Desde todos los rincones

En la medida en que tengamos a más estudiantes sin importar su sexo logrando la excelencia más ganará la sociedad a futuro.



Desde hace unos años, a la conmemoración del 8 de marzo como día de la mujer se ha sumado la promoción del Paro Nacional de Mujeres el 9 de marzo. Ambas fechas son una oportunidad para reflexionar sobre el papel de las mujeres en la política, la sociedad, la empresa y la familia, además de ser un llamado a detener la violencia y los feminicidios.

El tema no es menor, puesto que no sólo implica, en términos redondos, a la mitad de la población de cualquier país; sino a la mitad que históricamente ha sido menos vista y cuyas aportaciones se han dado por sentadas durante siglos. Además, a dos años de la pandemia la reflexión resulta indispensable porque esta ha dejado entrever justamente que los logros de las mujeres en varios ámbitos siguen siendo muy vulnerables y, por tanto, los primeros en que se notan los retrocesos.

Las decisiones, pero, sobre todo, las omisiones del gobierno actual para enfrentar los diversos retos que la llegada de la pandemia planteó han dejado números poco favorables para las mujeres. Si en un renglón la inacción del gobierno causó estragos fue en el económico, por lo cual provocó innumerables cierres de empresas y recortes fuertes en muchas otras. Fue así que el desempleo generado en los primeros meses las afectó de manera desproporcionada, pues de cada diez personas que se quedaron sin empleo, siete eran mujeres. La recuperación tampoco ha arrojado cifras favorables ni en cantidades ni en montos de los salarios, en cambio la pobreza laboral sí ha ganado terreno.

Por otra parte, la carga de los cuidados, como se denomina, con cierto eufemismo a las tareas de limpieza, preparación de alimentos, atención a menores de edad, a adultos mayores y a enfermos en muchos hogares se incrementó. Especialmente en aquellos con hijos en etapa escolar, pero sin la edad suficiente para ser autónomos en la escuela a distancia ya fuera a través de la televisión o en modalidades por internet.

En este marco reflexivo, no podemos soslayar que la violencia intrafamiliar también creció y las víctimas fueron, como desde antes, en mayor proporción mujeres. Estos hechos son especialmente dolorosos en ese rincón que deberían ser el espacio seguro frente a las agresiones del exterior se convierten en murallas que protegen a muchos agresores. La pandemia con el obligado encierro y los recortes a la red de refugios que existía para apoyar víctimas de la violencia intrafamiliar jugaron en contra de las mujeres.

Todo tipo violencia ejercida contra las mujeres es necesario denunciarla y exigir el fin de la impunidad, no sólo por elemental justicia para las víctimas; sino porque el nivel de seguridad que las niñas y las mujeres perciben y viven en sus hogares, así como al salir de ellos sí importa porque es síntoma inequívoco del diagnóstico de una comunidad en su conjunto. Una mujer se siente segura en un entorno donde las agresiones son la excepción y reciben justo y proporcionado castigo si se dan.

Es en este gran panorama que se debe valorar la aportación de las marchas y el paro, en arrojar luz para aprovechar lo que puede ser un punto de inflexión importante en la historia nacional. Un punto de inflexión que permita ahora reemprender el camino y corregir de fondo para que las circunstancias adversas dejen de afectar a las mujeres y su desarrollo para perfilar un mejor futuro para todos en conjunto.

Esta nueva luz y las acciones positivas que deriven de ellas no serán ni promovidas ni favorecidas por el gobierno actual, que pregona que es el más feminista de la historia; pero en los hechos se ha comprobado una y otra vez que no es así.

Por ello, y porque al final el avance será más contundente si brota de la sociedad en cada familia, en cada escuela y en cada empresa, por ello conviene reflexionar y mover a la acción a partir de lo que hemos vivido estos últimos años.

La experiencia de la pandemia que llevó a estrechar la convivencia no creó escenas de violencia intrafamiliar en todos los hogares. Al contrario, en muchos tuvo un efecto positivo, pues abrió los ojos de muchos varones a la cantidad de tareas que hace dos años no tenían idea se realizaban. A dos años no se trata sólo de que valoren que las mujeres de su hogar las realicen; sino que las hagan también suyas de forma permanente. Cualquiera sabe que el rumor de una escoba moviéndose por toda la casa siempre es más de agradecer que el estruendo de un aplauso testimonial.

Las escuelas y universidades juegan un papel decisivo para crear y aprovechar este punto de inflexión que no se puede quedar sólo en que esta semana o incluso en el mes se den ciclos de conferencias en torno al tema, sino que se debe traducir en fomentar la igualdad de oportunidades. Es buscar que en lo académico y en lo deportivo no se posponga a nadie, sino que se busque que cada una y cada uno desarrolle su máximo potencial. En la medida en que tengamos a más estudiantes sin importar su sexo logrando la excelencia más ganará la sociedad a futuro.

Aunque los números están lejos de reflejar ese cambio en la tendencia, el abanico de posibilidades que el “home office” y los modelos híbridos de trabajo permitirán, a las empresas que los sepan implementar, aumentar sus niveles de productividad. Pues muchas mujeres dejarán de sentirse drenadas por el agotador balance trabajo-hogar y podrán ser más eficientes sacando provecho de esos esquemas, ya sea solas o dividiendo de manera más equitativa con sus parejas.

La cantidad de formas en impulsar el cambio genuino es idéntico al número de personas decididas a hacerlo realidad tanto en la exigencia a las autoridades, como buscando ponerlo en acción en su entorno. En la actualidad que el panorama nacional e internacional está más oscuro es más apremiante construir ese cambio para que llegue a todos los rincones.

 

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