Nuestro personaje sufrió la metamorfosis que transforma a los mentirosos: se volvió mitómano, pues se creyó sus propias mentiras y la megalomanía se apoderó de su enfermizo entendimiento.
El triunfo de Joseph Biden en las elecciones de Estados Unidos provocó, como es lógico, diversas reacciones tanto entre los electores como en su adversario populista derrotado.
Durante pandemia se difunde información contradictoria y poco clara, se publican conteos no certificados ni verificados. No hay políticas claras ni consistentes.
Uno, el subordinado, dice que las condiciones pandémicas no mejoran, sino que avanzan hacia el empeoramiento, mientras que el otro, el jefe, dice que no pasa nada, que vamos muy bien, aunque no especifica hacia donde.
La forma autocrática de tomar decisiones que ha imperado los últimos dos años ha causado serios daños, la elección de 2021 es una oportunidad única de revertirlos.
El gobierno actual ha generado una grave crisis de credibilidad en su actuar, el caso del robo de medicamentos para el cáncer amenaza con ser una raya más al tigre.
Las crisis, dicen los que saben, hacen aflorar lo mejor de las personas, pero también sacan a la luz lo peor de ellas, la del COVID-19 no escapa a ese axioma.
Son cada vez más las personas inconformes con el estado de las cosas en nuestro país, y quienes sí lo están suelen encontrarse en algunos grupos identificables.
El regreso a la llamada nueva normalidad sí ha marcado cambios, pero no necesariamente positivos sobre todo en las cuestiones violencia en todas su formas.