Tres años sin buenas noticias en la educación

El regreso a clases se maneja con números que esconden la realidad de las aulas: pocas escuelas tienen a todos sus alumnos todos los días de la semana porque los salones no ofrecen las condiciones de espacio para todos.



El sector educativo en México es amplísimo y en primera instancia se divide entre las instituciones privadas y las públicas y en ninguno de los dos frentes se han tenido buenas noticias estos tres primeros años del sexenio.

La educación privada ha lidiado con amenazas de quitar deducibilidad, nulo apoyo durante la pandemia, más las presiones de la Secretaría de Economía para imponer la Norma Oficial Mexicana 237, la cual sí parte de un diagnóstico certero de ciertos abusos en algunas instituciones, el ambiente actual lejos de ayudar, causará mayores estragos. En el renglón de la educación superior, destaca por lo inédito el ataque a la Universidad de las Américas de Puebla que se ha orquestado desde la Fiscalía General con apoyo el gobierno estatal.

Por su parte, en el amplísimo espectro de la educación pública se puede destacar que el actual gobierno en aras de cumplir su negociación con el SNTE para obtener sus votos modificó la Constitución y las leyes para echar para atrás la Reforma Educativa anterior. Lo cierto, es que la contrarreforma sólo trajo a la mesa los viejos vicios y diluyó la poca exigencia académica.

En los dos primeros años, los planes y programas y, por tanto, los libros de textos quedaron intactos con el pomposo inicio de la Nueva Escuela Mexicana. Las cosas cambiaron con el nombramiento de Marx Arriaga, un protegido de la esposa del presidente (¡con posgrado en la extranjerísima Universidad Complutense de Madrid!), como director de Materiales Educativos en la SEP. Arriaga ha mostrado una clarísima intención ideológica de apuntalar al actual mandatario y de expulsar lo “neoliberal” (o sea, imponer el más trasnochado socialismo populista) y con ello en mente se propuso modificar 18 libros a finales de marzo de 2021.

De entrada, modificar libros antes que planes y programas es un camino ilógico, a lo que se sumó un trabajo fue sobre las rodillas, con total descoordinación, solicitando la contribución voluntaria de profesores, autores y diseñadores. Al final, entregaron sólo dos libros de texto que fueron ampliamente descalificados por lo inapropiado de la intervención. Desde hace varias semanas, se están realizando los Foros de Innovación en los Libros de Texto Gratuitos en diferentes estados con docentes de esas localidades. Ojalá prevalezca la aportación didáctica y se deje atrás la intención ideológica en lo que resulte de ellos.

Durante la pandemia los profesores, quizá incluso los agradecidos del SNTE, no se sintieron apoyados durante los meses más oscuros de la pandemia ni después. La vacunación de este sector si bien fue sin distinción del lugar de trabajo (el sector salud los privados fueron desdeñados), fue con un biológico muy cuestionado. El regreso a clases se maneja con números que esconden la realidad de las aulas: pocas escuelas tienen a todos sus alumnos todos los días de la semana porque los salones no ofrecen las condiciones de espacio para todos. El rezago oculto crece y crece sin que se atreva nadie a denunciarlo.

Desde el podio mañanero se ha atacado a todos y ni la UNAM que es la joya de la corona de la educación superior no ha sido la excepción. Sin embargo, en el Centro de Educación y Docencia (CIDE) se ha podido tener un adelanto de lo que pueden esperar todas las instituciones cuando les toque renovar a sus altos mandos.

El nombramiento desde el Conacyt, de José Antonio Romero Tellaeche, como director ha agudizado el conflicto en CIDE que comenzó durante el interinato del mismo con declaraciones alarmantes y despidos injustificados. El alumnado, con apoyo de los docentes y de exalumnos, ha protestado y sólo ha recibido silencio. Y, aunque hasta el momento, no se ve que el conflicto escale a otras instituciones tampoco se puede descartar. En esas paradojas que los populistas son expertos en crear, en 2018, muchos alumnos del CIDE mostraron pública e incondicionalmente su apoyo a quien hoy ni los ve ni los oye.

Pero más allá de las palabras, si algo habla de un gobierno, son los montos que dedica en el Presupuesto a este sector. Sin entrar en más detalles y sólo tomando en cuenta lo que más le gusta presumir al presidente, un análisis de México Evalúa señala que del presupuesto etiquetado como educativo (340 mil 7 millones 552 mil 989) casi el 25% (83 mil 652 millones de pesos) van para las variadas becas que se entregan a todos los niveles y que no se ve cómo contribuyen a una mejor educación.

Esas becas, en muchos casos sustituyeron el más variado apoyo de Oportunidades/Prospera, evitarían la deserción escolar por motivos económicos, y tampoco lo han logrado del todo. Sólo se cuenta con datos del ciclo anterior, y el INEGI informó que la deserción escolar creció, y si bien los efectos de la pandemia fueron la principal causa, un 8.9% de esas deserciones fueron directamente atribuidas a la falta de dinero. Las becas tampoco sirvieron de motivación para que 5.2 millones (casi un 10% del total) que debían integrarse (o reintegrarse) lo hicieran. No hay atención ni programas para atender este problema que es probablemente mayor en este ciclo escolar

Los padres de familia que constituyen la mayor parte del electorado de este país no pueden cerrar los ojos ante estos hechos y tampoco deben hacerlo los estudiantes universitarios. La voz de estos dos grandes grupos debe oírse fuerte y clara para empezar desde ya a cambiar el rumbo. Pues si los estragos que se acumulan en los siguientes tres años sólo harán más difícil remontar en un terreno donde México no era competitivo, pero peleaba por serlo y hoy está más lejos que nunca de las naciones más avanzadas.

 

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