Nicaragua: epicentro del terror

Creerse todo poderoso y aferrarse al poder, no para servir al pueblo sino para servirse de él, son dos grandes tentaciones a la que todo gobernante se enfrenta y a la que sólo los tiranos se rinden.


 


Nicaragua es un país que por años ha atravesado por muchos problemas generados por la ambición, la prepotencia, el despotismo y el nepotismo de algunos de sus presidentes. Daniel Ortega Saavedra es el presidente que por más de un cuarto de siglo, en dos etapas diferentes, ha ostentado el poder de esa nación centroamericana donde el terror, la persecución y la muerte han sido sus sellos.

Hoy en día los nicaragüenses viven sin paz y con temor de que ante el acecho de las autoridades del régimen de Ortega vayan a ser los siguientes en la lista de ser perseguidos, encarcelados, deportados, maltratados o asesinados como lo han sido opositores políticos, organizaciones no gubernamentales que apoyaban a los menos favorecidos e inclusive miembros de la Iglesia católica.

Ante esta oleada de terror alrededor organismos internacionales como la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha pedido al gobierno de Ortega cesar las hostilidades contra la población y las instituciones como la Iglesia cuyos miembros han sufrido vejaciones por las autoridades.

En este sentido, organizaciones civiles de diversas partes del orbe han alzado la voz ante esta ola de violencia, entre ellas se encuentra Actívate, la cual a través de su página de internet lleva a cabo una campaña de recolección de firmas para protestar, por lo que sucede en el país centroamericano, además de que integrantes de este y otros organismos civiles se reunirán este martes 16 de agosto afuera de la embajada de Nicaragua en México para protestar pacíficamente y exigir al gobierno frenar la violencia.

Imperio de abuso y de terror

El absolutismo resulta tan cómodo para algunos que sin importar el sufrimiento ni la sangre que tenga que correr, siempre de inocentes, es un precio que están dispuestos a pagar para mantener su capricho de detentar un gobierno sin que exista poder humano capaz de quitarlos.

En Nicaragua la dictadura tiene rostro y nombre: Daniel Ortega Saavedra quien ha estado al frete del gobierno del país centroamericano por 26 años, sin importar que paradójicamente luchó para derrocar a otra dictadura, la que encabezó por 16 años Anastasio Somoza.

Primero persiguió y encarceló a 46 de sus detractores políticos entre los cuales siete aspiraban a la presidencia, para que no le hicieran sombra en las últimas elecciones que se celebraron en 2021 y en las que Ortega fue reelecto por cuarta ocasión consecutiva.

Después la Asamblea Nacional, a solicitud de la Dirección General de Registro y Control de Organismos sin Fines de Lucro del Ministerio de Gobernación, decreto de la cancelación de personalidades jurídicas de más de mil organizaciones civiles que trabajaban en defensa de los derechos humanos, de mujeres y niños en situación vulnerable o de la libertad de expresión, así como a universidades privadas y entidades culturales y entre las que se encontraban las Hermanas Misioneras de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta.

Y ahora la persecución se ha recrudecido en contra de la Iglesia católica a la que apenas iniciando el mes de agosto el régimen de Daniel Ortega ordenó el cierre de siete emisoras católicas de la diócesis de Matagalpa, además la Policía asaltó la capilla del Niño Jesús de Praga, de la ciudad de Sébaco, con la intención de incautar el equipo de la radio católica que ahí funcionaba.

El 4 de agosto el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, no pudo salir de su casa para ir a oficiar misa ni andar por las calles para hacer una procesión con el Santísimo ya que estaba rodeada por policías antimotines que le prohibieron el paso con el único argumento de que sólo seguían órdenes y que era por su seguridad. Desde ese día el obispo está recluido en la sede del Obispado junto con cinco sacerdotes, dos seminaristas y tres laicos.

El obispo Álvarez no goza de la simpatía del gobierno dado que es muy crítico del sistema y no se ha callado para denunciar las violaciones a los derechos humanos cometidos por el régimen de Ortega.

A pesar de que Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, se declaran católicos y en muchos de sus discursos hablan de Dios no están de acuerdo con la Iglesia a la cual en diversas ocasiones han señalado de apoyar a la rebelión ciudadana que intenta un golpe de Estado, por lo que amparados en sus propias leyes mantienen en asedio constante a algunos sacerdotes y movimientos religiosos como lo hicieron con las Misioneras de la Caridad que fueron expulsadas del país acusadas por el gobierno de haber incumplido ciertas obligaciones legales, violando la normativa contra el blanqueo de dinero, la financiación del terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva.

