La Navidad de los descartados

La gente con menores recursos es la que más sufren para salir adelante, debemos promover la ayuda y caridad para ellos en esta época de Navidad. El cambio de administración ha dado lugar nuevos desamparados.


Ayuda y caridad en navidad para gente marginada


Uno de los temas muy característicos del papa Francisco es el de referirse a la cultura del descarte. Una característica de nuestra época: el concepto de usar y desechar aplicado a bienes diversos tipos. Pero que, tristemente, se ha transferido a las relaciones humanas. Y así como hay vasos desechables, equipos desechables, y otros muchos artículos más, también hay categorías completas de personas a las que se les considera desechables.

Obviamente, los más débiles, los “sin poder” entran en esta categoría. No siempre. Algunos países muy desarrollados deben una parte importante de su éxito gracias a la mano de obra barata procedente de los países pobres. Y así, en genérico, los pobres no son estrictamente desechables como grupo, pero sí lo son como individuos. Se les considera, tristemente, como piezas intercambiables. Desechamos a uno y vendrá una docena más deseando ocupar ese puesto. Es la deshumanización más brutal.

Y esto lo hemos vivido en nuestros familiares emigrados y amenazados con la deportación y la separación de sus familias. Lo vivimos en las últimas semanas con las caravanas de centroamericanos que han sido desechados en sus propios países y que buscan acomodo, aunque sea temporal, en los Estados Unidos o, al menos, en México.
Jesús de Nazaret, fue también un desechado. Nació en un pesebre porque no hubo modo de darle acomodo a una familia claramente desechable. María y José tuvieron que huir a Egipto para evitar la muerte de niño Jesús que, ya a su tierna edad, estorbaba. Y en el momento de su muerte, el argumento fue que más valía que Él muriera y no se perdiera toda la nación. Desechable, desde su principio hasta su fin.

Hoy estamos viviendo la creación un nuevo grupo de desechables. Por razones políticas se está desempleando a un porcentaje muy importante de funcionarios gubernamentales, a todos niveles: desde personal de intendencia hasta gerentes y subgerentes. Para esas familias esta será una Navidad bien triste. En nombre de la eficiencia, en nombre de la reducción de costos, padres y madres familia han sido desechados. Sí, se ha cumplido con la ley. Aunque sea una ley injusta. No se ha considerado sus esfuerzos o sus capacidades, la honestidad de la mayoría de ellos. Hay que reducir los costos y eso está por encima de cualquiera otra consideración.

Mientras vemos y vivimos un ambiente de consumismo, de festividades y celebraciones, un grupo importante de nuestros compatriotas están viviendo en la zozobra. Muchos, empujados por la necesidad, aceptaron contratos por obra determinada o por honorarios, que no le dan derecho a una indemnización. Otros, que sí tienen ese derecho, se encuentran de todas maneras con una cantidad magra de recursos, que durarán poco y que difícilmente se podrán invertir de modo que genere un sostén permanente.

Este desempleo generado por una cultura del descarte hará que los descartados acepten condiciones de baja remuneración y, ante la presencia de tantos necesitados, los salarios se reducirán a pesar de que pueda haber leyes que mejoren los salarios mínimos. Unos que podrían haber estado ganando varias veces ese salario, ahora se verán empujados a aceptar reducciones importantes en sus ingresos con tal de poder mantener, aunque sea de modo muy austero, a sus familias.

Claro, esto ocurre en cada cambio de sexenio. Pero no en una cantidad tan grande como la que se anuncia. En nuestro país, donde no hay seguro de desempleo, serán las familias extendidas las que se harán cargo de los suyos. Pero la carga de un número tan grande de desempleados puede ser excesiva. Como sociedad deberíamos exigir a este Gobierno medidas extraordinarias. Por ejemplo, ampliar la cobertura de la seguridad social a los descartados. Hoy, los que han perdido el empleo estarán cubiertos por la seguridad social solo durante 40 días. ¿Cómo se curarán de sus males después de ese período?

Este año próximo los católicos deberemos prepararnos para asumir el problema de estos nuevos descartados. Cada cual de acuerdo con sus medios y sus alcances. Algunos podrán crear empleos. Otros, muy pobres, tal vez solo puedan orar por los que no encuentran trabajo. La mayoría deberíamos considerar una reducción en nuestro nivel de vida, para apoyar a aquellos que se han quedado sin ingresos. Habrá quienes podrán dar su tiempo y sus conocimientos. Otros podrán dar apoyo y consuelo a los tristes y abatidos.

Pensemos en que se nos viene una época, que ojalá sea corta, en que celebremos la Navidad de un modo diferente. No con gastos y fiestas extraordinarias sino con apoyo a muchos desamparados. Estoy seguro de que ese modo de celebrar hará sonreír a Jesús Niño más que los modos como tradicionalmente lo celebramos. Y también creo que eso nos dará un felicidad más profunda y duradera que la de otras Navidades.

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