¿Está usted en guerra?

Chairos vs fifís; una guerra presente en nuestra sociedad que está superando las barreras de la empatía y responsabilidad social.



Sin que sea una situación generalizada, estamos en una especie de lucha en nuestra sociedad. Sin llegar a la guerra civil, hay mucho enfrentamiento entre nosotros. Algunos naturales, otros provocados. De todos tipos: jóvenes y no tan jóvenes, cultos e incultos, demócratas o autoritarios, religiosos o no religiosos, pobres o no tan pobres, activistas o espectadores. Y muchos más. Las redes sociales son ejemplo vivo de esta clase de enfrentamientos.

La clase política ha hecho un nefando arte de enfrentar a distintos grupos, de polarizarlos y llevarlos a un punto de choque. Y a quién no se engancha con esa dinámica, es acusado de indiferencia, tibieza, debilidad, indiferencia, inconsciencia y muchas cosas más. Además, o compra usted el paquete completo o será acusado de voluble, indiferente, relativista o peor. Hay que escoger un bando; no se acepta que cada “bando” puede tener razón en parte. Cada posición está totalmente bien o totalmente mal. Y cada grupo, cada publicación.

Esto ya es suficientemente malo. Pero hay más. En la lucha política de México entre chairos y fifís (o cualquier otro título equivalente) las posiciones, las tácticas han ido acercándose. Si un bando insulta, el otro insulta también. Si uno usa “noticias falsas”, el otro lo hace también. Si uno difama y acusa sin pruebas, el otro también. Si uno exagera, otro también. Y así, hasta el cansancio. Es una escalada de tácticas que lleva a más y más enfrentamiento. Y al empeoramiento del ataque: si alguna vez fue un enfrentamiento con cortesía, ahora la cortesía se ve como debilidad. Si en algún momento se debatía con razones, ahora se apela a los sentimientos. Donde lo que contaba era la fuerza de la razón, ahora cuenta el volumen de los gritos. Cuando se usó la verdad, ahora se usa la mentira, sin importar lo absurda que sea. Aunque no se pueda mostrar evidencia.

No creo que esto sea el resultado de una oscura conspiración, pero todo ocurre como si detrás de esto hubiera una cuidadosa planeación: un plan científicamente calculado para sembrar un odio incontenible entre los mexicanos. Al parecer todos los bandos están más preocupados por “ganar” que por sus valores. Todo se vale en la guerra, dicen. Olvidando, por supuesto, que aun en la guerra hay reglas de ética y tribunales para juzgar a los criminales de guerra.

Por otro lado, todos los bandos han caído en lo mismo. Ninguno puede decir que no ha insultado, que no ha acusado sin pruebas, que no ha difamado, que no ha exagerado o polarizado las situaciones. Todos han usado las mismas tácticas que critican en el otro bando. El gran público, que en un principio le regocijó el espectáculo de cómo se atacaban los unos a los otros, ya empieza a hartarse del espectáculo. Y su conclusión es inevitable: todos son iguales, todos engañan, todos deforman los hechos. Todos se copian en sus tácticas.

¿Tendrá alguna oportunidad la razón y la verdad? ¿Habrá algún espacio para la caridad, concepto tan devaluado que ya no entusiasma? ¿Habrá algunos valientes que estén dispuestos incluso a perder algunos enfrentamientos con tal de no traicionar sus valores? Más vale que sea así. Porque si no, no importará mucho que bando haya ganado este enfrentamiento. Al final, habremos perdido todos.

 

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