Cuaresma: 40 días y 40 personas

Cuando estudiaba la maestría, convivía con varios amigos musulmanes, y observaba con respeto y admiración su práctica del Ramadán, que en esencia consiste en ayunar 30 días consecutivos desde el amanecer hasta la noche. El ayuno incluye abstinencia de alimento, bebida, contacto sexual, así como ser más generoso y amable.



Los deportistas, cuando se preparan para un torneo importante como la Copa Mundial o los Juegos Olímpicos, se aíslan y siguen una rutina de práctica especial que les permite llegar en óptimas condiciones a competir.

La celebración más importante para el cristiano es conmemorar el triunfo de Jesucristo sobre la muerte en su resurrección, que significa su sacrificio por toda la humanidad para salvarnos y unirnos al Padre. Por lo que asumimos un periodo de preparación de 40 días, que nos permite estar dispuestos para dicha fiesta en cuerpo y alma, con la mejor disposición posible.

El Papa Francisco nos recuerda en su mensaje de Cuaresma que “es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo”. Y para ello, nos invita a reflexionar con la parábola de Lázaro y el hombre rico en tres temas: El otro es un don; el pecado nos ciega; y la Palabra de Dios es un don.

“El pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo”.

Los medios tradicionales que la Iglesia nos ofrece facilitan el encuentro con Dios a través del prójimo: ayuno, oración y limosna. El ayuno implica dejar de consumir o usar algo, y que se puede compartir con alguien más, de esa manera damos limosna, y la oración dispone nuestro corazón para el perdón, el amor y la misericordia que definen la vida cristiana.

“Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación”.

“El amor al dinero, la vanidad y la soberbia” son las cosas que queremos evitar durante estos cuarenta días: desapegarnos de nuestras comodidades, de nuestros lujos, de nuestros placeres, de nuestras presunciones, de la necesidad de “tener la razón”, de mirar con desprecio a los demás, de no estar disponibles para quienes nos buscan o esperan nuestra ayuda.

“La raíz de sus males [del rico] está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”.

Este Miércoles de Ceniza empieza nuestro camino para leer, escuchar y dejarse interpelar en oración cada uno de los siguientes 40 días por la Palabra de Dios, para estar dispuestos a buscar al otro y de esa manera encontrar a Jesucristo. “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”.

Que nuestra Cuaresma se convierta en 40 días de escuchar la Palabra de Dios y encontrar a 40 personas que nos necesitan.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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