A pesar del circo, avanzamos contra el virus

Cada vez son más las personas conscientes que, a pesar de las cantinflescas declaraciones que se multiplican y renuevan en las homilías mañaneras, saben que no somos inmunes al coronavirus.


Détente coronavirus


¿El escudo protector es la honestidad? ¿O sea que, si se quiere alejar al coronavirus, basta con ser honestos?

Ah, eso, sí: aderezado con las oraciones que el “pueblo bueno y sabio” le entrega al inquilino de Palacio Nacional.

De verdad que si no fuera dramático sería irrisorio. Y no porque se dude de las bondades de la honestidad, de la anticorrupción y, sobre todo, de la oración, no. De hecho, para los creyentes, como quienes hacemos YoInfluyo, la oración es un factor poderoso e indispensable, pero es imprescindible también la acción concreta.

Pero no es gracioso. Es grave. Más allá del desdén a las mujeres, del atole con el dedo de la rifa-no-rifa y del lanzamiento de culpas a los conservadores, neoliberales y demás “adversarios”, el asunto es una real prioridad.

Es un hecho, avalado por la Organización Mundial de la Salud, que en México no nos hemos quedado con los brazos cruzados ante la pandemia. No son pocas las opiniones despolitizadas que se inclinan a calificar de positivas las acciones y decisiones de las autoridades de salud.

Acciones y decisiones implementadas por un médico capaz, experto e inteligente, Hugo López-Gatell, que había sabido comunicar confianza y credibilidad, hasta que decidió lanzar la estúpida idea (no médica ni sanitaria, por fortuna) de que López Obrador no contagia a nadie porque “su fuerza es moral”. Pero, resbalones y lambisconerías aparte, se está haciendo algo.

No menos importante es lo que aprendió la sociedad durante la crisis del AH1N1, en 2009, a pesar del pánico que, según denunciaba el entonces aspirante a presidente de la República, se generaba de manera intencional desde Los Pinos. Se trata de un aprendizaje que, sin ese temor, no habríamos tenido.

Cada vez son más las personas conscientes que, a pesar de las cantinflescas declaraciones que se multiplican y renuevan en las homilías mañaneras, saben que no somos inmunes al coronavirus; que se vienen días, semanas y meses cada vez más difíciles y que, con toda su carga positiva, la honestidad y portar un “Detente” no bastarán.

Estamos, como ocurre en todas las crisis, ante una oportunidad. Gracias a ella es posible demostrar y demostrarnos que somos capaces de usar la cabeza para algo más que portar el sombrero e inventar loas al megalómano que monta circos mañaneros en Palacio.

Estamos hablando de una crisis, de un riesgo sanitario, de un peligro inminente y real. Ojalá que, dado que eso no parece ser percibido así en las esferas de gobierno, los ciudadanos seamos capaces de asimilarlo y actuar en consecuencia.

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