¿Nos estamos desprogramando para el éxito?

Los medios, hoy en día, parecen estar enfocados al fracaso de la sociedad, pues éstos se han encargado de facilitar nuestras vidas sin buscar el esfuerzo humano.


La facilidad de la tecnología


Los hábitos del ser humano promedio en el siglo XXI son todo lo que los expertos en alcanzar las metas no recomendarían. Desde la música más popular, la literatura más comercial, los hábitos de consumo y el aprovechamiento del tiempo, parece que nos están conduciendo a ser una generación desenfocada y conformista.

Como si existiera una conspiración mundial para desprogramarnos del éxito, las nuevas tecnologías nos vuelven cada vez más dispersos y cómodos. El fenómeno Netflix nos permite tener todo al instante, con todo lo positivo y negativo que esto puede representar para nuestro cerebro. Las nuevas generaciones no han sido educadas en el tema de la fuerza de voluntad, pues prácticamente todo les permite satisfacer sus deseos al momento sin mayor complicación.

Desde hace ya varios años hemos escuchado conceptos como la posibilidad de adelgazar con una pastilla, un cinturón quema-grasa y hasta un anillo mientras no hacemos absolutamente ningún esfuerzo. Las redes sociales nos muestran modelos de “éxito” basados en la apariencia y el confort. Damos likes, comentamos y por dentro hay una especie de insatisfacción precisamente porque en estos modelos falta un elemento: el esfuerzo. Nadie publica cómo llegó hasta allí, lo que tuvo que sacrificar, las dietas, las horas de estudio, de trabajo… eso no sale a la luz porque parece quitarle esplendor, aunque radica precisamente allí la clave del éxito. ¿Por qué, entonces, no nos gusta verlo? Nos han vendido la idea de que todo lo que represente esfuerzo, constancia, voluntad o trabajo no es atractivo, cuando irónicamente es el único camino para lograr nuestras metas.

El éxito sólo tiene sabor cuando ha costado esfuerzo, pues de lo contrario cualquiera lo obtendría y perdería su valor. Nos aterra levantarnos temprano, hacer ejercicio o salir de la zona de confort porque nos han programado para pensar que todo esto representa lo contrario a lo que buscamos. ¿Acaso no todo puede obtenerse al instante y fácil, cómo poner el siguiente capítulo de mi serie de Netflix o googlear algo?

La tecnología es sumamente positiva cuando no la utilizamos sólo para poner a dormir a nuestro cerebro. Existen cursos gratuitos ofertados por las mejores universidades del mundo, la posibilidad de conectar con millones de personas para trabajar por una causa o desarrollar un negocio. Por lo tanto, el problema no es la tecnología en sí, sino nuestra cultura que ha encontrado en la tecnología una nueva forma de hedonismo, comodidad y confusión moral, que nos lleva a que las búsquedas más populares en una herramienta tan poderosa como google tengan que ver con aspectos banales o de morbo.

¿Qué más sucede con nuestro cerebro? Le hemos entregado nuestra libertad de pensamiento y acción a las redes sociales y a las opiniones populares aun cuando ni sean verdad ni sean útiles para nuestro desarrollo personal. Es una especie de imperialismo cibernético que se impone mediante likes, reacciones y comentarios que muchas veces ni siquiera son de usuarios reales.

Para romper este enfermizo condicionamiento volver a lo básico. Sin satanizar el progreso tecnológico ni alabarlo ciegamente. Recuperar nuestra capacidad de análisis, educar nuestra mente y sobre todo, trabajar para lograr lo que queremos sin esperar que mágicamente una pastilla -o subir una foto que obtenga muchos likes- solucione nuestros problemas.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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