José Antonio Meade

Meade debe tirar lastre de su campaña

Al terminar la precampaña, tarea inmediata de José Antonio Meade debe ser tirar el lastre: a estrategas y coordinadores que le corren el toro al revés e incluso a quienes llegaron ahí con el ánimo de sustituirlo, porque –decían- no dará el ancho.



Le corren el toro al revés al escoger de candidatos a gobernadores o alcaldes de grandes ciudades a los menos indicados, como en Chiapas, donde provocaron desbandada priista para imponer a Roberto Albores Gleason, mimado del exgobernador Juan Sabines, el peor de esas latitudes, que dejó un desfalco de 40 mil millones y Peña Nieto se lo perdonó porque apoyó sus aspiraciones presidenciales y le donó el fuero diplomático de Cónsul en Orlando, Florida.

El primer despedido del equipo de Meade será Javier Lozano, tránsfuga de partidos, que va de un lado a otro por un “hueso”, sin convicción partidista ni compromiso ideológico, y su desprestigio contamina cuanto toca.

Están claros los lastres, y hay que aprovechar escrupulosamente los 4 meses 3 semanas anteriores a la elección para que Meade dé el estirón definitivo. El objetivo es superar a los contrincantes, Anaya o el Peje, sobre todo a éste, y derrotarlo con contundencia, sin dejarle resquicio a invocar para armar la camorra que ya prepara.

Por algo ha conjuntado a los corruptos peores, políticos más desprestigiados, la CNTE en sus diversas acepciones, al EPR y grupos serranos guerrilleros y a la mafias del narco, no para ir a la Villa de Guadalupe en peregrinación, sino para armar la grande y arrebatar el poder al estilo Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, del brazo de Vladimir Putin.

A Andrés Manuel no puede creérsele “ni el bendito”; él va a lo suyo y no desperdiciará la oportunidad para constituir la dinastía bananera que heredará a sus hijos.

Anunció que repatriará a Napoleón Gómez Urrutia, quien heredó el liderazgo del sindicato minero de su padre, sin ser miembro del sindicato, y huyó a Canadá por una orden de aprehensión por usurpar el cargo. Pero el Peje, que “absuelve” a cuantos se caen con su cuerno, lo incluirá en la runfla de impresentables que integran su corte.

En vez de tácticos y coordinadores de campaña infuncionales, Meade requiere chuchas cuereras que le cambien desde el look, lo hagan adelgazar y vestir mejor, lo lleven a “pueblear”, como hacían antes los candidatos, y lo saquen de recintos cerrados, donde lo oyen unos cuantos.

Puede llevarse chascos iniciales, pero tarea de sus estrategas es pulsar situaciones, sacar lecciones y promover innovaciones, siempre con el propósito de tenerlo a ras de pueblo, que es donde obtendrá el voto del 28% de indecisos, manjar apetecible para cualquiera que desee ganar el poder, no que se lo regalen.

Además, mientras AMLO tiene bien engastado su sistema de redes sociales, donde sus fans dan la batalla, lo promueven y gritan por él; José Antonio no puede estar en manos de burócratas, sin ninguna emoción política, que sólo buscan más chambas y lucrar, y les da lo mismo que gane o pierda.

Alguien en el entorno de Meade debe tomar en cuenta que las nuevas tecnologías digitales son instrumento cada vez más indispensable para impulsar una causa; que lo digan Trump, sus aliados rusos y Putin, tan preocupado en empujar al Peje, a cambio de la entrega del petróleo mexicano, que lo afianzaría como líder indiscutible de los energéticos mundiales.

No es soñar despierto, sino ver al realidad política global, donde nadie da paso si huarache.

Los allegados a Meade han de buscar otros ángulos para atacar a Anaya: ya se les ralló el disco de que se enriqueció a costillas de esto y de aquello, y lo vacunaron contra esos golpes, que huelen a infundios. ¿Acaso desean que sea él quien llegue a Los Pinos?

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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