Universidad amordazada

La intención era impedir que Ricardo Anaya, excandidato presidencial del PAN y ave de tempestades donde quiera que se pare o siquiera se le mencione, impartiera un diplomado sobre políticas públicas.


UNAM


Lo ocurrido en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM es, más que reprobable, absurdo; tanto si se considera la arbitrariedad de quienes tomaron las instalaciones, como si se analiza la causa de esa toma.

En efecto, nada justifica que, fuera de todo derecho, sin un argumento válido y detrás de la cobarde protección de capuchas que esconden sus caras, un grupo de vándalos haya decidido tomar el control de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

No importa que esgriman como causa de su accionar, nada lo justifica; ni en la UNAM ni en ninguna otra parte, aunque es seguro que las autoridades no perseguirán a nadie y quizá incluso aleguen que está de por medio el derecho a la libre manifestación, porque cada derecho tiene los límites que le imponen derechos ajenos.

Aceptado lo anterior, corresponde analizar la causa de la toma. La intención era impedir que Ricardo Anaya, excandidato presidencial del PAN y ave de tempestades donde quiera que se pare o siquiera se le mencione, impartiera un diplomado sobre políticas públicas.

Se puede estar de acuerdo o no con Anaya y sus criterios. O con Nicolás Maduro. O con Ricardo Monreal, o Porfirio Muñoz Ledo, o Felipe Calderón, o quien sea, mexicano o extranjero. Ninguna simpatía o antipatía política justifica la violencia, la arbitrariedad y la intolerancia de nadie.

Pero hay un agravante: es absurdo que se manifieste esa intolerancia precisamente en una universidad, cualquiera que sea; en este caso la más importante universidad de América Latina, la Nacional Autónoma de México. ¿Quién puede estar autorizado para amordazar una escuela del recinto autónomo y libre por antonomasia?

La universidad, toda universidad es, por definición, recinto de la cultura universal, casa abierta a las ideas de todas las corrientes de pensamiento, templo de la pluralidad, de la tolerancia y la difusión de las ideas. Absurdo, reprobable, indignante.

Hay que preguntar si los encapuchados también son pueblo bueno y sabio, y si también tomarían la Facultad de Ciencias Políticas si el diplomado fuera a impartirlo Marcelo Ebrard, por ejemplo…

 

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