Eterno presidente

En el transcurso de los años Daniel Ortega ha acomodado las piezas de la política nicaragüense para salir favorecido y obtener el poder absoluto, primero lo hizo con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) partido del que ha sido el único candidato a la presidencia.

En 2007 estando en la presidencia y faltando algunos años para que se llevaran a cabo elecciones para renovar este cargo, Daniel Ortega quería verse en la boleta nuevamente en 2011 para reelegirse; sin embargo, la Constitución Política de Nicaragua no se lo permitía, por lo que con antelación se encargó de subordinar a los miembros de la Corte Suprema de Justicia quienes aceptaron un recurso de amparo y declararon que al no dejarlo participar nuevamente en los comicios para repetir en el cargo, se violaban los derechos humanos de Ortega y el principio de igualdad.

Su afán de dominio nunca se sacia por lo que tampoco se acaban las nuevas formas para someter a quienes disienten de él, y de quienes les pase por lamente intentar hacerlo, muestra de ello es que en 2020 expidió diversas leyes que fueron socavando los derechos humanos de los nicaragüenses y que sirven de instrumentos para justificar su actuar e instaurar el terror.

El 21 de diciembre de 2020 la Asamblea Nacional de Nicaragua aprobó la Ley de Defensa de los Derechos del Pueblo a la Independencia, la Soberanía y Autodeterminación para la Paz, a los pocos días la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) rechazó esta aprobación y urgió al Estado de Nicaragua a derogarla, al señalar que esta iniciativa tendría por efecto prohibir que puedan optar a cargos de elección popular los nicaragüenses que, a juicio de las autoridades “encabecen o financien un golpe de estado”, “fomenten actos terroristas”, “inciten a la injerencia extranjera en los asuntos internos”, “se organicen con financiamiento de potencias extranjeras para ejecutar actos de terrorismo y desestabilización”, “exalten y aplaudan sanciones contra el Estado de Nicaragua y sus ciudadanos”, entre otros.

La CIDH se mostró especialmente preocupada porque “en las hipótesis de privación del derecho de optar a cargos de elección popular previstas en la iniciativa, se encuentren calificaciones amplias sin que se precisen procedimientos, ni autoridades competentes para su determinación. Lo anterior, junto a la falta de independencia de las ramas de los poderes públicos, especialmente del Poder Judicial y del Consejo Supremo Electoral, deriva en un grave riesgo de aplicación discrecional y arbitraria de las disposiciones contenidas en la ley, lo que, a su vez, vulneraría los derechos políticos de las personas opositoras al actual gobierno”.

Este organismo internacional hizo notar que esta ley se sumaba a otras aprobadas en ese mismo año por la Asamblea Nacional, las cuales, “serían previsiblemente destinadas a la represión de las voces disidentes en el país, a saber: la Ley sobre Agentes Extranjeros y la Ley Especial de Ciberdelitos. En conjunto, dichas normas formarían parte de una estrategia más amplia de intensificación de la represión en contra de cualquier actor o actora que se oponga a la narrativa oficial”.

El dictador no tiene quien lo mueva

Con la fuerza de las armas y las leyes que le permiten ser autócrata, Daniel Ortega mantiene bajo la tiranía y el terror a Nicaragua.

Daniel Ortega Saavedra se ha caracterizado por ser uno de los gobernantes más sanguinarios y descorazonados de América Latina.

De profesión dictador, amante del despotismo y aferrado al poder que ha consolidado junto a su esposa Rosario Murillo y el cual después de su muerte piensa heredar a uno de sus hijos, probablemente a Laureano Ortega el cantante de ópera, cree que nadie lo podrá remover del lugar de privilegio en el que está.

A pesar de ello, los nicaragüenses y gente de bien en todas partes del mundo tienen la esperanza de que no hay mal que dure 100 años y ruegan al cielo porque esta etapa de sufrimiento llegue a su fin lo más pronto posible, pues siempre hay la esperanza que a pesar de no dar señales de querer cambiar algo puede suceder para que Ortega cese las hostilidades y de paso a un cambio en Nicaragua.

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