Noticias angustiantes

Los noticieros nunca han sido de lo mejor en el aspecto de levantarle el ánimo a sus oyentes. Basados en una práctica conocida como el amarillismo, el énfasis noticioso no está orientado a las buenas noticias. Las catástrofes, el crimen, lo extraño, lo que se sale de lo común es lo que se considera valioso. Hay un dicho en esos medios: “cuando un perro muerde a una persona, no es noticia; cuando una persona muerde a un perro, sí es noticia”. Así es que una buena parte de la población está sujeta a una dieta diaria de noticias que van desde lo raro hasta lo amenazante. Normalmente, al terminar de escuchar el noticiero, mucha gente tiene una pequeña depresión. 

No quiere decir esto qué necesariamente los informativos sean completamente dañinos. La globalización, la comunicación prácticamente en tiempo real y a costos muy bajos, y otras mejoras tecnológicas nos han creado un nivel de información de alta calidad en poco tiempo: muy amplia, completa y con muchas posibilidades de verificarla.  Nos están dando un servicio valioso a la sociedad. Todavía hace un par de generaciones, sólo los gobiernos y personas con amplios recursos económicos tenían acceso a un nivel de información, como la que ahora podemos obtener a un costo pequeñísimo.  En aquel tiempo, el acceso a la información era tan limitado que generaba grandes ventajas competitivas y se construían fortunas con el aprovechamiento oportuno de la información.

Por otro lado, nos encontramos con que el contenido de los noticieros y muchos otros programas basados en información, se han quedado en generar valor al crear atención sobre los hechos.  Pero la mejora en el análisis no ha seguido el mismo paso que la de la información. Cantidades cada vez mayores de datos se entregan sin suficiente valor de análisis. En los medios tradicionales y en muchísimos de los nuevos medios, nos encontramos con pocos eventos basados en análisis, presentados generalmente en horarios poco competitivos, con formatos difíciles de absorber y, me supongo, con bajos ratings.  Además, muchas veces el análisis es unilateral y se maneja poco debate.  

En nuestro país, en el mejor de los casos, los debates van unidos a las campañas políticas. Los debates parlamentarios, que muchas veces presentan un nivel lamentable, tienen muy poca audiencia. Y, en general, se manejan con un enfoque de ataque. Rarísimamente se encuentran discusiones con propuesta., dónde se examinen los méritos de las diferentes ideas, y se trate de construir, aceptando los aspectos valiosos y complementándolos para que tengan aún más resultados.

En general esos pocos planteamientos son de corto plazo, sin ver el contexto ni las consecuencias previsibles de cada una de esas ideas. Claramente está haciendo falta un cambio de cultura.  Y es sabido, que las culturas no provocan cambios rápidos. De hecho, la politización de los debates hace que solo las propuestas con efectos inmediatos sean las preferidas por la clase política. No encontrará uno algún político que esté dispuesto a ofrecer ideas que den resultados en docenas de años. Desgraciadamente, esos políticos de gran visión, qué ven un horizonte amplio, difícilmente atraerían las simpatías de los votantes. Los demás buscan resultados en el término de su administración. Parafraseando un refrán popular, ellos dirían: “Si no es en tu año, no te beneficiará” 

La tecnología, los cambios sociales y la misma ciencia nos han acostumbrado a esperar cambios que ocurran a una velocidad fulgurante. El propio entretenimiento que ofrecen los distintos medios generalmente presenta situaciones dónde problemas gravísimos de nivel mundial, suelen resolverse en una o dos horas.  Nosotros, ingenuamente, esperamos que así ocurra en la realidad.

Pero independientemente de esta situación, las soluciones a los grandes problemas nacionales se podrán lograr cuando encontremos el modo de construir, en lugar de atacar. De hecho, en otros países, en la planeación estratégica se ha acuñado un término interesante: se habla de coopetencia, como una alternativa a la competencia. El concepto se podría traducir aproximadamente como la combinación de cooperar con competir: colaborar entre competidores. Algo difícil, claro.  

¿Podremos esperar, en un plazo razonable, que dejemos de centrarnos en lo negativo y que logremos modificar sustancialmente el tipo de información que consumimos, encontrar el modo de cooperar, de limitar los ataques viciosos? Yo creo que sí, pero tendríamos que cambiar nuestras costumbres para la toma de decisiones.  Además de aprender a analizar y debatir ideas. Tal vez el gran obstáculo, el de fondo, es que esto requiere de una gran dosis de humildad. Reconocer los aciertos de los otros, encontrar cuáles son los elementos valiosos que tienen y no sentirnos agredidos porque otros reconozcan las virtudes de las propuestas de los demás.  Y esto, es difícil en términos empresariales y probablemente lo es mucho más en los asuntos políticos.

Porque queremos ganar a toda costa, porque estamos buscando vencer, ser premiados o mejor aún llevarnos el reconocimiento. Y este espíritu de humildad, como decía mi santo abuelo, no se da en maceta.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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