Pila de libros

Vacaciones 2017

De veras, necesito de inmediato otras vacaciones. En éstas me fue del nabo.

Pregúnteme si leí, ¡Oh my God! ¡Naranjas! Del afamado montonsote de libros se me quedó en el librero medio montón. ¿Las causas de la tragedia? De salud, sin más: me insolé; me achicharré (la grasa nomás chirriaba y parecía yo luz de bengala); como Cuauhtémoc, terminé con los pies hechos asado… de puerco; y me dio un resfrío con tos de perro que yo, que aborrezco ir con el médico, fui arrastrando mis miserias a un consultorio con una fiebre que me hacía ver visiones y las estupideces habituales que nomás imagino pasaron frente a mis ojos, apagados y legañosos, en espléndido technicolor.


 


Seguro de que la crítica no se hará esperar, me vale, y ahí va el listado de libros que leí en estas vacaciones; advertidos mis cuatro o cinco lectores (yo creo que así andan de mal mis números) de que si no les gusta esa relación, pueden ahorrarse el refunfuño e irse a… el penúltimo párrafo, que es donde empieza el remate de estos doloridos renglones.

El primero que leí, y me mató, fue “La Paz de los Sepulcros”, de Jorge Volpi; cruda, lúcida, evocadora, la novela narra un crimen horrendo con un trasfondo esdrújulo (nostálgico-periodístico-necrófilo-político) muy bien escrito; lo recomiendo ampliamente. El segundo fue la sorpresa deslumbrante de un autor mexicano a quien no había leído, Daniel Salinas Basave, y que me encantó con “Vientos de Santa Ana”; ambientada en una frontera vívida y espeluznante, la novela recrea al siniestro Jorge Hank Rhon, famoso por sus excesos y desplantes, que inmortalizaría la absurda, estúpida y terrible frase que, no obstante, no le impidió ganar la Presidencia Municipal de Tijuana: “La mujer es mi animal favorito”; ambas novelas me recordaron a Héctor Aguilar Camín en sus mejores días; la tercera novela fue la ansiada “Eva”, de Arturo Pérez Reverte, otra delicia, como no podía ser de otro modo si del español se trata; intriga militar que transcurre en Marruecos tras la saga del tesoro español enviado a la URSS al inicio de la Guerra Civil.

Decepciones escalofriantes por inesperadas —venían con una crítica excelente—: “El que mueve las piezas”, de Ariel Magnus; y “El asesinato de Margaret Thatcher”, de Hilary Mantel, no me gustaron nadita; en mi opinión, como luego se dice, “mucho ruido y pocas nueces”; otros que ni fu ni fa, “Reflejos en un ojo dorado” de Carson McCullers y “Fantasmas” de Paul Auster; insulsas y baladíes.

El último de Dan Brown, “Origen”, y “Estados Unidos de Japón”, de Peter Tieryas, merecen mención aparte; el primero es una vuelta de tuerca al género de este escritorzuelo a quien llevo leyendo desde hace años alimentado más por el morbo, entiéndase curiosidad malsana, que por otra cosa; si a la historia repelente de “El Código Da Vinci”, constituye un ataque directo, malicioso y brutal, contra la creencia de millones de cristianos; esta novela lo regresa al oscuro origen de su fijación enfermiza contra la religión, a través de una historia facilona mal estructurada y peor escrita, cuyo eje es la negativa absoluta y tajante respecto de la existencia de Dios al amparo de una auténtica idolatría respecto de la noción de “ciencia”; ésta fue la gota que derramó el vaso, jamás pienso volver a leerlo, basura como es. En cuanto a la segunda, cumple con la promesa de ser una brillante novela de ciencia ficción y no queda a deber nada respecto de las expectativas que genera, amén de que contiene algunas reflexiones muy oportunas en materia de crítica social; pero no deja de ser ciencia ficción, un género que, después de Isaac Asimov, a quien leí en virtud de los buenos oficios de mi amigo Eslí, otro lector compulsivo, no termina de gustarme del todo; aunque, como luego se dice —Asimov dixit)—: “Una idea pobre bien escrita es probablemente más aceptada que una buena idea pobremente escrita”; pues este libro, bien escrito está.

El último de Almudena Grandes, “Los pacientes del doctor García”, no llegué a concluirlo; por ahí se quedó en la treintava página, en un preámbulo que, como todo lo de esta escritora entrañable, promete y promete mucho. De los anunciados, muchos textos se quedaron en el librero, pues; ya vendrán otras fechas de ocio y habrá tiempo, espero, de poderlos comentar.

A mis cuatro o cinco lectores, y en general a aquellos que pasen sus ojos por estas líneas —menos las excepciones de rigor, que ya van en sus buenos diez u once individuos e individuas y ellos saben quiénes son (no se hagan)—, un cálido, fraternal y cordial abrazo; lo mejor en este 2018 que recién arranca; que sus sueños se colmen; que Dios los bendiga y que a todos nos guíe; que la felicidad toque a su puerta una vez y otra y otra; ¡Ah! Y ya puestos: que termine de bajar los ocho kilos que traigo de más y me hacen parecer cacahuate M&M sin cubierta de colores, que se me quite la tos, que Pittsburgh alcance su séptimo anillo, que no gane Andrej Manuel y sí Anaya, que yo concluya mi tesis de doctorado, que Luis baje de peso y se rasure, que ya llegue María de allá de donde anda, que se vaya Adolfo a iniciar su carrera, que Camila no se coma mis libros (lleva dos) y que allá por Semana Santa termine yo de una buena vez con mi montón de novelas por leer.

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