Estrategia integral versus ceguera educativa

No hubo capacidad creativa ni estrategia integral que permitiera aprovechar los recursos que, hoy como nunca, brinda la tecnología.


Clases por tv


Esta semana volvieron a clases millones de niños y adolescentes, mientras muchísimos otros, los más necesitados, siguen privados de la impartición de conocimientos, porque no tienen televisión, internet ni teléfonos celulares en sus comunidades.

La reanudación de los ciclos escolares, que estuvo regida por la necedad y una prisa absurda, más que por una estrategia inteligente para afrontar la llamada “nueva normalidad”, es un eslabón más de la cadena de pifias y malas decisiones que se han tomado en México en materia de educación.

Las acciones oficiales en materia educativa, en especial las adoptadas de cara a la pandemia generada por el coronavirus, ponen al desnudo la carencia total de una estrategia educativa inteligente.

Con evidente miopía, se ataca el problema de la pandemia como si se tratara de un imprevisto que pronto pasará, y no de una situación que, en el mejor de los casos, hará cambiar radical y definitivamente los modos de vivir y de convivir –y de asumir los procesos educativos, por supuesto– de todos los mexicanos.

La decisión de reanudar de inmediato y a cualquier costo los cursos, echando mano de la televisión y las transmisiones simples por streaming es una pésima decisión. Es un retroceso que implica desprecio por las nuevas herramientas tecnológicas.

No hubo capacidad creativa ni estrategia integral que permitiera aprovechar los recursos que, hoy como nunca, brinda la tecnología y que, a diferencia de lo que ocurre en el sector oficial, algunas escuelas privadas están comenzando a utilizar.

Suponiendo que a alguien se le ocurrió pensar estratégicamente, habría que deducir que no hubo tiempo para aplicar una estrategia integral. Pero en ese caso, ¿a qué viene tanta prisa de las autoridades educativas? ¿La prioridad es educar o es sacar del sistema escolar a los chicos, porque otros presionan detrás para entrar?

Otro punto inexplicable es el absurdo intento de adaptar a las personas a la pandemia, en lugar de adaptar los espacios educativos a las nuevas condiciones.

Es comprensible que, de manera emergente, se supla la educación presencial por educación virtual, pero sentar a los chicos frente a una pantalla a observar una transmisión que se diferencia poco de un programa común está lejos de ser una opción educativa.

Además, no hay visos de que la rudimentaria solución adoptada para “salvar” el año escolar vaya a ser modificada; de manera que, vista a mediano plazo, la decisión de privar a los niños de la asistencia a la escuela para sentarlos a ver televisión tiene, entre sus efectos más negativos, el riesgo de “des-socializarlos”, por así decirlo; de fomentar el aislamiento en lugar de la convivencia social.

Hay muchos y muy importantes efectos negativos que se desprenden de la falta de estrategia, y entre ellos, además del menosprecio por las posibilidades tecnológicas, ocupa un lugar primordial el impacto en las familias pobres y, de manera consecuente, el ensanchamiento de la brecha de desigualdad social y económica.

Una estrategia integral, y no errática como la vigente, habría incluido los trabajos pertinentes para que, desde ya y con la mayor velocidad y eficiencia, se estuviera trabajando en acondicionar las aulas y las escuelas y en fomentar entre padres, alumnos y maestros una cultura de salud y seguridad sanitaria.

Y claro, no es poca la inversión que se requiere para contratar personal y capacitarlo, comprar equipo, diseñar salones de clases y espacios de convivencia sanitariamente seguros, garantizar la supervisión y la vigencia de esa seguridad, etcétera, pero es la única forma inteligente de evitar un ahondamiento en la brecha económica y en la social, porque la prioridad sería preparar el regreso de todos los niños a las escuelas.

En cambio, resulta sencillo y muy barato esperar a que todo vuelva a ser como antes, lo cual muy seguramente no ocurrirá. Barato en inversión, aunque es altamente probable que resulte muy caro, a mediano plazo, en lo educativo, en lo económico y en lo social.

 

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