¿Qué pensar del Informe Viganò?

El efecto del Informe Viganò no se hizo esperar, y su fuerza destructiva ha quedado evidenciada por las reacciones de confusión.



La publicación hace unos días de lo que ahora se conoce como “Informe Viganò” logró lo que parece haber sido su objetivo: poner en entredicho al Papa Francisco como campeón en la lucha para erradicar los abusos sexuales de sacerdotes y obispos, especialmente la pederastia. Logró también poner a la Iglesia en estado de alerta roja. 

Hacia apenas unos días que había estallado el escándalo de los inmorales hábitos sexuales del Cardenal McCarrick, y precisamente cuando acababa el Papa de sostener importantes reuniones con víctimas irlandesas de semejantes abusos por miembros del clero de esa nación, de haber pedido por enésima vez perdón por ellos, y de declarar la guerra, también por enésima vez, a esa lacra, Monseñor Carlo María Viganó, ex nuncio apostólico en Washington, hizo pública una carta en la que con lujo de detalle hace ver que las autoridades de la Iglesia, tanto en Estados Unidos como en Roma, estuvieron siempre al tanto de las prácticas homosexuales del Cardenal Theodore Edgar McCarrick. Como ya es sabido, este último fue obligado hace unas semanas por el Papa Bergoglio a renunciar al cardenalato y a vivir en encierro y penitencia precisamente a raíz de haber salido a la luz pública su larga trayectoria de conductas sexuales desviadas. Este suceso ya había prendido todos los focos de alarma: ¿Cómo fue posible que esas conductas hayan sido ignoradas por los responsables eclesiásticos, permitiendo que McCarrick escalara los puestos más elevados de la jerarquía católica? El obispo Viganò culpa de esa aberración a una red de complicidades dentro del episcopado norteamericano y de la burocracia vaticana que incluye nada menos que al mismísimo Papa Francisco. Y sustenta su afirmación con menciones de documentos, de nombres, de fechas y lugares, entre las que destacan las conversaciones que él sostuvo personalmente con Francisco. De acuerdo con la narrativa del ex nuncio, durante sus encuentros con el Sumo Pontífice él dejó en claro claro que McCarrick era un depredador sexual al cual se le debía aplicar estrictamente un castigo que ya Benedicto XVI había decretado para él. Pero, según Viganò, Francisco se hizo sordo deliberadamente y hasta incluyó al obispo criminal en su círculo más cercano. Esta información acabó de encender las alarmas.

El efecto del Informe Viganò no se hizo esperar, y su fuerza destructiva ha quedado evidenciada por las reacciones de confusión, incertidumbre, tristeza y frustración de todos los sectores de la Iglesia. Interrogado sobre el Informe, el Papa decidió guardar su respuesta para un momento más oportuno, si bien la importancia del asunto pareciera merecer una aclaración papal inmediata. La invitación, sin embargo, que hizo el Papa a los periodistas que lo habían interrogado sobre el informe no dejó de ser tremendamente sugerente: “Lean el informe y saquen sus propias conclusiones”. Los periodistas han sido colocados por Jorge Mario Bergoglio en una posición de tener que hacer una investigación seria de la verdad antes de apresurarse a escribir cualquier cosa al respecto.

Y esto no va a ser tarea fácil. Varias voces que afirman saber del tema se han escuchado ya desde algunas sedes episcopales y desde los escritorios de algunos vaticanistas reconocidos. Hay dos posiciones encontradas; han aparecido defensores y detractores del ex nuncio Viganò. Los primeros pretenden avalar la rectitud y objetividad de éste, con lo cual consciente o inconscientemente ponen en duda la honestidad del Papa Francisco, o al menos su capacidad de gobernar la Iglesia. Sustentan estas personas su defensa del obispo Viganò en el trato personal con él; siempre se ha mostrado como una persona confiable, objetiva en sus juicios. Esto es la médula de la defensa del ex nuncio: su carácter confiable. Sus defensores apenas hacen caso de los datos concretos aportados por él en su informe, pero proponen que se les dé la debida atención. Terminan sugiriendo algunas medidas encaminadas a sacar a la luz toda la verdad del caso. Quienes critican el informe hacen todo lo contrario. Ponen en duda la veracidad, la objetividad y la precisión de los datos aportados por el obispo. Uno por uno desmontan sus argumentos, le corrigen fechas, sucesos y nombres; lo hacen ver como una persona amargada y vengativa, dada al chisme, cercana a los sectores más tradicionalistas de la Iglesia. Y también proponen que se investigue a fondo todo el asunto para esclarecer la verdad. 

Los fieles, y el mundo entero, no saben qué partido tomar, pero esperan una sola cosa: únicamente la verdad puede recuperar la confianza en la Iglesia y afianzar la fe de los creyentes. Las estrategias para evitar la repetición de casos tan absurdos y dolorosos como el del ex cardenal McCarrick deberán sustentarse en la verdad total. Probablemente algunas cabezas deberán rodar en las altas esferas del Vaticano, pero eso será un precio necesario que habrá que pagar. La investigación, por otra parte, que se haya de llevar a cabo deberá ser realizada por seglares expertos en estos menesteres, evitando que sean los mismos obispos los que se investiguen. 

Por otra parte, ¿qué medidas deberán tomarse en la forma de elegir los candidatos al sacerdocio y formarlos de modo que se conviertan en sacerdotes confiables y santos? ¿Cómo deben vivir la fe las familias y las comunidades cristianas de modo que de su seno surjan vocaciones tal como las desea y necesita la Iglesia? ¿Qué papel deben jugar los laicos en la Iglesia en el proceso de formar comunidades cristianas en las que se viva una fe adulta, capaz de sostener un clero santo y virtuoso? 

Hay muchas preguntas que hacer. Y muchas respuestas que dar. En ese sentido, el Informe Viganò resultará benéfico para la Iglesia.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

 

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