El verdadero peligro para México

Si no logramos acabar con ese odio, bien podemos despedirnos de la democracia. Y no será fácil ni rápido recuperarla.



En las elecciones presidenciales del 2012, y posiblemente en las del 2006, el decir que Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México tuvo un efecto en las elecciones presidenciales. Muchos votaron por miedo: gente que no creía en el PRI en 2012 o en el PAN en 2006, hicieron cambiar el resultado de esas elecciones, por miedo. ¿Sigue siendo esa la situación?

 

El entorno no ha cambiado mucho. Las posturas políticas de AMLO no son muy diferentes. Sí, se ha rodeado de personajes que han tratado de mostrar un AMLO más moderado, menos rijoso, no rencoroso. Dispuesto a la conciliación y a la armonía. Sus ayudantes se desviven tratando de explicar lo que realmente quería decir AMLO, para reducir el tono que, en algunas ocasiones, se puede interpretar como extremista. Pero la vuelta al pasado, la propuesta de aumentar el poder presidencial y poner la economía en manos del gobierno siguen ahí, en su discurso.

 

Pero ahora para muchos el tema es otro. El peligro, dicen, es que sigamos igual. El peligro está en que la corrupción sea cada vez mayor, que la violencia siga aumentando, que sectores importantes de la población no salgan de la pobreza y que las múltiples promesas, incluso las firmadas ante notario, no se hayan cumplido. Y ante el enojo de esa situación, el riesgo de poner el país en manos de Morena, algunos lo perciben como un peligro menor. Y hasta el 1º de julio no sabremos cuantos.

 

Pero, en mi modesta opinión, el gran asunto es otro. Si las elecciones del 2006 y del 2012 fueron las elecciones del miedo, las elecciones del 2018 son las elecciones del odio. Un odio que se percibe en las redes sociales, en los medios, en los periodistas, en las pláticas de café, en el trabajo y hasta en las familias. El insulto a quién no opina como yo. El considerar como mi enemigo al que piensa diferente que yo, en lo político, en lo económico, en lo social y en muchos otros temas.

 

Llamar a algunos Peje Zombis y Chairos o a otros como miembros de la mafia del Poder y enemigos del Pueblo.

 

Llamarlos imbéciles, estúpidos o de otros modos más floridos. El llamado a fusilar en el Cerro de las Campanas a los que opinan diferente o pedirles que abandonen del país el 2 de julio a los que hayan votado en su contra. A lo mejor soy muy anticuado, pero creo que a nadie se le puede convencer de algo mediante los insultos. Pero, aparentemente, estoy en minoría. Muchos, a todos los niveles, incluso intelectuales destacados, piensan que el insulto sirve como arma para convencer. Yo no lo creo.

 

El 2 de julio, muchos nos tendremos que comer nuestras palabras. Lo que creíamos imposible, habrá ocurrido. Y nos encontraremos con que tenemos que convivir y colaborar con aquellos que estuvimos insultando por los últimos meses. ¿Ocurrirá un milagro y, de alguna manera, se olvidará el odio que se sembró todo este tiempo? No lo creo. Tristemente, no lo puedo creer.

 

Ese es el verdadero peligro. Y, con pena, no veo a nadie atendiendo ese riesgo. Un peligro para cada uno en lo personal, pero sobre todo una gran amenaza para la paz social. Si no logramos acabar con ese odio, bien podemos despedirnos de la democracia. Y no será fácil ni rápido recuperarla.

 

@yoinfluyo

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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