El pleito por los reflectores

La última sorpresa que nos dio el tabasqueño fue el anuncio del perdón a Rosario Robles. Nadie imaginó que la defensa de la señora Robles fuera a salir de la boca del presidente electo. No sólo eso, sino que sentenció que los últimos treinta años los medios no han denunciado la corrupción de los poderosos.



A los ganadores que les gana la gana. Tienen que salir a los medios todo el tiempo, recordarle a los demás el triunfo apabullante, que ellos van a gobernar, que el pueblo les dio un gran mandato y que las cosas van a cambiar en el país. Han llamado a su proyecto la cuarta transformación. Es el eje central de su discurso, por ahí discurre todo lo que se anuncia. Nadie les pidió nada todavía, ni un proyecto ni un nombramiento en particular. Es el propio personaje ganador, Andrés Manuel López Obrador, el que se ha puesto a la cabeza de las apariciones públicas.

Puede entenderse que no quieran que el ánimo que condujo a la victoria decrezca para iniciar el gobierno a tambor batiente. Puede que tengan temor de que algún tema que no pase por ellos termine por dominar la escena pública. Morena en su conjunto vive la presión que ellos mismos se han puesto. Como la oposición quedó marginada y en circunstancias propiamente de irrelevancia, lo interesante es lo que sucede con quienes tomarán las decisiones: el partido de AMLO. Así, resulta más interesante políticamente el pleito entre Yeidckol y Cuauhtémoc Blanco, que la pantomima para dirigir al PAN; tiene más atractivo ver el pleito entre Porfirio y Noroña que los nombramientos en el PRI; es más ilustrativo ver los golpes entre Batres y Monreal en el Senado que lo que opinen el conjunto de los senadores priistas. No es poca cosa el reto del tupper, que encabeza Batres, como muestra de austeridad.

Es una manera de mostrar cómo hacen las cosas los que ganaron, son sus formas políticas, las maneras en que la entienden. Los líderes de Morena saben que no les queda mucho tiempo para figurar. En el momento en que Andrés Manuel inicie su gobierno, los focos se irán tras él. Además, pues por lo menos un par del gabinete tendrá cosas importantes por decir, todo eso le quitará brillo al Legislativo. Todos sabemos el desprecio que siente AMLO por la labor legislativa. Se los prefiere brincar, omitirlos. Para su fortuna cuenta con amplia mayoría, por lo que no tendrá que dar batalla alguna. Para desgracia de los legisladores morenistas que quieran destacar, serán convertidos en una mera oficina de trámites, una oficialía de partes. Por eso los aspavientos de Marido Delgado amenazando con no dejar “ni una coma” de la reforma educativa (que él votó a favor); por eso los happenings de Martí con su lonchera, y los gestos priistas de Monreal abrazando al chiapaneco Velasco. Les queda poco tiempo bajo la luz.

El presidente electo también es presa de un dinamismo febril. Lo mismo dice una cosa que otra con total desparpajo. Se requiere de interpretarlo todos los días. Anuncia proyectos gigantescos, que sea antojan poco factibles; hace listados de obras sin reparar en los costos. Su gente no le ayuda mucho. Parecen asustados con las decisiones que toma su jefe y no atinan a defenderlas. Si AMLO dice que se lanzará un cohete a la luna desde Macuspana, como muestra de los alcances de la cuarta transformación y que los astronautas no llevarán casco; pues es un lujo innecesario, ellos corren a decir que sí se puede y que se pagará con el ahorro que se tendrá al no haber corrupción y que los cascos los comprobaron unos amigos chilenos de un primo de la tía de Riobóo, y no sirven en un cohete.

La última sorpresa que nos dio el tabasqueño fue el anuncio del perdón a Rosario Robles. Nadie imaginó que la defensa de la señora Robles fuera a salir de la boca del presidente electo. No sólo eso, sino que sentenció que los últimos treinta años los medios no han denunciado la corrupción de los poderosos. Si así hubiera sido, él no hubiera ganado la Presidencia. Si piensa hacer el borrón y cuenta nueva, se puede entender; pero tendría que ser un planteamiento más amplio, una política al respecto, no una declaración en la coyuntura. Pero, en fin, parece que estamos en época de dislates y ocurrencias. Y eso que les faltan dos meses para empezar y ya se pelean ellos mismos por los reflectores.

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