Ya es clara la puja Anaya-AMLO

Para el tercer debate, que será en Mérida, habrá un cielo más despejado.


Meade y AMLO


Los estrategas de Meade se enojan cuando les dicen que el segundo debate lo ganó Anaya, en vez de haberle aconsejado no actuar como funcionario de Peña, sino como candidato; lo que lo llevó a defender a éste y a no entender el fardo que le significa un gobierno campeón de la corrupción y la impunidad e incapaz de atacar los problemas del país, que le estallan por doquier, aunque el lema de la campaña de Peña fue “nosotros sí sabemos cómo gobernar”.  

En vez de desligarse, siquiera en apariencia, del presidente más reprobado por el pueblo, llegó al absurdo de defender la invitación a Trump, cuando lo recibió como a Jefe de Estado, promovida por su jefe Videgaray, y que de alguna manera lo catapultó al triunfo.

López Obrador estuvo en Peje: elusivo, mentiroso, lento, violento, enojón, como siempre, parecía dopado; quiso hacerse el chistoso, con respuestas inadecuadas y reiterativas, para no salirse del scrip, porque su caletre no le da para más.  

Mintió cínicamente con que está muy bien de salud, pese a las informaciones y fotos con los médicos especialistas cubanos que lo atienden, y que no le han de cobrar sorbete; lo que demuestra que tiene mucho dinero de las prerrogativas de Morena y la cuotas que cobra a los  corruptos que recibe y a los candidatos que proyecta.

Menos mal que, si por desgracia llegara a presidente, duraría muy poco por estar muy enfermo del corazón, de la columna vertebral y del coco, y así no se perpetuaría en el poder como sus ídolos los Castro, Chávez y Maduro.

El Bronco incumplió el objetivo por el que el Trife le regaló la candidatura: atacar a AMLO, con quien, al parecer ya se entendió y agregó esto a sus antecedentes de delincuente electoral. Ya ni gracioso resultó.

Anaya fue acucioso, incisivo, con datos y argumentaciones claras y respaldadas en pruebas, como suele. Desmintió al Peje que como jefe de gobierno del DF atrajo el mayor volumen de inversión extranjera directa, que generó empleo; pues le demostró que ahí incluyó la venta de Banamex a Bancomer.

Meade no pudo relanzarse, como dicen sus publicistas, encabezados por el prestigiado Carlos Alazraky, que sabe cobrar fuerte, pero no hacer milagros. Tendrá que conformarse con ver los toros desde la barrera y observar cómo se le van desgajando partidarios por el voto útil y el estratégico; indispensables para frenar al Peje, por el bien de México.

Ya estamos, pues, en una lucha a muerte, sin tregua ni cuartel. Claro, empezaron a salir las encuestas pagadas por los equipos de los candidatos, como la de la Agencia Quadratín, que Aurelio Nuño se apresuró en revelar esa misma noche en el posdebate, porque ponía a Meade en la punta, seguido por el Peje y a Anaya muy lejos, casi empatado con el Bronco.

Para nada disfrazan sus mentiras, por elemental pudor.

Nada ganan con querer inflar a Meade, que ciertamente tiene muchas virtudes: es inteligente con buenas propuestas, pero honrado, honrado parece que no, pues por lo menos dejó hacer y dejó pasar corruptelas en Sedesol y como secretario de Hacienda y hasta se le achaca una colita de la Estafa Maestra de Rosario Robles.

Presumió el PRI que, como resultado del debate, empezaron a unírsele partidarios de Margarita Zavala, como Ernesto Cordero (que se ha dicho hasta la saciedad es el mejor amigo de Meade y lo impulsó con el presidente Calderón para que lo sustituyera en Hacienda) y la mamá de Camilo Mouriño, la senadora suplente Geli Mouriño.

No quieren entender que el PRI es una marca ya muy desprestigiada y en su seno hay pugnas, descontentos y decepciones y ya no puede levantar cabeza.

En la última etapa de la campaña Anaya debe apretar el paso, no esconderse ni quitar el ojo de Andrés Manuel, sino seguir exhibiendo sus mentiras, contradicciones y falta de soluciones reales a los agobiantes problemas del país.

También debe estar preparado para recibir otra andanada de la gente de Meade, en un intento más para tratar de desprestigiarlo y bajarlo del caballo cuyo trote no supo aguantar J. Antonio.

El dueto Peña-Videgaray, que jefatura el gobierno y la campaña de éste, debería entender que para frenar al Peje hay que buscar entenderse con Anaya y olvidar agravios de ambos lados, porque ya pasó la época del partidazo-aplanadora y ahora vive estertores agónicos.

Para el tercer debate, que será en Mérida, habrá un cielo más despejado; a ver si entonces el Peje sale de su mutismo y lanza su postrer dentellada para salvar el pellejo, antes de desatar el tigre que tiene preparado para cuando vea que no van a regalarle el poder.

 

@yoinfluyo

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

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