingo dejó una cosa en claro: la absoluta mayoría de los mexicanos decidió elegir a AMLO como presidente. No quedó duda de eso. Las cifras del INE así lo demuestran y hasta la celeridad con la que sus adversarios reconocieron su derrota lo corrobora. Pero ¿fue la elección de AMLO una de esas “cosas chingonas” a las que el Chicharito nos animaba en su famoso video? ¿No será la sorpresiva dominancia política de Morena, este partido nacido ayer e iluminado filosóficamente sólo por la visión política de su fundador, algo parecido a lo que le pasa siempre al Tri? Le gana al campeón del mundo, colmando cada corazón mexicano con la esperanza de que por fin México logró tener el equipo que le asegurará el triunfo, para luego acercarlo más a la realidad al pasar de panzazo a la ronda siguiente y finalmente terminar desinflando, derrotado, cualquier chispita de ensoñación que aún pudiera quedar viva. Yo estoy totalmente de acuerdo con el Chicharito. México está hecho para cosas mayores, mucho mayores, que las que ha hecho hasta ahora, al menos en el terreno deportivo y político. Y no descarto que el advenimiento de la dominancia política de Morena, o sea de AMLO -que es lo mismo; sin Morena, AMLO no sería nada, y sin AMLO, Morena no sería nada- pudiera ser la ocasión para iniciar el camino mexicano hacia esas “cosas más chingonas”. Pero no estoy seguro que AMLO o Morena sean los instrumentos más apropiados para llevarlas a cabo. En todo caso, quizás acabe yo, y muchos otros mexicanos que siempre hemos desconfiado del Peje, agradeciéndole que haya servido de catalizador de ese espíritu mexicano que eventualmente haya de transformar a nuestro país. Subrayo eso de que será “ese espíritu mexicano”, no AMLO, quien logrará el milagro.

Por principio de cuentas porque las cosas, según se percibe por la forma como quedó constituido el poder en México, no van a cambiar mucho con la elección de AMLO. Esta elección no va significar otra cosa que el cambio de membrete y logotipo del nuevo grupo mayoritario. Antes se llamaba PRI, hoy se llama Morena, pero no sólo son los miembros de Morena los mismos que los del PRI, sino que, como México constatará muy pronto, su modus operandi será el mismo. El cambio, entonces, no vendrá de ellos. Los legisladores morenistas seguirán levantando el dedo a cuanta cosa les ordene su único jefe, AMLO, y sus funcionarios seguirán siendo tan corruptos y venales como cuando AMLO era la cabeza del gobierno de la CDMX. El cambio deberá proceder de los mexicanos, quienes son los que deberán enfrentar las consecuencias de la aplicación de políticas económicas y sociales sustentadas en meros buenos deseos o dirigidas con objetivos clientelares. El cambio deberá proceder de la sociedad mexicana cuando se vea acosada por leyes que penalizan con cárcel la más mínima crítica a medidas contrarias a la familia y a la vida. Basta voltear a ver lo que sucede en España. El cambio deberá proceder de los empresarios mexicanos cuando vean que no encuentran trabajadores calificados porque, como sucedió en Argentina bajo los Kirchner, los desempleados perciben mayores ingresos en forma de subsidios estatales que lo que ganan los trabajadores asalariados. ¿Quién va a querer trabajar si es más rentable estar desempleado? De AMLO no se puede esperar que cumpla con su promesa de sanear a México de la corrupción cuando él mismo prometió a ls criminales que los perdonaría. De seguro que inmediatamente después de colocarle la banda presidencial a AMLO, EPN saldrá, acompañado de la actual mafia en el poder, hacia el aeropuerto a abordar un avión cargado con sus rapiñas y poner rumbo a Canadá, siguiendo el ejemplo de Napito, confiados en que nadie les pedirá jamás cuenta de nada. Serán los mexicanos de la calle, no los diferentes funcionarios de Morena, los que de alguna forma tendrán que obligar al presidente que eligieron para que actúe a favor de la justicia a pesar de sus promesas irracionales de perdón. Únicamente los mexicanos comunes, los ciudadanos, podrán responder, respetuosa y pacífica, pero enérgicamente a todo aquello que pueda conducir a México al desastre al que lo puede llevar la euforia por el reciente triunfo electoral de AMLO.

Siguiendo el dictado de la conciencia democrática más elemental, y la llamada hecha por tantas organizaciones civiles y religiosas a colaborar con el nuevo gobierno mexicano, todos debemos ofrecernos a hacer lo mejor para que el resultado de la elección del 1 de julio sea el que todos esperamos. Ello incluye, obviamente, colaborar con todo lo genuinamente bueno que el gobierno proponga. Pero también incluye la vigilancia estricta para evitar que todo sea más de lo mismo, o peor que antes. Y la vigilancia no servirá de nada si no se apoya con acciones concretas de oposición a las decisiones malas del gobierno; con un marcaje personal a los legisladores.

Y claro, el mayor respaldo a este y a cualquier otro gobierno que lo remplace en el futuro será que el cambio del que tanto hablamos empiece en el corazón de cada mexicano. Si no queremos corrupción hay que negarse a ser solidarios de ella. Si queremos calles limpias, hay que evitar ensuciarlas. Si queremos funcionarios honestos, hay que denunciar a los deshonestos y educar con el ejemplo a los hijos en la honestidad y la legalidad. Si queremos familias unidas, hay que empezar por mantener unida a la propia. Si queremos una nación solidaria, hay que compartir lo propio; aplicar el principio del destino universal de los bienes. Caritas Christi urget nos. AMLO solo no puede hacer el cambio, ni tampoco ningún otro funcionario, caudillo o no, aunque la euforia actual nos lleve a pensar que ya con haber derrotado en las urnas al campeón de la corrupción seremos campeones del mundo en justicia y progreso.

@yoinfluyoredaccion@yoinfluyo.com

* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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