Pablo el caminante eterno, capítulo LVI. Continúa la travesía hacia Roma

Pablo continua su camino hacia Roma, encontrándose con gente que poco a poco se ganaría su reconocimiento.


Pablo Caminante


Después de salvar milagrosamente la vida, los sobrevivientes de naufragio fueron auxiliados por los habitantes de la isla de Malta. Ahí pasaron el invierno que fue benigno, y reanudaron la navegación a fines de febrero del año 61, el primer puerto que tocaron fue Siracusa, donde Pablo predicó por tres días, luego pasaron a un lado del palacio que Tiberio tenía en Capri, y se encaminaron hacia Nápoles, con la cercana vista del imponente Vesubio, con la ciudad de Pompeya que no sabía el trágico futuro que le deparaba el destino.

Pronto llegaban al puerto de Putéoli, donde al ver que un barco se acercaba la multitud se arremolinaba para verlo llegar, y el Barco de Pablo era el primero que llegaba ese año. Nadie prestaba atención a ese hombre bajito que venía encadenado, nadie sospechaba la trascendencia que tendría para el mundo ese personaje que para muchos es uno de los protagonistas de la historia que más influyeron para cambiar el rumbo del mundo, pero que en ese momento no parecía nadie importante.

El cristianismo ya había llegado a la tierra del imperio más emblemático de la historia antes que Pablo, por lo que el apóstol pudo ponerse en contacto con una pequeña comunidad antes de ponerse en camino a Roma, de la cual distaba unos doscientos kilómetros.

Cuando se puso en camino rumbo a la vía Apia, el más famosos de los caminos de acceso a Roma, pudo ver los campos cultivados, trabajados por esclavos encadenados que eran constantemente vigilados.

Las posadas de ese tiempo que se encontraban en los caminos tenían muy mala fama, sus dueños eran conocidos por sus fraudes y favorecer los juegos de dados, y las hospederas que ahí trabajaban eran acusadas de ser brujas y hechiceras, además eran lugares sucios, llenos de lagartijas y otras alimañas, así que Pablo y sus compañeros cuando se detenían, no deben haber gozado de un gran descanso.

Pero no todo era malo, aquí recibió Pablo el primer mensaje de saludos de la comunidad romana que ya tenía noticias de su llegada, en la siguiente parada ya había un grupo que lo esperaba con gran cariño ante la sorpresa de centurión Julio, cerca de ahí se encontraba la casa dónde el famoso Séneca se había abierto las venas por orden de Nerón.

Pablo llegaba así a la capital del mundo, desde ahí se determinaba el destino de pueblos y gentes, ahí se llevaban a cabo en su famosa arena aquellos espectáculos tan impresionantemente crueles, Pablo seguramente no sabía hasta donde llegaría su trabajo apostólico, que junto con el de Pedro harían de esa ciudad capital del paganismo, de la ambición, de las intrigas, del afán de poder, del lujo extremos, de la lujuria y de tantos pecados, la capital del cristianismo, desde donde emanaría un mensaje totalmente diferente, para hablar de amor, paz , servicio, generosidad y búsqueda de bienes espirituales para el mundo.

Los caminos de Dios son muy diferentes a los de los hombres, este gigante no llegaba como los emperadores, con un ejército reluciente, soldados y carros de guerra en medio de una multitud delirante, y sin embargo, sería más importante y conocido que todos aquellos emperadores y generales que habían llegado tan ostentosamente.

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