Tengo la obligación de defender la verdad: Monseñor Castro

El crimen organizado está presente en todo el estado de Morelos. “Hasta ahora no conozco un solo municipio sin presencia del narcotráfico” dice el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro.


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Ramón Castro Castro es el obispo titular de la Diócesis de Cuernavaca, en Morelos, un estado especialmente afectado por la violencia provocada por el crimen organizado. En solo cinco años se ha erigido como uno de los líderes más visibles de la comunidad morelense.

 

Ante la ola de violencia que vive la entidad no solo ha animado a su feligresía a salir adelante, también los ha llamado a salir a las calles. Se ha puesto al frente de una serie de manifestaciones por la paz, lo que, asegura, le ha valido represalias y persecución.

 

Con tal de desprestigiarlo, el gobierno perredista que preside Graco Ramírez lo ha acusado de desviar 75 millones de pesos que, presuntamente, serían para la reconstrucción de la catedral.

 

También, de gastar –por capricho personal- dos millones de pesos en una cancha de tenis del seminario; de recibir ocho millones de pesos del Santuario de Tepalcingo; y del robo de una valiosa custodia de un templo.

 

“Esa custodia desapareció hace 10 años y yo llevo aquí cinco. Me ha acusado incluso de defensor de pedófilos. Todo es falso”, asegura Castro Castro. Pese a la presión gubernamental, no ha dejado de señalar la injusticia, la impunidad y la corrupción en la entidad.

 

Estos ataques, dice, son muy abiertos, aunque ha recibido otras amenazas veladas. Recuerda que, en una ocasión, una de las llantas de su automóvil fue navajeada, “de tal manera que pudo ser un perfecto accidente”.

 

El 12 de enero de 2015 unos 50 agentes de la policía estatal irrumpieron en la casa del Vicario General –número dos- en el municipio de Amacuzac, supuestamente para atender una denuncia de secuestro. En esa casa únicamente viven los padres del sacerdote, ancianos y enfermos.

 

Ese municipio es uno de los que tiene mayor presencia del crimen organizado. Aunque el comisionado de Seguridad Pública de Morelos, Alberto Capella, ofreció entonces una disculpa al obispo, Castro Castro cuestionó el ‘error’ de la policía pues, dijo, las autoridades saben perfectamente quiénes son los líderes del grupo criminal que manda en esa región.

 

Ahora, con el paso del tiempo, asume ese cateo como “una advertencia para todo el presbiterio y para su servidor”.

 

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En entrevista con Yo Influyo, el también responsable de la Dimensión de Justicia, Paz Reconciliación, Fe y Política de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), asegura que, como pastor, no puede quedarse callado ante la violencia provocada por el narcotráfico ni ante la inacción, la impunidad y la corrupción del gobierno.

 

“Yo no quiero ir en contra de alguien específicamente pero sí quiero defender la verdad, y hablar del miedo con el que vive la población, decir que la mayoría de nuestro pueblo no tiene absolutamente confianza en las autoridades ni en la policía. Eso para mí resulta sumamente importante porque soy el pastor que acompaña a estas ovejas y no podemos negar lo que es evidente”.

 

“(he sentido) La necesidad de hablar de lo que está sucediendo y de poner en evidencia la verdad. Porque hay dos versiones que contrastan, la del gobierno y la del obispo. Para el gobierno las cosas van bien, ha habido mucho progreso en todos los sentidos; y, sin embargo, yo veo que no es así” dice el purpurado.

 

Lo evidente, agrega, es que el crimen organizado está presente en todo el territorio estatal. “Hasta ahora no conozco un solo municipio sin presencia del narcotráfico” asegura.

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Ante esta realidad, el obispo de Cuernavaca ha implementado un Ministerio de la Consolación. “Tratamos de acompañar a nuestro pueblo lo más que podemos, brindándole ánimo, esperanza y también llamándole a que no se quede con los brazos cruzados”.

 

Con la asesoría de la diócesis de Acapulco, instaló siete Centros de Escucha en distintos puntos de la entidad, en donde las víctimas del crimen organizado reciben acompañamiento espiritual de parte de sacerdotes, pero también asesoría jurídica, sicológica y terapia.

 

En sus recorridos pastorales, Castro Castro ha palpado el temor con el que viven los habitantes de regiones como el sur, el norte o el oriente del Estado; sin embargo, asegura, él no siente miedo pese a los riesgos y amenazas.

 

No tengo miedo absolutamente, porque estoy plenamente convencido de que nadie muere la víspera. El día en que el Señor te llame, aunque estés sentado en tu sillón, en tu oficina, si ya te toca, te vas. Cualquier día en que el Señor me llame, yo estoy dispuesto a cumplir su voluntad”.

 

En cambio, reconoce, sí teme por sus sacerdotes, algunos de ellos amenazados u objeto de atentados criminales. Sin embargo, continúan su ministerio, con valentía, “porque aman a la grey y porque tratan de acompañarlos, decirles ‘no están solos, estamos con ustedes en las buenas y en las malas’.

 

“Algunos, incluso, están decididos a que pase lo que pase” puntualizó.

 

 

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